DIA DE LAS MADRES
DIA DE LAS MADRES
A la científica Ana
Luisa Toscano,
que amorosa busca incesantemente
a su hijo
desaparecido en
Mazatlán.
El video de una madre semidesnuda
en la plancha del zócalo de la Ciudad de México cargando una lona escrita donde
reclama justicia por la desaparición y muerte de un hijo, hace que esta
festividad anclada en la tradición mexicana adquiera una dimensión dolorosa que
refleja la realidad del México profundo y que lo sufren permanentemente decenas
de miles de familias.
Esta madre dice que acude al
desnudo público, para ver si de esa manera y en ese lugar, alcanza visibilidad
pública y las autoridades omisas hagan algo para impartirle justicia.
Pero, hasta donde se logra
observar, tras horas agotadoras, se viste y toma sus cosas para volver a su mundo
privado, aquel, que seguramente, no le permite alcanzar el sosiego y la paz
interior.
Y quizá, esa estampa dolorosa,
fuera un caso para la medicina psiquiátrica o la terapia psicoanalítica, la
atención como cualquier otra dolencia que consume cuerpo y mente, pero no es un
caso aislado, no es el de María o Guadalupe, sino el de miles de familias que
buscan infructuosamente a su desaparecido o desaparecidos entre los más de 90
mil casos que se han acumulado desde 2006 como recientemente lo informó con
cierto aire de impotencia y dolor, el subsecretario Alejandro Encinas.
La convocatoria de los grupos de
madres con hijos e hijas desaparecidas para hacer de esta fecha emblemática, un
día por la dignidad y contra la incapacidad de los tres niveles de gobierno
para atender el problema, tuvo el éxito esperado cuando las principales plazas
y avenidas del país, de Chiapas a Baja California, fueron escenario de protesta
de decenas de miles de ciudadanos que no aceptan una vida sin sus hijos y menos,
sin dejar de exigirle a los gobernantes.
Hace unos días falleció Rosario
Ibarra de Piedra, quizá la figura más emblemática de este reclamo que data de
los pasados años setenta, cuando cientos de jóvenes que luchaban con las armas en
mano por un México más democrático fueron detenidos y muchos de ellos
desaparecidos para siempre.
Jesús Piedra, su hijo, nunca
apareció, como tampoco sus restos, que probablemente reposan en una de las
fosas clandestinas que pueblan el paisaje nacional o en las aguas, de uno de
nuestros mares, como lo recrea para otros casos Elmer Mendoza en su novela El
amante de Janis Joplin.
Rosario, nunca abandonó la
búsqueda de su hijo, incluso, fue tan grande su exigencia por los
desaparecidos, que aceptó ser candidata presidencial en 1982 y 1988 por el
Partido Revolucionario de los Trabajadores incluso postulada en cuatro ocasiones
para recibir el Premio Nobel de la Paz.
Y es que siempre buscó poner en
el centro de la agenda pública el tema doloroso de los desaparecidos durante la
llamada Guerra Sucia incluso llegó a ser Senadora de la República con el mismo
ideario y, más recientemente, al recibir en 1989 la medalla Belisario Domínguez,
su hija trasmitió un mensaje donde este reconocimiento tan simbólico lo dejó en
resguardo del presidente López Obrador como un gesto de su lucha irrenunciable.
En la actualidad poco se habla de
aquellos desaparecidos y es que, además, de que algunos de los luchadores son
parte de los gobiernos entre ellos la misma hija de Rosario Ibarra, existe una
nueva generación de desaparecidos producto, no de la lucha por el socialismo o
contra el neoliberalismo, como acostumbra a pontificar el presidente López
Obrador, sino por el papel cada vez más protagónico de un crimen organizado que
ha demostrado capacidad para someter gobiernos y a los servicios de seguridad ante
la necedad de no cambiar la estrategia fallida de “abrazos no balazos”.
Y ahí están, como resultado, las
imágenes de esta semana de sometimiento y persecución vergonzosa de militares
mientras se multiplican el número de desaparecidos y homicidios dolosos por
todos los rincones del país y el presidente penosamente creando nuevos
distractores o reeditando los ya trillados.
Vamos el presidente ha decidido
no dar la cara a estos grupos de madres con hijos e hijas desaparecidos,
siguiendo la táctica que Carlos Salinas aplicó a sus adversarios políticos,
especialmente a los del PRD, “a quienes no veo ni oigo”, lo que es una doble
tragedia, un insumo más para la impotencia de estas familias.
¿No será que el presidente ha
creado una realidad virtual y en ella se mueve cómodamente? -Salinas y otros
presidentes también lo hicieron- y, cómo ese tipo de representación tiene sus
fijaciones, códigos, interlocutores y verdades, todo aquello que se sale de ese
marco contextual es recomendable ignorarlo o reducirlo a un mensaje rutinario al
estilo del mensaje presidencial de este 10 de mayo donde felicita a las madres
y a“…quienes están sufriendo por sus hijos, por sus
desaparecidos” para luego, inmediatamente, volver a la incesante virtualidad de
las conferencias mañaneras insumo paradójico del periodismo oficialista y filo-oficialista
que lo convierte inmediatamente en propaganda política.
Y esa
propaganda política, termina por compensar el imaginario obradorista y se
convierte en un insumo de la acrítica, la sumisión, el fanatismo e
insolidaridad contra todos aquellos que, como las madres con hijos
desaparecidos, tocan una fibra sensible de las incompetencias que no terminan
-y por lo visto no terminara- por ejercer las competencias para devolver a
estas madres algo de la tranquilidad perdida.
Y es
que seamos claros, los buenos gobiernos hacen lo que mandata la ley y saben que
su aplicación está sujeta a la rendición de cuentas, y para ello no necesita de
incentivos políticos, pero en casos donde impera la idea peregrina de que “No me vengan con que “la ley es la ley” y, esta, se
refrenda en apoyos sociales y políticos, cómo hoy lo perfilan las encuestas de
intención de voto, en varios estados que próximamente celebran elecciones, ¿qué
obligaría a cambiar el rumbo incluyendo la falta de atención a las víctimas?
Nada.
Hay
antecedentes de gobiernos que la realidad los ha obligado a cambiar la agenda
pública. Ahí está el movimiento del 68 que devino en la liberalización del
régimen político, el fraude de 1988 que aceleró las reformas institucionales electorales
provocando la creación del IFE, el movimiento zapatista que devino en el
reconocimiento de derechos a los pueblos originarios…
Sin
embargo, los movimientos del calibre de estas madres con hijos desaparecidos,
los estados que están bajo el acecho y control del crimen organizado, el
incremento de los homicidios dolosos o los feminicidios no se han traducido en
nuevas políticas públicas y presupuestos, no son atendidos como debería ser en
un Estado democrático y que lleve a evitar ese tipo de imagen que ofreció con
todo su dolor, esa mujer que en un acto de desesperación, se quitó la ropa en
la principal plaza del país para visibilizar su drama, el drama de las madres
con hijos e hijas desaparecidas.
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