NUESTRA NARRATIVA
NUESTRA NARRATIVA
Ernesto Hernández
Norzagaray
En Sinaloa, estamos viviendo a
nivel de narrativa gubernamental, una suerte de esquizofrenia entre la agenda
mediática y la realidad social.
Los énfasis del gobierno estatal,
con su correlato en los municipales, han estado los últimos meses y semanas en
el tema de los productores agrícolas, la presunta corrupción de la UAS, el PRI
y la reaparición en la escena pública del exgobernador Mario López Valdez, los
periodistas que “solo están dedicados a hablar mal del gobierno”.
¿Esos son los temas que están en la cabeza de
un sinaloense de a pie? ¿en aquel que batalla diariamente para sacar adelante a
su familia? ¿es ahí donde están los problemas? ¿no se estará errando o, peor,
distrayendo de lo esencial?
No, por supuesto que no, hay un
problema serio con los sueldos y salarios que siguen siendo de los más bajos
del país, tenemos problemas en materia de salud y en pobreza en sus dos
modalidades (simple y pobreza), el número de los homicidios dolosos sigue
siendo muy alto y el de desapariciones forzadas que no cesa pese a que ocurre
en el silencio o por eso, como tampoco el de los feminicidios o los
desplazamientos humanos desde la sierra a la región de los valles y sus centros
urbanos. Vamos, hay, también, un serio problema de impartición de justicia.
No se digan los problemas de los
centros urbanos con los narcos bloqueos y el sentimiento de abandono que viven
muchas comunidades rurales a los que no les alcanzan los servicios y seguridad
públicos, las inversiones generadoras de empleo, la corrupción en los gobiernos
municipales o los problemas crónicos en materia de infraestructura.
Pero, en lugar de tomar el toro
por los cuernos, estamos hablando de otra cosa menos triste. O sea,
frecuentemente pareciera que nuestra esquizofrenia tiende a ser tan grave que
un día alguien vendrá a recordarnos que no somos Sinalandia -cómo, en su
momento lo hizo Porfirio Muñoz Ledo, para calificar al gobierno de Vicente Fox
con aquello de Foxilandia.
Entonces, un “gobierno con
sentido social” debería volver a lo básico, a los problemas estructurales, a
los que tienen que ver con personas de carne y hueso y que reclaman atención y
suministro de los recursos escasos que tenemos en una economía que sigue
aportando el crónico 2% al PNB y que la administración depende mayormente de
las participaciones federales lo que en un estado con vastos recursos naturales
es un contrasentido.
Pero, hay ignorancia y soberbia en
el primer círculo del gobierno que sienten saberlo todo o, peor, que para el
gobernante todo es político.
Habría que volver al diagnóstico
si es que alguna vez se hizo con seriedad y no ser rehén de la intuición, la sospecha,
la experiencia burocrática o el día, a día, sobre lo que necesitan los
sinaloenses que al no tener ese diagnóstico termina derrochando, insisto, los
recursos escasos -Y, perdón por la sugerencia, pero un buen documento es el
libro colectivo que coordine junto con el Dr. Guillermo Ibarra Escobar: Los
grandes problemas de Sinaloa, que aporta cifras con reflexiones importantes
para la instrumentación de políticas públicas sustentables.
Sinaloa, permanentemente necesita
ser diagnosticada, y es tarea de los asesores que siempre deben estar
preparando documentos sustanciosos que hagan eficaz y eficiente al gobierno y
su Plan Estatal de Desarrollo.
Y es que no parecen estar
haciendo su trabajo, cuando la narrativa de gobierno es estar siempre buscando
al “enemigo” de la semana para de esa manera obnubilar los problemas reales del
estado y, si se obnubilan, lo que tenemos es que los problemas se anquilosan y
eso, para el eslogan de un “gobierno con sentido social” es criminal.
El gobernador se queja
constantemente de que no se valora su trabajo y que no tiene la visibilidad que
debiera, al margen de los matices que habría que poner, tendríamos que decir
que basta un vistazo a las ocho columnas de cualquier diario o semanario
impreso, los programas de radio o las tertulias y nos daremos cuenta donde está
el foco de interés.
En definitiva, la moraleja
campirana, de que cada uno cosecha lo que siembra, para el caso de los
gobiernos es lo mismo, cosecha lo que siembra.
Al tiempo.
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