BAJANDO DEL BARCO

BAJANDO DEL BARCO 

El rey ha muerto, ¡Viva el rey!

Es una frase llena de símbolos y significados qué se escucha lo mismo en los relevos de las monarquías constitucionales, cómo sucede en Dinamarca donde el Primer Ministro danés pronuncia la máxima desde el balcón del Palacio de Christiansborg cuándo fallece el monarca como también se escucha en nuestras realidades presidencialistas, cuando cualquier autócrata o jefe político, cae en desgracia política o termina un mandato constitucional. O hay, uno más pueril, que es el que vamos a narrar, donde el gobernante por sus errores no alcanza una promoción política y sus seguidores lo abandonan para subir a un barco más seguro.

Todas ellas son ejemplos de rutinas políticas, de alternancias en el poder, sean tradicionales o democráticas en el sentido weberiano, pero, también, están en ellas las conveniencias y el cálculo político infaltable entre los huérfanos momentáneos del poder. Y es, ¿qué sentido tiene cargar con muertos en un proyecto político personal?, con aquellos que no supieron administrar el poder, a los que les ganó la arrogancia y llegaron a pensar que no había más poder que el suyo, que bastaba con tronar los dedos para tener a sus pies a todos los funcionarios de una administración municipal o disponer a sus anchas del dinero público.

Claro, nos referimos a lo sucedido en el puerto de Mazatlán, donde un día llegó al gobierno un hombre que tenía fama de buena persona, de honor intachable, honesto, esperanzador ante un mundo corrupto, y al que muy pronto el ejercicio del poder lo transformó de manera que se convirtió en otro cuando le brotaron los entuertos más profundos. Esos que están marcados por la máxima psicoanalítica de “infancia es destino”. Y con esa historia personalísima vaya, usted a saber, lo que está detrás de desplantes frecuentemente irracionales en un político profesional.

Es lo que Sigmund Freud llamó el “ello”, es decir, las pulsaciones primarias que ocasionalmente llevan a prescindir de la razón y del control del instinto de conservación.  Y que se manifiestan en la relación con el otro sea como manía u ofensa destemplada. Recordemos que el sentido de la política democrática siempre es y será la racionalidad, por eso las personas muy emocionales, pueden llegar a ganar una elección, pero no tienen éxito en el ejercicio del poder. Siempre se impone su ser, aquel torrente que no puede controlar y que lleva al traste lo que toca.

Eso sucedió en Mazatlán, ese “hombre bueno” que accedió al poder gracias a un tsunami electoral, se transformó y se pensó excepcional al que había que brindarle pleitesía, y con ese pensamiento anómalo gobernó y gobierna a una población de más de medio millón de habitantes, y ese sentimiento onírico lo llevó a una cruzada contra sus correligionarios y  por supuesto todo aquello que es visto en clave de oposición, los empresarios y medios de comunicación o los mismísimos ciudadanos y, como todo virrey, construyó una pléyade de cortesanos que lo alababan y estaban dispuestos a responder a pregunta expresa por la hora: ¡La que usted diga, señor alcalde! Y es que para conservar el cargo, decían lo que él quería escuchar, lo que terminó llevándolo al precipicio político en el que hoy se encuentra y no se ve cómo pueda levantar cabeza.

 Y por eso, muchos de los que antes alababan para permanecer en el primer círculo hoy empiezan la mudanza de barco, unos renunciando a los cargos otros simplemente despidiéndose para ir al abordaje con sus lealtades, y emprender una nueva aventura, que los mantenga a flote en el empleo político, a cumplir la expectativa muy mexicana: ¡Vivir fuera del presupuesto público, es vivir en el error!

Son hombres y mujeres que el sábado antepasado se bajaron de un barco para sumarse al “equipo” de Rubén Rocha, y se convirtieron en el acto en “defensores del gobierno de la 4T”, de sus políticas sociales y la lucha contra la corrupción en la función pública pero, también, van por posiciones de poder, unos quieren la candidatura para buscar ser sucesores de ese alcalde que pudo ser y no quiso ser; otros más, buscan ser diputados local o federales, y los más humildes, una regiduría o una asesoría de tiempo libre. El asunto, es estar, servir, vamos, como los que están o, a estas alturas, estuvieron, en el equipo del alcalde hoy en desgracia.

Una vez más: El rey ha muerto, ¡Viva el rey!

 

 

 

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