LOS TRANSFUGAS
LOS TRANSFUGAS
Ernesto Hernández
Norzagaray
Una constante en nuestros singulares
procesos de alternancia en los cargos de elección popular, desde la Presidencia
de la República a los gobiernos de los estados y municipios, ha sido el flujo sin
rubor de militancias al partido ganador, o sea, por encima de todo, domina la entelequia
de estar siempre con el ganador aquel que garantiza permanencia y beneficios económicos
y políticos en el corto plazo.
Es una anomalía propia de nuestro
sistema de partido que tiene una baja lealtad e identidad partidaria y una alta
proclividad de los militantes por sobrevivir en el sistema sea con uno u otro
partido.
Bien lo recomienda la máxima de nuestra
política parroquial: Todo, menos, a quedar fuera del presupuesto.
Así ocurrió con el triunfo de
Vicente Fox, y continúo con el de Felipe Calderón, cuando muchos priistas y militantes
de la izquierda variopinta llamó al “voto útil” que con el triunfo en la bolsa se
aprontaron rápidamente en Los Pinos para rendir pleitesía y buscar colocación
en el nuevo gobierno.
Ahí están como ejemplos Elba
Esther Gordillo, Miguel Ángel Yunes, Roberto Campa y los Fernando González y Yáñez
que recibieron privilegios o fueron a ocupar distintos cargos en las administraciones
públicas panistas y, también, intelectuales de la talla de Jorge Castañeda.
Cuando viene el triunfo de
Enrique Peña Nieto sucede lo mismo y ex priistas volvieron al redil,
acompañados de panistas reconvertidos al peñismo que tuvo su momento culminante
en la firma del Pacto por México.
De esa época, hay que recordar a
personajes como Mario López Valdez, el magistrado electoral José Luis Vargas
Valdez incluso a Javier Corral, el ex gobernador de Chihuahua, al que se le identificó
como “funcional” al peñismo.
Con el triunfo del obradorismo,
que a muchos analistas políticos lleva certeramente hablar de la “refundación
del PRI”, fue más notorio con la llegada de un alud de figuras relevantes entre
las que destacan exgobernadores que han sido premiados con embajadas y donde
están Quirino Ordaz, Claudia Pavlovich y Carlos Aysa, por mencionar solo
algunos, pero el flujo desde el PRI es permanente y más en estos tiempos de “definición”.
López Obrador y los gobernadores
de la 4T siguen atrayendo a priistas como lo estamos viendo con el desplumadero
del PRI que está activo con la renuncia de decenas de priistas de primera fila
en varios estados y sucede en Sinaloa, con Jesús Valdez, Marcos Osuna, Fernando
Pucheta, Gloria Himelda Félix, Sandra Lara, Javier Luna, Gabriel Ballardo,
entre otros.
Varios, si no son todos, van a
pasar al partido Morena ya que es parte de una operación política que busca
vaciar, reducir el sistema de partidos, y que Morena ocupe el mayor espacio
político en el país lo que explica en Sinaloa la seducción de liderazgos priistas
y la persecución política en contra de Héctor Melesio Cuén y su familia para
luego, suponemos, atraer a la parte más activa de la militancia del PAS.
Se trata de que en las próximas
elecciones de 2024 haya solo de una sopa en la boleta electoral, aunque
aparezcan otros partidos y candidatos, otros emblemas y colores, pero, en clave
de candidatos, sean aquellos identificados como operadores eficaces en otros
partidos -Ya se les olvido, como los operadores priistas y panistas fueron neutralizados
en 2021.
Ya veremos el resultado en los
próximos meses cuando los tránsfugas convertidos al morenismo y con la estética
guinda, el lenguaje ortodoxo, binario, del huésped de Palacio Nacional.
O sea, no hay algo nuevo en la
política, la narrativa sigue siendo la que utilizó con eficacia el PRI “revolucionario”
durante décadas y que el obradorismo, actualiza con un barniz antineoliberal y la
experiencia en la operación viene del priismo y una franja de la izquierda entrenada
en la lucha social, lo que significa una tendencia antidemocrática, que ya
estamos viendo en distintas manifestaciones desde la selección de candidatos
hasta el estilo autocrático de gobernar.
No vayamos muy lejos para darnos
cuenta en la simulación para elegir a quien todo indica ya está decidido y, no
obstante, se hace este “ejercicio democrático” saltándose la ley electoral a
sabiendas de que nada podrá cambiar lo que ha decidido, y mucho, el huésped de
Palacio Nacional.
¿Y los tránsfugas? Bien gracias.
