EL REFERÉNDUM DEL 24
EL REFERÉNDUM DEL 24
Ernesto Hernández
Norzagaray
Los ciudadanos mexicanos en los
momentos estelares de la transición a la democracia representativa han tenido
que resolver diversos dilemas que se le han presentado en los sucesivos procesos
electorales.
En el 2000, por ejemplo, no fue
una elección más para renovar los poderes ejecutivo y legislativo, era un
referéndum entre la continuación de un PRI manchado de sangre y la alternancia
democrática, los ciudadanos en aquella ocasión resolvieron a favor de la
alternancia por la derecha partidaria; en el 2012, el referéndum fue entre continuidad
panista y segunda alternancia, las mayorías resolvieron a favor de la
consolidación democrática a través del restablecimiento priista.
Y en 2018, el dilema fue entre la
continuación del “corrupto PRIAN” y el “cambio verdadero” por la izquierda, el
electorado resolvió ampliamente por el viraje hacia la izquierda obradorista y
la pregunta que hoy varios analistas, perspicaces, se empiezan hacer es lo que
estará en juego en 2024 más allá de los cargos de representación política y
algunos, ya adelantan, que será un referéndum entre democracia y autocracia.
El fondo de este argumento es que
el llamado gobierno de la 4T a diferencia de los inmediatamente anteriores no
ha resuelto los problemas políticos vía los pactos legislativos que ampliaron
los espacios de participación democrática sino lo está haciendo por la vía
autoritaria.
La elite gobernante -mejor decir AMLO-
está empeñada en un ideario de cambio de régimen que ha pretendido transformar,
cuando no desaparecer o inhabilitar, las instituciones de nuestra democracia
(INE, TEPJF, INAI) y en el caso más extremo, socavar por medios no legítimos a
la Suprema Corte de Justicia de la Nación y, por cierto, no hay que perder de
vista al “nuevo INE” que tiene problemas en el momento de construir acuerdos
para nombrar a vocales y directores ejecutivos.
En esta estrategia de cambio de
régimen que se impulsa desde Palacio Nacional y más, exactamente, que promueve
activamente el presidente López Obrador con todos los recursos a su alcance se
ha polarizado la sociedad a tal grado que ya se podría hablar de dos bloques en
la sociedad mexicana y que habrá de expresarse -cómo sucedió en las elecciones concurrentes
de 2021- en los comicios estatales próximos y, sobre todo, en los generales de
2024.
Ya en 2021, en está hipótesis, se
manifestó en alguna forma el referéndum entre democracia y autoritarismo, y los
resultados distan de lo ocurrido en las elecciones federales de 2018, Morena y
sus aliados perdieron 8 millones de votos y la oposición perdió dos, aunque, si
sumamos a está los votos obtenidos por MC, la oposición toda tuvo un millón de
votos más.
Ahora bien, si incluimos como
elemento de análisis lo ocurrido en las consultas ciudadanas para “juzgar a los
expresidentes del periodo neoliberal” el obradorismo sólo logró movilizar 8
millones de los 94 registrados en la lista nominal, y en el caso, de la
consulta de revocación de mandato, participaron 18 millones de los cuales 14
votaron a favor contra 4 porque el presidente dejara el cargo.
La tendencia de estos votos diferentes
demuestra que no le favorece a Morena para alcanzar el llamado Plan C que es el
de una victoria amplia en las urnas. Y la antesala del 2024 son los comicios
del Estado de México y Coahuila, donde las encuestas ya indican que Morena
ganará el primer estado mientras pierde ampliamente el segundo, sin embargo,
habrá que ver el margen de victoria especialmente en el Estado de México donde
están llamados a las urnas más de 12 millones de ciudadanos, si la contienda
termina cerrándose será un indicador de cómo están los ánimos en la zona
metropolitana donde hay que recordar la oposición ganó en 2021 la mitad de las
alcaldías de la Ciudad de México.
Entonces, volviendo al argumento
del referéndum entre democracia y autocracia, no es una hipótesis falsa sino
anclada electoralmente y en la medida que se radicalice el discurso
presidencial, secundado por acciones violentas como las del pasado fin semana
donde Cuitláhuac García, el gobernador de Veracruz, encabezó una concentración mortuoria
frente a la sede de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para millones de
mexicanos quedará claro lo que está y estará en juego en el fondo en los
comicios del Estado de México y en Coahuila, y sobre todo, en las elecciones de
2024.
Los símbolos pesan en el imaginario
colectivo. Y más aquellos asociados al fuego y a la muerte, cómo lo describe Elías
Canneti en su obra cumbre Masa y Poder (Mondadori) porque estas
referencias provocan unidad hacia dentro e intimidación hacia afuera, lo que lleva
a suponer que la parte mortuoria, con sus ataúdes negros, y la parafernalia de
las imágenes de la presidenta de la Corte y los nombres de los ministros no fue
una ocurrencia del nervioso gobernador veracruzano sino parte de un plan in crescendo
para minar la credibilidad del principal, contrapeso a la voluntad del
presidente.
Ahí quedan esas imágenes duras para
la historia. Como antecedente del próximo referéndum que deberá resolverse en
las urnas en 2024 cuando los mexicanos salgan a votar para resolver el
diferendo. La primera aduana para Morena y sus aliados será salir unidos en la
contienda interna por la candidatura presidencial que enfrenta el reto de que no
haya ruptura entre las “corcholatas” y el PT, no postule a Gerardo Fernández
Noroña y el PVEM a Manuel Velazco, y quien sea el candidato o candidata
oficialista, deberá moderar su discurso con el claro objetivo de atraer a los ciudadanos
desencantados de la clase media.
Claro, para ver la película
completa, hay que ver si la oposición PAN-PRI-PRD se mantiene unida y si logra
de último momento convencer al partido Movimiento Ciudadano, que, de acuerdo
con los resultados de 2021, hizo la diferencia de la alianza hegemonizada por Morena,
lo que se ve difícil luego de la expresión de esta semana: “Con el PRI, ni a la
esquina”.
En definitiva, el referéndum democracia
versus autocracia, está en unas preliminares cargadas de declaraciones y actos intimidantes
que han de multiplicarse al menos de aquí a la definición del candidato presidencial
oficialista y la pregunta, es si el discurso de ese candidato o candidata estará
en simetría con el de un presidente rupturista del orden institucional.
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