Y XÓCHILT APARECIÓ EN ESCENA
Y XÓCHILT APARECIÓ EN ESCENA
Ernesto Hernández
Norzagaray
Los aspirantes presidenciales del
llamado “Movimiento de Regeneración Nacional” están cada día más fuera de la
conversación pública producto de un diseño formulado para difundir las
“conquistas” del gobierno de López Obrador, las “debilidades” de la oposición y,
mostrarse por el país, con la cara sonriente de la “continuidad con cambio” de
la Cuarta Transformación.
Primero, son seis los aspirantes,
diciendo casi lo mismo y algunos con el mismo tono tabasqueño. Segundo, ninguno
se puede salir del guion establecido que es un verdadero corsé discursivo. Tercero,
hablan en la plaza pública viendo, a cada momento, la reacción del presidente
y, cuarto, tienen que guardarse sus opiniones, porque solo hay una, la del
presidente López Obrador.
Y ahí radica la debilidad de este
andar por el país durante 70 días porque al estar sujeto a la observación
presidencial y a un guion prestablecido -pautado por el presidente y controlado
por Morena, el INE y el TEPJF- están acotados so riesgo de que si lo violan
quedan fuera de la jugada más por una decisión política, que jurídica o ¿acaso
hay razones sólidas para pensar que el INE de Taddei se atreverá a sacar
tarjeta amarilla o roja a quien se salte las reglas? No lo ha hecho, hay
medidas cautelares.
Lo que hemos visto estas en semanas
de ese largo caminar en medio de oleadas de calor, es la reiteración del lugar
común, la exaltación de resultados que chocan con la realidad cotidiana, la
falta de recursos persuasivos, los acarreos para hacer bola, las fotografías a
modo y, sobre todo, la imposibilidad de decir está boca es mía.
O sea, cualquiera que asista a un
evento de Claudia Sheinbaum no encontrara mucha diferencia con uno de Ricardo
Monreal y, el que va a uno de Adán Augusto López, es como si fuera a otro de
Gerardo Fernández y, quien asiste a uno de Marcelo Ebrard, no hace gran diferencia
con cualquiera de Manuel Velasco.
Entonces, el resultado en
términos de proselitismo es magro, es un discurso en el mejor de los casos para
los de “casa”, los que ya saben por quién van a votar que son en su mayoría los
que asisten a los actos de Morena y sus aliados porque además ¿no es para
decidir quién es el candidato del Movimiento si no para ungir por el llamado “método
democrático”. ¿Y el mensaje para el resto? Aquel 75 por ciento que está con la
oposición, en las filas del abstencionismo o la desafección partidaria.
El guion del “Movimiento” no
sirve para dar visibilidad a las capacidades que sin duda tienen cada uno de
ellos. Y es que está decidido desde antes, en Palacio Nacional, para procesar
“democráticamente” una decisión al puro estilo del Maximato callista. A Claudia
se le cargaron los apoyos desde el principio con un dispositivo de seguridad de
“úsese en caso de emergencia” de manera que si caía Claudia por falta de discurso,
carisma, empatía, estaría listo Adán Augusto el señor de los relojes.
De no haber sido así, lo que
esperaría es que el método de selección del candidato hubiera sido ajeno al
presidente y que los aspirantes a “Coordinador Nacional de Defensa de la 4T”
expusieran sus ideas libremente sobre el país. Su proyecto político más allá
del dogma de la 4T. Incluso, que criticaran “con ánimo constructivo el proyecto
de nación”.
Pero eso, no era posible, bajo el
guion establecido. Y, ahora, que aparece la figura de Xóchilt Gálvez en el
escenario de la oposición y cuando con extraordinaria rapidez captura la
atención pública, relegando mediáticamente las “corcholatas”, el presidente se
han vuelto rehén de ella como vemos que no deja de hablar mal de su aspiración
y eso, ya sabemos, provoca victimización del objetivo. O sea, pega a las “corcholatas”.
Claro, se podrá decir, con cierta
dosis de verdad que el cuarto poder está en manos de la oligarquía y eso
explica todo. Me preguntaría, ¿y antes? Cuando solo hablaban del presidente
López Obrador y las “corcholatas”. Al margen de los propietarios, los medios generan
información, es su razón de ser y en eso están.
El presidente cuestiona mal a
Xóchitl y lamentablemente se repite la crítica al unísono. Y eso está
provocando una reacción contraria. El presidente inconscientemente se ha
convertido en el jefe de campaña de Xóchilt y las “corcholatas” el eco
sextuplicado. Estamos, entonces, ante el fracaso de un método de selección de
candidato (a) que de momento no se ve como pueda revertirse por los mismos
mecanismos de control.
Y faltan todavía muchas semanas
de “campaña” de los presidenciales. ¿Seguirán repitiendo el mismo guion, habrá
un cambio de relato, debatirán entre ellos? ¿Qué van a hacer en esta
circunstancia que no estaba prevista y que partía de la idea de que la oposición
no tenía manera de tener un candidato medianamente competitivo? Y que todo, era
un mero trámite, para alzar con el triunfo interno a Claudia Sheinbaum.
Xóchilt, todavía ni siquiera es
candidata de la oposición y ya provocó un cisma en la Presidencia y la
dirigencia de Morena, al grado que lo único, que se les ha ocurrido es la desacreditación
por razones machistas y “sumisión a la oligarquía” expresadas por el Presidente
López Obrador, las de su origen indígena como lo vemos con algunos moneros
irritados, las de clase con aquello de que “no cualquier mujer puede ser
presidenta” de Claudia Sheinbaum y, hasta, los que afirman que será una
mercancía con huipil como antes fue Peña Nieto y La Gaviota.
O sea, están enojados y, peor,
desconcertados lo que llama a la mesura a la inteligencia política. Y ahora, López
Obrador necesita un plan B, que le permita retomar el control de la narrativa
porque el votante promedio que tiende hacer cálculo racional, de costos y
beneficios, empieza a ver que la máxima triunfalista de “este arroz ya se
coció” no parece claro y vendrán unas elecciones más competitivas de lo
previsto.
En definitiva, la campaña interna
del “Movimiento” están llegando a su techo de movilización y la oposición con
Xóchilt ya capturó la conversación política algo que hace unos días se veía
como imposible.
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