ARNOLDO Y LA IZQUIERDA DEMOCRÁTICA
ARNOLDO Y LA IZQUIERDA DEMOCRÁTICA
Ernesto Hernández
Norzagaray
Cosa de tiempos de símbolos. Las
cenizas de Arnoldo Martínez Verdugo reposan ya en la Rotonda de las Personas
Ilustres o mejor de los mexicanos y mexicanas ilustres. Se trata de las cenizas
de aquel joven mocoritense que un día dejó atrás el pueblo de Pericos para
hacerse a la vida fuera del terruño que lo vio nacer y luego de un tiempo en
Sonora, donde trabaja como obrero, llegó a buscarlo en una Ciudad de México
donde todavía se vivían los estertores del final del cardenismo y la
insurgencia electoral del almazanismo.
Ingresa a mediados de los años
cuarenta a estudiar en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado, “La
Esmeralda” donde impartían clases Diego Rivera, Francisco Zúñiga, Frida Kahlo, Carlos Orozco Romero, Federico
Cantú, Luis Ortiz Monasterio, María Izquierdo y Agustín Lazo
lo que seguramente fue para este joven de raíces campesinas una revelación
política y estética.
Con esas alforjas político-estéticas
se integra en 1946 al Partido Comunista Mexicano (PCM) que, en ese entonces
tenía un perfil estalinista y algunos de sus antiguos dirigentes habían sido
expulsados por haber rechazado participar en el asesinato de León Trotsky que
había llegado a México luego de un largo periplo que lo llevó por varios países
hasta ser asilado en nuestro país y finalmente asesinado por el comunista
catalán Ramón Mercader.
Son años terribles para una
izquierda profundamente ideológica, perseguida y en la semiclandestinidad y en un
debate permanente con las otras izquierdas por la dependencia que sostenía con
la URSS.
Y justamente, en este vértice
histórico, es cuando Martínez Verdugo llega a la dirección del partido en 1949
lo que significó una tarea extraordinariamente compleja porque es cuando
prácticamente inicia la llamada Guerra Fría producto de la bipolaridad que
dejaba la Segunda Guerra Mundial con todo su anticomunismo mundial.
Son los años difíciles que José
Revueltas deja ver en su novelística especialmente en Los Muros del Agua, no
menos importante, es su Ensayo de un Proletariado sin Cabeza, donde cuestiona
la existencia misma del partido como instrumento de lucha.
A vuelta de los años sesenta
Arnoldo sería ratificado como dirigente comunista y permanecería en esa
posición hasta 1981 cuando el PCM se disuelve, para constituir el Partido
Socialista Unificado de México (PSUM), junto con otras expresiones de una
izquierda dispersa en siglas, movimientos y territorios.
Pero en los albores de los años
sesenta el movimiento comunista internacional había dado un giro de 180 grados luego
de la muerte de José Stalin en 1953 y la llegada a la dirigencia del PCUS de Nikita
Jrushchov, con su política de fin del culto a la personalidad y la
desestalinización, que provocó la ruptura chino-soviética por el “revisionismo”
del nuevo líder soviético.
Y con ello vendría cambios no
sólo en el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) sino en otros partidos
del movimiento comunista internacional. De ahí abreva Arnoldo Martínez Verdugo
y da un giro al partido más acorde con las nuevas tendencias comunistas
europeas.
El llamado eurocomunismo de personajes
como Enrico Berlinguer, Santiago Carrillo y hasta alcanzó al estalinista George
Marcháis que para el trotskismo militante era la renuncia definitiva a la
revolución permanente y una versión renovada de la tesis estalinista del “Socialismo
en un solo país”.
Esta visión crítica cuestionaba
las libertades que estaban confiscadas en la URSS y sus satélites y que los PC
europeos reivindicaban para sus países, especialmente, después de la invasión
rusa a Checoslovaquia en la primavera de 1968.
