LA IMPOTENCIA, MALA CONSEJERA
LA IMPOTENCIA, MALA CONSEJERA
Ernesto Hernández
Norzagaray
El primer sábado veraniego en La
Reforma, Angostura, se sentían las oleadas de calor que caían como fardos sobre
los cuerpos apelmazados alrededor del acto oficial de entrega de las tarjetas
del Programa Bienpesca y todos, los ahí reunidos, buscaba guarecerse para
evitar el amenazante golpe de calor.
La ceremonia transcurría conforme
el programa establecido y todo parecía ir viento en popa, al gobernador se le
veía displicente con los ahí reunidos muy a pesar del calor de la atmosfera y a
sabiendas de que este algunas veces hace malas jugadas sobre todo por ese
efecto psicológico que provocan sus oleadas.
Así ocurrió con el gobernador que,
ante la falta de preguntas sobre el motivo del acto político-administrativo, la
entrega de motores para lanchas ribereñas y, seguramente, si, por aquellas sobre
otros temas de la política nacional, lo sacó de sus casillas y reclamó airadamente
a los reporteros por todo lo alto.
“Hoy vine aquí, dijo molesto
Rubén Rocha, ni uno me preguntó que, si a qué venía, nadie me preguntó que si
que rollo con los motores (apoyos), nadie me dijo nada que sí que, con el
Bienpesca, nada, porque eso no les importa a ellos, a ellos lo que les importa
es hablar mal del Gobierno”.
Y, seguramente es frustrante,
para cualquier gobernante que busca que cada uno de sus actos y más cuando hay
apoyos sociales alcancen la mayor visibilidad, que se multipliquen en
percepción, como una acción de este “gobierno con sentido social” ya que en su
foro interno considera debieran ganar las ocho columnas de los impresos y dominar
la conversación pública, pero, para su desgracia pasan desapercibidos o es una
nota perdida entre las que están de relleno en cualquier medio o tertulia.
Sin embargo, el funcionario no
puede influir aun cuando sea el que “compra publicidad” en la agenda de los
medios pues estos tienen sus prioridades sean por sus lectores y audiencias, la
coyuntura o, simplemente, el reportero asume lo que puede generarle visibilidad
en la información pública.
Vivimos tiempos posmodernos en
que se informa aquello que vende más y es tarea de los medios buscar esa
mercancía luminosa, capaz de encantar y satisfacer morbosidades, capturar la
atención de lectores y audiencia, con la primicia del momento.
Así que evidentemente, la entrega
de unos motores quizá no era el tema que los dueños de los medios, y sus
reporteros, y aprovechaban la presencia del gobernador en el más pequeño de los
municipios del estado para preguntar sobre aquello que está más cerca del ánimo
de los pobladores de la región del Évora o de Sinaloa.
Y debería saber el gobernador, que
unos motores por más necesarios que sean para los pescadores ribereños no venden
entre los consumidores de noticias y evitarse esos desplantes irritados que
ratifican su escasa tolerancia por aquello que no está bajo su control y, es que
evidentemente, nunca podrá tenerlo absolutamente por más que lo reclame y luego
corrija para volverlo hacer como un gobernante obsesivo.
Y, bueno, ¿a que viene aquel
reclamo de que “medio que no este acuerdo pase a la Secretaría de Gobierno para
que revise su convenio de publicidad” y, que, en esta ocasión, lo insinuó de
nuevo cuando afirmó de “nosotros, de nosotros viven también, que tengan en
cuenta eso…”?
Es decir, a pesar del tiempo que
ha pasado, la máxima patrimonialista de José López Portillo de “no pagó para
que me peguen” dirigida a la revista Proceso sigue vigente en las prácticas
diarias del “gobierno de la IV Transformación” que está demostrado tiene sus
preferidos a los que compra generosamente y recibe a cambio hasta el editorial.
Sinaloa, tiene ya una dilatada
experiencia de periodismo libre que resiste a estos embates del gobernador en
turno, a los personeros de los otros poderes incluido el factico, por lo que ya
se está volviendo una rutina recurrente ver al gobernador gesticulando con los
brazos en alto contra todos aquellos críticos que estamos en los medios.
Es hora de que reconsidere su
actitud porque no está obteniendo lo que desea y, probablemente, nunca lo va a
lograr. Porque el periodismo libre es más que un gobernador, un periodo de
gobierno, una obsesión de control absoluto.
Sería mejor que asuma, o mejor
reasuma, las posturas que le conocimos cuando era un demócrata convencido del
valor de la pluralidad y que lo exponía con vehemencia a la primera
oportunidad, y esa impostura quizá le ayudó mucho para alcanzar el cargo que
hoy detenta y que muy poéticamente lo dijo en Angostura: “Me interesa
sobremanera delante de este bonito mundo de gente que yo digo que me defiendan,
ojalá y no me dejen abajo (sic)”.
La buena identidad de los
gobiernos con sus gobernados, aun con la diversidad de intereses que existen en
cada sociedad, radica en la capacidad del gobernante para que, por encima de
temperamentos y calores tropicales, pueda estar en sintonía con las
aspiraciones sociales y a la prensa hay que dejarla hacer su trabajo en
libertad.
Así de sencillo.
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