CALOR, ¡MALDITO CALOR!
CALOR, ¡MALDITO CALOR!
Ernesto Hernández
Norzagaray
No hay duda. Este inicio de
verano es más caliente que el del año pasado y las precandidaturas
presidenciales “corcholatas” tienen más edad que hace un año. O sea, incluido
Gerardo Fernández y Manuel Velasco, excepto este último, que es el más joven,
nació en 1980, son personas de edad que están en la sexta década de su vida.
Es decir, como lo escribió el
filósofo Miguel de Unamuno en su obra magistral “Del sentimiento trágico de la
vida”, están en la antesala de la última década útil, lo que significa que la fuerza
y lozanía de la juventud ha quedado irremediablemente en el baúl del pasado. La
vida empieza a cobrar las facturas y aparecen los achaques que recuerdan la
fragilidad del cuerpo. Y los consabidos llamados de atención. Aquellos que
llaman a cuidar las rutinas, las comidas, los tragos, los excesos.
Y más entre aquellos que han sido
sedentarios. Que no cultivan una vida de ejercicio físico, el buen dormir y los
consumos sanos. Pero, peor, aquellos que
diariamente manejan altos niveles de stress, comen a deshoras, duermen mal y al
día siguiente, se repiten lo misma dieta. No tienen sosiego y se empieza a ver
su costo en las ojeras, las arrugas, el agotamiento, el humor.
Y es mayor en el caso de las
llamadas “corcholatas” que traen detrás largas jornadas en las cámaras
legislativas, las sesiones y viajes del gabinete presidencial o, en el caso de
Claudia Sheinbaum, la administración de la complicada Ciudad de México, que un
día nos sorprende y otro también. Además, todos ellos, sufren el diario
batallar de la política, la de mantenerse al día, en el ánimo del efectivo y estar
en la jugada, lo que significa la doble jornada o la triple de 24 horas cuando
llama a estar atento al timbrazo del teléfono rojo.
Se dirá, claro, que todo ello tiene
su compensación y la mejor muestra es que están en la recta final de la mayor
definición política en cualquier país. Ser el sucesor de quien en estos
momentos ocupa la silla presidencial o tener derecho a un buen premio de
consolación. Y eso, suponemos, obliga a cualquier sacrificio, por más pesado
que este resulte para su humanidad. Todo con tal de estar en la foto. Quizá, lo
único malo, es que es en pleno verano. Cuando los termómetros en la mayor parte
del país supera los 35 grados, pero, en muchos lugares del territorio nacional,
llega hasta los 45 con sensaciones térmicas superiores (que es, lo que explica,
el aumento exponencial de muertes por golpe de calor).
Y si eso sacude, hasta la
naturaleza y entereza de los nativos, la gente acostumbrada a vivir con esas
temperaturas cómo no va a sacudir a los que hasta ahora han estado cómodamente
en sus despachos de la metrópoli. Y es que, en estos pocos días de precampaña,
para alcanzar la nominación de “Coordinador de la Defensa de la Cuarta
Transformación” el calor hace estragos por lo que las rutas de los aspirantes
podrían estar elaboradas más que en clave política, de movilización de la
militancia, en función de las temperaturas.
No obstante, a todos ellos se les
ve sonrientes en los actos multitudinarios donde el calor se incrementa con la
gente aglomerada y el roce de otros cuerpos. Con la llanura de un escenario
desprovisto de techumbres y el tener que discursar diariamente al filo del
mediodía. Sea en Oaxaca, Puerto Vallarta, Tuxtla Gutiérrez, Zacatecas,
Mazatlán, Culiacán, Los Mochis, Navojoa, Cuernavaca o Tijuana.
Luego, o antes, las cansadas
conferencias de prensa y las entrevistas maliciosas donde el reportero audaz busca
sacar la nota del día. Aquella que alcance la prensa nacional. No hay respiro. Las
“corcholatas” deben terminar exhaustas, caer como fardos sobre la cama. No
menos cansadas son las cenas largas con los hombres y mujeres de empresa que
están a la expectativa de lo que pueda marcar la diferencia con el residente de
Palacio Nacional. Y así cerrar el día, entre abrazos y promesas, de que con “él
o ella” le irá mejor a México.
Y al día siguiente de nuevo el
aeropuerto o la carretera para ir al encuentro del calor, con el maldito calor,
para un nuevo baño de pueblo y repetir el guion, las anécdotas, los mensajes
lanzados al oído de presidente.
Aquel de estoy cumpliendo, muy a
pesar de la humedad que baña la piel de manera bochornosa y exuda los aromas
más profundos de cada uno de ellos. No faltará quien, en su foro interno, en su
momento de soledad en un baño proteste en silencio por este suplicio impuesto que
representan los 70 días o, más, en el caso, de quien gane la encuesta de
inmediato deberá reanudar el recorrido ya con el nombramiento rimbombante de
“Coordinador (a) de la Defensa de la IV Transformación”. Y así, hasta el
próximo verano, cuando se celebren las elecciones concurrentes y se viva el
estrés de espera de los resultados.
López Obrador se ve en ese espejo
de sacrificio, el de los largos recorridos por todos los rincones del país
dando discursos y comiendo en fondas de mala muerte, lo hace hoy con una
sonrisa socarrona cuando ve el sacrificio físico de Claudia, Adán Augusto,
Marcelo y Ricardo, menos quizá de Gerardo y Manuel, que en los actos públicos
“buscan la sombrita” para evitar los rayos inclementes del sol y es que para
estar era la aduana tienen que demostrar que están preparados para obedecer y resistir
cualquier sacrificio.
En definitiva, por momentos llegó
a pensar que en la definición del calendario de esta precampaña, la de los 70
días, hay una cierta dosis de perversidad, primero porque el presidente López
Obrador es y será el dueño de la decisión en este proceso y bien, pudo reducir
los recorridos a 30, 45, 60 días, pero, no, tenían que ser 70 días de calor,
del maldito calor, para saber de qué están hechas cada una de las corcholatas.
Y, eso si no lo saben los
sudorosos, si lo intuyen y ahí van todos con una sonrisa impostada cruzando las
oleadas de calor y humedad.
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