Al tiempo.
Ernesto Hernández
Norzagaray
Una constante en nuestros singulares
procesos de alternancia en los cargos de elección popular, desde la Presidencia
de la República a los gobiernos de los estados y municipios, ha sido el flujo sin
rubor de militancias al partido ganador, o sea, por encima de todo, domina la entelequia
de estar siempre con el ganador aquel que garantiza permanencia y beneficios económicos
y políticos en el corto plazo.
Es una anomalía propia de nuestro
sistema de partido que tiene una baja lealtad e identidad partidaria y una alta
proclividad de los militantes por sobrevivir en el sistema sea con uno u otro
partido.
Bien lo recomienda la máxima de nuestra
política parroquial: Todo, menos, a quedar fuera del presupuesto.
Así ocurrió con el triunfo de
Vicente Fox, y continúo con el de Felipe Calderón, cuando muchos priistas y militantes
de la izquierda variopinta llamó al “voto útil” que con el triunfo en la bolsa se
aprontaron rápidamente en Los Pinos para rendir pleitesía y buscar colocación
en el nuevo gobierno.
Ahí están como ejemplos Elba
Esther Gordillo, Miguel Ángel Yunes, Roberto Campa y los Fernando González y Yáñez
que recibieron privilegios o fueron a ocupar distintos cargos en las administraciones
públicas panistas y, también, intelectuales de la talla de Jorge Castañeda.
Cuando viene el triunfo de
Enrique Peña Nieto sucede lo mismo y ex priistas volvieron al redil,
acompañados de panistas reconvertidos al peñismo que tuvo su momento culminante
en la firma del Pacto por México.
De esa época, hay que recordar a
personajes como Mario López Valdez, el magistrado electoral José Luis Vargas
Valdez incluso a Javier Corral, el ex gobernador de Chihuahua, al que se le identificó
como “funcional” al peñismo.
Con el triunfo del obradorismo,
que a muchos analistas políticos lleva certeramente hablar de la “refundación
del PRI”, fue más notorio con la llegada de un alud de figuras relevantes entre
las que destacan exgobernadores que han sido premiados con embajadas y donde
están Quirino Ordaz, Claudia Pavlovich y Carlos Aysa, por mencionar solo
algunos, pero el flujo desde el PRI es permanente y más en estos tiempos de “definición”.
López Obrador y los gobernadores
de la 4T siguen atrayendo a priistas como lo estamos viendo con el desplumadero
del PRI que está activo con la renuncia de decenas de priistas de primera fila
en varios estados y sucede en Sinaloa, con Jesús Valdez, Marcos Osuna, Fernando
Pucheta, Gloria Himelda Félix, Sandra Lara, Javier Luna, Gabriel Ballardo,
entre otros.
Varios, si no son todos, van a
pasar al partido Morena ya que es parte de una operación política que busca
vaciar, reducir el sistema de partidos, y que Morena ocupe el mayor espacio
político en el país lo que explica en Sinaloa la seducción de liderazgos priistas
y la persecución política en contra de Héctor Melesio Cuén y su familia para
luego, suponemos, atraer a la parte más activa de la militancia del PAS.
Se trata de que en las próximas
elecciones de 2024 haya solo de una sopa en la boleta electoral, aunque
aparezcan otros partidos y candidatos, otros emblemas y colores, pero, en clave
de candidatos, sean aquellos identificados como operadores eficaces en otros
partidos -Ya se les olvido, como los operadores priistas y panistas fueron neutralizados
en 2021.
Ya veremos el resultado en los
próximos meses cuando los tránsfugas convertidos al morenismo y con la estética
guinda, el lenguaje ortodoxo, binario, del huésped de Palacio Nacional.
O sea, no hay algo nuevo en la
política, la narrativa sigue siendo la que utilizó con eficacia el PRI “revolucionario”
durante décadas y que el obradorismo, actualiza con un barniz antineoliberal y la
experiencia en la operación viene del priismo y una franja de la izquierda entrenada
en la lucha social, lo que significa una tendencia antidemocrática, que ya
estamos viendo en distintas manifestaciones desde la selección de candidatos
hasta el estilo autocrático de gobernar.
No vayamos muy lejos para darnos
cuenta en la simulación para elegir a quien todo indica ya está decidido y, no
obstante, se hace este “ejercicio democrático” saltándose la ley electoral a
sabiendas de que nada podrá cambiar lo que ha decidido, y mucho, el huésped de
Palacio Nacional.
¿Y los tránsfugas? Bien gracias.
Al tiempo.
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