EL PARTIDO DEL “SOMBRERO” MEXICANO

 EL PARTIDO DEL “SOMBRERO” MEXICANO

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

 

La ciencia política clásica difícilmente elaboraría una clasificación que incluya lo que llamo “partido del sombrero”, es decir, un tipo de “partido” que se sale de los cánones convencionales de izquierda -derecha, o de los llamados clivajes nacionalistas o regionalistas, lo que supondría que la definición mencionada atiende más al periodismo de investigación que a una tipología politológica seria y rigurosa.

Si nos remitimos al origen de los partidos políticos lo que no vamos a encontrar es que estos se constituyeron a partir de los grupos de interés económico, laboral, regional o religioso y si bien ese mundo de pertenencia partidaria se ha ampliado con nuevas identidades políticas, también hemos testigo de la incursión subrepticia de grupos criminales en las elecciones con candidatos propios o con aquellos que están bajo su esfera de influencia.

En México, estas organizaciones criminales ejercen una influencia transversal en el sistema de partidos de manera que lo hacen al margen de las identidades partidarias generando un complejo sistema de relaciones sociales y políticas que se traducen en formas sui generis de poder que algunos autores llaman genéricamente narcopolítica.

El Diccionario de la Lengua Española define la narcopolítica como: “Actividad política en que las instituciones están muy influidas por el narcotráfico”. Esa influencia evidentemente tiene sus propias rutas de apropiación de lo público. Y si, todavía hasta a los años noventa del siglo pasado, había indicios de que los llamados “señores del narco” estaban al servicio del poder político y una regla no escrita es que no debían meter sus manos en la política ni contra los políticos (Léase el libro de Luis Astorga: Drogas sin Frontera, Grijalbo).

En este siglo fueron incrementando sus propios intereses al margen del antiguo tutelaje priista que se va diluyendo con los procesos de alternancia. Y fueron transformándose en factores reales de poder en las regiones del país donde operaban los cárteles. De manera que cada vez más les interesaba saber quiénes eran los candidatos a los cargos de elección popular y, sobre todo, aquellos, que tenían posibilidades de triunfo electoral.

Y fue así, como intervinieron en la postulación de candidatos afines a sus intereses y eso ha significado “limpia” de adversarios políticos en estados, alcaldías y distritos. Ha pasado del “palomeo” de candidatos a la neutralización de ciertas candidaturas, de la promoción de candidatos afines a la violencia en las campañas, y en muchos, muchísimos casos, en los últimos procesos electorales federales y locales han asesinado a quienes no se someten a esa directriz subterránea.

En las pasadas elecciones locales de 2021 el “partido del sombrero” arrasó en los estados de la costa del Pacífico dejando un registro de candidatos renunciados, impuestos o violentados y más de un centenar de encuentran dirigentes partidarios y operadores políticos.

Con este tipo de “campaña paralela” evidentemente el resultado de la elección en muchas regiones fue el previsible pues ganaron los que tenían que ganar. Y si un instrumento de campaña funciona con un bajo costo político es muy probable que se siga utilizando donde ya se utilizó y se vaya ampliando en el espectro territorial. Recordemos, además, que de esa cadena de crímenes ocurridos en 2021 en la mayoría no hay resultados judiciales sobre que grupo los cometió y por lo tanto están archivados.

Esto significa, que si en México tenemos un 95% de impunidad en el caso de los crímenes políticos locales ronda en el 100%. Y eso no significa justicia para los muertos y deudos, sino un serio tropiezo de nuestra frágil democracia.

Entonces, no es excesivo, cuando se habla de que si como país no logramos meter el freno institucional podríamos ir a toda velocidad a una narcocracia y no como lo dice el presidente López Obrador que, si se aprueba su iniciativa de reforma electoral presentada formalmente viviríamos en una “auténtica democracia”.

Al contrario, la ausencia de financiamiento público que contempla la iniciativa no solo comprimiría el sistema de partidos sino abriría las puertas al dinero proveniente de los poderes fácticos.

Y es que los partidos podrían dejar de ser las constitucionales “entidades de interés público” para convertirse probablemente en organizaciones con registro, pero al servicio de este singular particular.

Sería, entonces, técnicamente la derrota de la política institucional. Soy partidario de que el costo de las elecciones ha llegado a un punto muy alto y es necesario armar consensos políticos para reducirlos sensiblemente. Lamentablemente eso no habrá de ocurrir por los escasos incentivos que tiene este pretendido modelo de democracia electoral y por lo que la oposición, nunca la votaría a favor. Pasará como recientemente lo escribió el sociólogo Jorge Zepeda Patterson como una iniciativa que está más pensada en clave de una historia personal que de una construcción institucional.

Cierto, López Obrador, en este asunto, está más interesado en dejar registro histórico de haberla propuesto y que la oposición rechazó. Su narrativa está marcada por los símbolos de la buena patria y la disputa permanente, con sus enemigos reales o ficticios, por eso cuando se le plantean los problemas del día a día con el narco, las masacres, los feminicidios, las muertes violentas de jóvenes y un largo etcétera, que se sale de su guion, les da la vuelta y pone el foco en aquellos enemigos que ha construido en su relato transformador.

El neoliberalismo en su expresión más abstracta y los dueños del dinero en su manifestación más pedagógica. La abstracción como recurso retórico. Y así, buscara llegar hasta el final, tiene de su lado la clientela susceptible a sus mensajes soberanistas, la prédica patriota y nacionalista de la 4T. El resto puede esperar porque el crimen organizado “también es pueblo” y “son seres humanos”.

Y es cuando el partido del sombrero, el partido del crimen organizado, con sus expresiones regionales, adquiere su significado mayor porque esta en medio de la prédica nacionalista que a la larga seguirá en su empeño de captura de las instituciones del Estado mexicano por eso son importantes más que nunca las elecciones.

En definitiva, hablar del “partido del sombrero” o de cualquier otra imagen que vaya por donde mismo, con mayor o menor valor politológico, expresa una realidad cada día más preocupante que esta debilitando sensiblemente la democracia mexicana.

 

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