EPIGMENIO COMO ARGUMENTO POLÍTICO

 EPIGMENIO COMO ARGUMENTO POLÍTICO

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

Epigmenio Ibarra en su entrevista con Ciro Gómez Leyva de esta semana repite su ejercicio de moral pública. Piensa, ordena, pausa, gesticula y suelta el argumento moral, al que nos tiene acostumbrado con su voz serena, precisa, envolvente.

Aquel argumento situado en el ancla moral del obradorismo que siempre termina viendo los males de hoy en el pasado, no en los que están gobernando, sino en los que se fueron. Que, para el comentarista, el pasado siempre es presente y el presente es futuro. Y cómo tal, no cabe ninguna crítica contra los que gobiernan hoy porque sería, a juzgar, un contrasentido.

Esta semana fue contra los periodistas Joaquín López Dóriga, Beatriz Pagés, Raymundo Rivapalacio, quienes habrían cometido una “gran irresponsabilidad” al señalar que el presidente López Obrador sería responsable si algo pudiera pasarle a Xóchilt Gálvez luego de la embestida verbal, sostenida contra la todavía aspirante a la candidatura presidencial del Frente Va por México.

Epigmenio Ibarra sostiene, a tono con el argumento de López Obrador, que estos personajes de los medios de comunicación “tradicionales” han emprendido una cruzada contra el residente de Palacio Nacional cuando mencionan, algo que ya se le ha dicho cuando ataca a periodistas, que, esto puede terminar activando agresiones contra los aspirantes a la candidatura presidencial opositora.

Pero, no falta razón, la muestra está ahí pulsante, con los 48 periodistas asesinados durante los casi cinco años de gobierno obradorista y, quizá, cientos de miembros de partidos que han perdido la vida más o menos silenciosamente.

Sólo en el marco de los comicios de 2021, según la empresa Etellekt que da seguimiento al Indicador de Violencia Política cayeron 102 políticos ligados a partidos políticos de los cuales 36 fueron candidatos a cargos de elección popular. O sea, no se está hablando en abstracto, sino de personas de carne y hueso que informaban o militaban en un partido político. De familias rotas que se han quedado huérfanas de un padre, una madre, un hijo, una hija.

Así que sugerir y señalar que esto puede ocurrir nuevamente contra un aspirante o un candidato presidencial, como el ocurrido en marzo de 1994 donde perdió la vida Luis Donaldo Colosio no es una hipótesis falsa, unas ganas de fastidiar el día al presidente, sino está anclada a una experiencia inmediata que todavía lastima la conciencia nacional.

Y ahí es donde Epigmenio Ibarra pone por delante su incondicionalidad al argumento del presidente, lo otro, dirá, minimizando, son daños colaterales que existen en cualquier país y momento. Que tiene importancia, pero no, la que el periodismo “tradicional” busca imprimirle.

Y por ello, en su perspectiva defensora, hay que ir a lo que él considera importante que es lo que cae sobre la figura del presidente López Obrador, es decir, lo que se ha dicho siempre: “AMLO siempre será la víctima”.

En la lógica de Ibarra el presidente no hace más que defenderse de sus adversarios que buscan dañar su imagen, su esfuerzo por México y, porque no, que intentan derrotarlo en las urnas.

Y, por eso, Epigmenio, desde su comentario semanal busca defenderlo de esos “ataques” sistemáticos del periodismo maledicente. El problema no es que lo defienda que está en su derecho como militante de Morena. Es su tarea como intelectual orgánico del obradorismo. Sino que esa postura necesariamente lo pone en una situación de parcialidad y subjetividad. Y lo sabe, cuando acude a las emociones de los fieles al obradorismo y a la captura ideológica de quienes sucumben a su narrativa.

Además, lo hace bien, sin sobresaltos verbales, en una misma línea expresiva, con el mismo gesto adusto, la mirada fija y centellante, cada vez que pontifica con la pedagogía de un ministro de culto. Esa que tanto gusta escuchar como canto a muchos mexicanos. Que está en nuestra ADN católico, educativo, formal.

Y es que, a Epigmenio Ibarra, le molesta que critiquen al presidente López Obrador, lo que es contrario a toda lógica democrática. Y por eso, ve en sus detractores, una suerte de complot sistemático que busca manchar la imagen de su prohombre. No el derecho a la libre expresión en una sociedad democrática. Aquella que en la actual circunstancia política ve los efectos que puedan tener los ataques del presidente en sus conferencias mañaneras sobre colectivos como el de los periodistas, las buscadoras, opositores.

Esas conferencias, que se nos dice, serán siempre de buena fe para alertar a los “enemigos del pueblo”. Y es que, en la lógica de Epigmenio, los excesos son de los contrarios. Del lado de los conservadores, los corruptos, los emisarios del pasado prianista, los políticos de la oposición, los periodistas e intelectuales críticos. No menos aquellos que el presidente identifica como miembros de la llamada Mafia del Poder. Que dicho de paso ofreció combatir y, hasta ahora, sus mayores exponentes gozan de cabal libertad dentro y fuera del país.

Y es ahí donde radica el mundo binario de Epigmenio Ibarra. Del lado de AMLO están los buenos, los que verdaderamente quieren a México, mientras en el resto están los malos que quieren volver por sus fueros y restablecer privilegios.

En esa matriz maniquea se cierne toda la realidad y está el “vamos bien” que de vez en vez proclama el presidente desde su púlpito matutino. Esta semana nos dijo que vamos bien en materia de seguridad y lucha contra la pobreza.  Aunque la realidad diga lo contrario.

Así, para Epigmenio Ibarra exhibir las deficiencias de este gobierno siempre será considerada una asechanza de los conservadores, una traición a la patria, de quienes no están con el proyecto de transformación.

Y como todo en ese imaginario es lucha política, los problemas sociales tienden a hacerse insalvables, en seguridad, salud, educación, infraestructura…

Por eso son importantes personajes mediáticos como Epigmenio Ibarra, lo es para los acólitos del obradorismo que encuentran en él la voz del camarada que defiende la causa como miliciano y los no obradoristas que ven en su ejercicio semanal al más brillante de los defensores del presidente, del proyecto de la 4T.

En definitiva, la alerta que han hecho los periodistas señalados sobre un eventual ataque criminal a Xóchilt Gálvez cimbró a Palacio Nacional y el presidente, ducho en el bateo político, luego de rechazarlo mediáticamente dio un paso atrás y llamó a la calma a sus huestes y a evitar agredir a los aspirantes de la oposición y a sus voces a dosificarlo en las mesas de análisis.

Sin embargo, omite la amenaza más importante que señala Raymundo Rivapalacio y no es que un eventual ataque pueda provenir de un fanático obradorista sino de un miembro del crimen organizado por aquello de que “tú enemigo, es mí enemigo”.

Al tiempo.

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