Y es por ahí, donde debemos
ubicar la personalidad del político sinaloense. Que fue distendiendo el
dogmatismo que había prevalecido en el PCM durante el periodo de la Guerra
fría. No fue casual que luego del movimiento estudiantil de 1968 que llevó a
decenas de miembros del PCM a la cárcel de Lecumberri el partido haya
renunciado a la tesis de la “revolución y la dictadura del proletariado” y en congruencia
con ello en 1976, sin registro legal el PCM, junto con la Liga Socialista,
trotskista, postularan a Valentín Campa como candidato presidencial de la
Coalición de Izquierda quien realiza una travesía simbólica enarbolando el tema
de las libertades políticas y sociales lo que grajeo simpatías y obtuvo
extraoficialmente un 5.5% de la votación emitida.
Ante una elección presidencial
sin oposición en la boleta electoral -el PAN no postuló aquel año candidato y
el PPS y el PARM postularon al candidato del PRI que fue José López Portillo-
vino la reforma electoral de 1978 y los comunistas, bajo la conducción de
Martínez Verdugo e intelectuales de la estatura de Gilberto Rincón Gallardo,
Roger Bartra, Joel Ortega, José Woldenberg y otros más participaron activamente
en los debates organizados por la Secretaria de Gobernación y se logra un nuevo
sistema de partidos para que en 1979 el PCM obtuviera el registro como partido
político nacional y participara en las elecciones federales y tuviera su
primera bancada en la Cámara de Diputados donde él funge como coordinador
parlamentario.
Luego vendría el proceso de
disolución del PCM para transformarlo en el PSUM al lado de siglas y personajes
de los distintos ámbitos de la izquierda mexicana. Esta decisión que la adoptan
las instancias del partido dio por terminada una etapa del comunismo en México.
Muchos de sus militantes continuaron en el nuevo proyecto, pero, igual, muchos
ya no continuaron en el PSUM fue así como la izquierda fue perdiendo
consistencia ideológica hasta llegar al obradorismo.
El incipiente modelo de la
izquierda democrática impulsada por Martínez Verdugo, y muchos otros políticos
que lindaban con la socialdemocracia, llevó primero a la constitución del
Partido de la Revolución Democrática que habría de jugar un rol fundamental en
el proceso de transformación política del país y luego vendría Morena, que conquistó
a una parte importante de la militancia de los distintos ismos de la izquierda y
siguió a Andrés Manuel López Obrador formado políticamente en el llamado
nacionalismo revolucionario del PRI y llegó a la Presidencia de la República en
2018.
Un presidente que está lejos, muy
lejos del ideario que cultivó Martínez Verdugo y sus camaradas que fueron
abandonando a López Obrador, ya que el modelo de Morena esta centrado en la figura
del líder y no en el partido. No hay mucho que discutir “estás conmigo o estás
en contra de mí” es la misma que lleva a defender sus ideas sin titubeos,
muchas de ellas, visiblemente conservadoras y retrogradas.
Hoy los ejes del debate de la
izquierda democrática de finales de los años setenta está vigente esperando ser
recogido por una nueva generación de políticos de izquierda. Valores naturales
de la izquierda democrática como son un estado de Derecho fuerte, la transparencia
en el ejercicio de gobierno, la pluralidad en el sistema de partidos, la
separación Iglesia-Estado, los organismos autónomos, el federalismo, la lucha
institucional contra la corrupción y sobre todo evitar la militarización hoy
están en entredicho.
Y no deja de sorprender que en
este contexto se reivindique a Arnoldo Martínez Verdugo -cómo antes se hizo con
Valentín Campa que murió en 1999- llevando sus restos a la Rotonda de Personas
Ilustres.
Se entiende que lo haga un
presidente que vive de los símbolos, pero evidentemente AMLO no está haciendo
la tarea de la izquierda democrática. El va por lo suyo, su lugar en la
historia y toma todo aquello que le sirve para sus fines. Y lo seguirá
haciendo. Lo que sorprende es que muchos de los camaradas de Arnoldo ya no
luchan por lo que luchaban, ahora están, al servicio del proyecto de Andrés
Manuel como vimos en el acto a Pablo Gómez, Alejandro Encinas, Rubén Rocha. Y sucede,
cuando más se necesita una izquierda democrática.
Al tiempo.
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