EL DOGMA DE LA SUMA
EL DOGMA DE LA SUMA
Rubén Rocha hace dos semanas
estuvo en Mazatlán y dijo a la prensa, que buscaba el apoyo de todos, incluido,
el del Químico Benítez.
Mario Zamora, ha empezado un
recorrido por el estado, visitando los locales partidarios del PRI, PAN y el PRD,
en un acto simbólico, de confirmación, de una alianza ideológicamente
heterodoxa, que tiene como fin la agregación política para el triunfo electoral.
La suma alrededor de un candidato
resultado de un acuerdo cupular donde el partido más votado tuvo mano y dispone
de esta prerrogativa, para impulsarlo libremente.
El dogma suena lógico y
necesario, para quien está en campaña, si lo que se quiere es sumar al mayor
número de apoyos, adeptos y garantías de triunfo, bajo la máxima dogmática, de
que la política electoral siempre será suma nunca resta, porque resta, es indefectiblemente
derrota.
Sin embargo, no se olvide que la
política también es coherencia entre el decir y el hacer, así un candidato de
izquierda o de derechas, debe obrar en consecuencia, en la suma de aliados que
deben estar comprometidos con un programa y una definición ideológica (Se que
suena ingenuo, pero es el sentido originario de la política).
Esto frecuentemente se olvida en la
vorágine de una campaña electoral, donde pareciera que lo importante es estar
cerca del mayor número de personas -hoy limitado por las propias circunstancias
de la pandemia - y, hacerse la foto, trasmitir meridiana y mediáticamente la
sensación de que se está construyendo un triunfo.
La avenida de los triunfos en una
época pragmática está construida con el barro de las promesas, las fotos y selfis,
sonrisas de vamos a ganar, narrativas sin sustancia, abrazos y apretones de
mano. Vamos, escasean las ideas, más allá, de una frase fuerza que abrace el
movimiento que trae cada candidato, como es la desgastada palabra de Cambio que
la utilizan, indistintamente, candidatos de izquierda y derechas.
Si es que podemos hacer una
separación programática a la luz de los quehaceres en la función de gobierno y en
la derecha, las ideas fuerza, fueron movimiento, arriba y adelante, orden y
progreso, mientras, la izquierda, levantó las banderas de la revolución, la
justicia social, poder obrero y campesino.
Pero, hoy, esos relatos han desaparecido de la
política electoral y vemos una suerte de uniformidad en el discurso qué se dice
interesadamente está volcado al centro político, un eufemismo para evitar
hablar de sustancia en los mensajes políticos y el mejor ejemplo es que hoy no
hay idea fuerza. Vamos, ni partido como elemento aglutinante, sino una
personificación en el mensaje es Rocha simple y llana con letras grandes para
que se quede en el inconsciente político.
Y Mario, como elemento de
identidad, se dio a la tarea desde mucho antes de la definición, tatuar muros
con una M estilizada como una marca abstracta que construía futuro.
Es la adopción de unos y otros
candidatos de izquierda y derecha, de lo que el sociólogo Vicente Verdú llamó la
“americanización” de la política, es decir, una política sustentada en la imagen,
los símbolos y las frases cortas destinada a estimular las emociones, no las
razones; el gesto no el argumento. No, lo
sustantivo en la política, porque involucra el contraste, la verdadera
diferencia, esa que tanto pregona el morenismo con la expresión de autoexaltación
bizarra cuando sus gobernantes afirman relajadamente: “no somos lo mismo”,
obviando cínicamente, sus propios errores y escándalos.
Cierto, la competencia por los votos apenas
empieza, y mal con un Rubén Rocha en cama con el virus que está matando a miles
de sinaloenses, y qué tiene a otros tantos en suspenso, rezando porque no los
alcance antes de que llegue la vacuna, y es sólo un adelanto de lo que serán
estas campañas que empiezan con esta suerte de “americanización” y, que seguramente,
se habrán de afirmar en los próximos meses por las propias circunstancias que
estamos viviendo.
En definitiva, serán las elecciones
de la pandemia lo que esto pueda significar en términos de captura del voto
ciudadano, lo que ya se capturó son los recursos públicos para unas campañas
totalmente diferentes, mediáticas, que injustamente consumirán los mismos montos
establecidos en la fórmula de financiamiento para las campañas en condiciones
de normalidad; en términos del mensaje político en una sociedad golpeada sea
por la enfermedad viral o por sus efectos en el empleo, la falta o reducción de
ingresos; en términos de aliados, como estamos viendo los candidatos se acercan
a la miel sucesoria buscando obtener ganancias a rio revuelto y, en términos
ciudadanos, dar una respuesta al fastidio por la insolidaridad y los escándalos
políticos que ni siquiera en la pandemia han tenido respiro o sea, la suma
también puede ser resta.
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