EL RECHAZO DEL PLAN B DE LA REFORMA ELECTORAL
EL RECHAZO DEL PLAN B DE LA REFORMA ELECTORAL
Ernesto Hernández
Norzagaray
La noche del 15 de diciembre de 2022
en el Senado de la República Morena y sus aliados votaron apresurada y mayoritariamente
un conjunto de reformas reglamentarias en materia electoral que ha sido
conocido como el Plan B de la iniciativa de reformas constitucionales que requerían
una mayoría calificada que no tenía el oficialismo. Incluso, Ricardo Monreal, el
líder de la fracción morenista en el Senado votó en contra de ese plan argumentando
que “las normas que pudieran aprobarse esta noche pueden alejarse de
los principios constitucionales”.
Se violentó el proceso
legislativo y la oposición se fue a la Suprema Corte de Justicia e interpuso acciones
de inconstitucionalidad. Han transcurrido casi cinco meses y los ministros de
la Corte esta semana ha desechado la primera parte del Plan B con nueve votos a
favor y dos en contra dando la razón jurídica a la oposición.
Vamos, la Corte ni siquiera ni
siquiera entró a discutir el fondo constitucional de las reformas por su
notoria improcedencia -dicho de paso, ese Plan contemplaba que los cargos
electos en funciones podían participar libremente haciendo campañas electorales
lo que fue considerado una aberración por la alta probabilidad de que se
utilizaran recursos públicos.
Esto ha provocado una andanada de
ataques desde la Presidencia de la República, el Congreso de la Unión, el
partido Morena y, curiosamente, del mismísimo líder del Senado quien en la
línea del presidente López Obrador amaga a los ministros de la Corte con esta
pieza: “El Poder Legislativo tiene facultades de control parlamentario
sobre los ministros de la Corte, lo que sucede es que no las hemos ejercido … Este
Senado o el Congreso nombra a los ministros de la Corte y tenemos la facultad
de citarlos a comparecer y también, tenemos un recurso que es el juicio político,
en caso, de que se vulneren principios fundamentales de la Constitución y se
reitere sistemáticamente la violación o la invasión de facultades de otros
poderes”.
Hay molestia, y mucha en
Palacio Nacional, por lo que el morenismo cierra filas con un presidente al que
se le ve irritado en las conferencias mañaneras cuando un día y otro, también,
lanza ataques feroces contra los ministros de la Corte y la oposición. Y hay un
eco irracional que se repite exponencialmente entre secretarios de Estado, gobernadores,
senadores, diputados federales y locales y alcaldes morenistas.
Y ante la incapacidad de
revertir la decisión de la Corte -que seguramente va a completarse cuando se
revise la segunda parte de ese Plan B, porque adolece de las mismas fallas de
procedimiento legislativo- el presidente López Obrador plantea el llamado Plan
C en las urnas en el verano de 2024 cuando estará en juego la presidencia de la
República y el Congreso de la Unión, además, de la mayoría de las gubernaturas
y alcaldías y llama a ganar la mayoría calificada para que entre otras cosas
los ministros, magistrados y jueces sean resultado de una contienda por los
votos, es decir, las campañas políticas ya no serían solo de los partidos sino
de aspirantes a esos puestos constitucionales. Una gran novedad a la mexicana.
Sólo que los números de
los resultados en los comicios federales de 2021, las consultas ciudadanas y
las encuestas de intención de voto, no dan para pensar, que el tsunami
obradorista de 2018 vaya a repetirse en 2024 porque, primero, debe pasar la
aduana de una nominación del candidato oficialista tersa, sin rupturas, lo que
se ve como algo improbable porque ya al menos Marcelo Ebrard, actual secretario
de Relaciones Exteriores, se ha pronunciado porque el método para elegir al
candidato o candidata sea transparente. En términos de política mexicana eso significa
que se opone a que el viejo “dedazo priista” se renueve en las filas del
morenismo.
Así mismo, la oposición
que se ha movido con cautela dando juego a todos los que aspiran a la
nominación presidencial o a un reintegro de consolación en caso éxito electoral,
juega con el calendario electoral.
Sus líderes saben que la
alianza “Va por México” que integran PAN-PRI-PRD en 2021 sólo perdió dos
millones de los votos obtenidos en 2018 -los partidos de la alianza “Juntos
hacemos historia” perdieron 8 millones de sufragios. Y un dato que también es un
indicio de lo que viene es que a las consultas ciudadanas para presuntamente juzgar
a los expresidentes neoliberales y la revocación de mandato del presidente en
funciones Morena sólo logró movilizar siete y dieciocho millones,
respectivamente, de un padrón de 95 millones de registros electorales.
Ante los riesgos de una
competencia cerrada, el presidente López Obrador ya se metió a la sucesión
presidencial y la apuesta es reforzar la política clientelar de los programas
sociales, las cuotas de votos que seguramente se les asignaran a gobernadores y
alcaldes, incluso, como sucedió en 2021, poner en marcha mecanismos de
contención de los operadores electorales de la oposición.
En definitiva, la
confrontación del presidente López Obrador con los ministros de la Corte indica
el malestar que le provoca su independencia, los contrapesos normales de
cualquier democracia representativa y una derrota en las urnas.
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