REFORMA UNIVERSITARIA
REFORMA UNIVERSITARIA
Ernesto Hernández
Norzagaray
A Noroeste en sus 49
años,
de los cuales la
mitad de ellos lo he acompañado.
Cuando Rubén Rocha Moya defendió la
alianza con Héctor Melesio Cuén para que Morena fuera en la papeleta electoral junto
al PAS fui de los que pensaron que de ganar la fórmula -como sucedió
ampliamente- habría oportunidad para una transición pactada en la Universidad Autónoma
de Sinaloa.
Es decir, que el modelo universitario
vigente se encaminaría a otro donde estaría en el centro el mecanismo de
elección y el desarrollo de sus funciones sustantivas.
Pero cuando esa alianza fue hecha
gobierno la oportunidad fue difuminándose hasta llegar al enfrentamiento mediático
que vimos entre el gobernador y Héctor Melesio, entre Feliciano Castro y el
rector Jesús Madueña para, finalmente, cerrar el conflicto el gobernador con aquella
expresión políticamente correcta: “Lo que sucede en la UAS, es un asunto de los
universitarios”.
En el camino de este conflicto
quedaron al descubierto no sólo los humores y resortes de estos personajes sino
algunas de las debilidades que tiene la institución rosalina: funcionarios
eternizados en los cargos de gestión universitaria, militancia de miembros del
PAS en la casa de estudios, aviadores con apellidos ilustres, el sueldo de
jubilado del gobernador y sueldos que podrían ir más allá de lo que gana el presidente
de la república, además, el presumible uso de recursos de la universidad con
fines partidarios, tráfico de influencias, corrupción y un largo etcétera que
rebasaría este espacio.
Sin embargo, la mayor parte de
estas denuncias mediáticas no pasaron de ser componente de un diagnóstico apresurado
con el fin de generar atmosfera política, pero, las evidencias y sobre todo la acreditación
documental de los dichos no fue la virtud de esta confrontación que se puso
álgida y luego de semanas no hay denuncias que sigan un camino procesal que
determine qué tan “podrida” estaría la máxima casa de estudios de los sinaloenses.
No hay duda de que la UAS tiene problemas
como todas las universidades públicas y, quizá, muchos más, que no son
mediáticos y que podríamos calificar de domésticos. No hay que olvidar que en
ella concurren cerca de 200 mil burócratas, profesores, administrativos,
intendentes y estudiantes en todo el estado y, por lo tanto, es una institución
que necesita estar en permanente reforma, porque, de lo contrario, corre el
riesgo de que aquello termine siendo una suerte de sistema feudal donde cada
uno defiende su cuota de poder lo que podría convertirla en un ente público
esclerotizado y expuesto constantemente a la exhibición pública.
No es así, la UAS de hoy no es la
que vivieron Rocha y Cuén en su etapa activa, hay una generación académica sin
precedente con grandes méritos que viene empujando y merece una oportunidad
para ocupar más cargos directivos que nutran a la institución de un nuevo aire
a sus funciones sustantivas.
Y eso obliga a ir en la dirección
de la reforma institucional, es decir, de la polémica que acaban de escenificar
el gobierno y los poderes universitarios, sacar algo o mucho de provecho,
cuanto representa la oportunidad de avanzar en una reforma donde la que gane
sea la Universidad.
Tengo claro que toda Universidad
pública no está exenta de interferencias políticas y en el caso de la nuestra, es
prácticamente imposible que no sea así por su historia política y su número de
universitarios, la cuestión es como hacer para que esa interferencia no sea dañina
y los grupos organizados este regulados por la institución de manera que su
influencia no se sobreponga sobre lo sustantivo.
Ahí está el quid de la cuestión que
es la oportunidad que hoy tiene la Universidad para intramuros discutir -cómo
lo establece la Constitución, la ley de educación superior, la ley orgánica y
los reglamentos - los temas de fondo y demostrar que puede aprovechar la coyuntura
polémica para auto reformarse eliminando lastres que datan de décadas y exigen
ser removidos para una oxigenación institucional.
Seguir en la dinámica espartana
de que a golpe de denuncias y sesudos diagnósticos vayan a cambiar las cosas es
como pensar que un gobernador con su agenda será capaz que a base de declaraciones
cambiara las cosas en un sentido sustantivo porque lo otro es pensar, y vaya
que hay quienes lo piensan, que lo que necesita la UAS es un manotazo político para
un nuevo patronazgo partidario. O sea, que se vaya el PAS para que llegue Morena,
¿o no es, lo que, a ojo de buen cubero, estuvo en juego en estos dimes y
diretes?
Ya lo vimos en estas semanas que lo
único que provocaron fue polarización y, luego, de las jornadas mediáticas
aquello terminó con el repliegue y el cerrón del gobernador que dejó pasmados a
quienes le apostaban al “ahora, si, le llegó la ahora a Cuén”.
Sin embargo, insisto, el rector
Jesús Madueña que está haciendo un buen papel debe aprovechar la atmosfera que
dejó esta confrontación para entrar en un autoanálisis o dicho técnicamente en su
análisis FODA, es decir, al territorio de las fortalezas, oportunidades,
debilidades y amenazas para de esa forma encaminarse a un ejercicio de cambio constante
que vaya dejando de lado las interferencias partidarias o, mejor, reduciendo esas
interferencias que provoca dentro y fuera de la Universidad.
De no ocurrir algo en esa
dirección lo que tendremos es que, en el mediano plazo, cuando se defina lo que
a mi juicio tensionó la relación del gobernador, con su aliado electoral, podría
volver la tensión sobre la Universidad. Sea porque la presunta candidata del gobernador
sea la beneficiada por el dedo del presidente o igual resulte candidato a quien
apoya Cuén Ojeda salvo que una nueva alianza calme, como sucedió, el
enfrentamiento.
Y es que Cuén se cuece aparte por
tres razones no menores: Influye en la Universidad, tiene un partido político
con decenas de miles de miembros y capacidad de interlocución y negociación con
actores de la escena nacional.
Eso lo sabe Rocha y por eso su afán
de reducir a Cuén y a los cuenistas a su mínima expresión cuando la sensatez
llamaría a recordar que están en el mismo barco político y buscar formas de
entendimiento político para que la UAS avance en lo suyo.
En definitiva, si no hubo un
pacto afuera, mejor un pacto dentro de la UAS y en eso debemos contribuir todos
los universitarios.
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