RELATO OPOSITOR Y REALIDAD
Los opositores políticos y sociales de la 4T, instalados en la trinchera pública un día si y otro también, cuestionan, señalan, enjuician y llaman a la rebelión en las urnas. A un cambio en las preferencias expresadas en 2018 y a ir con ellos, con sus partidos consolidados y los en vías de registro, para generar una nueva mayoría legislativa que evite la “tiranía de la mayoría” morenista.
Ven en ella una suerte de tótem
democrático al que hay que rendirse porque ahí está el futuro redimido, esperanzador,
democrático. Y es correcto que la oposición política y social exprese lo que
quiere y desee que su partido o coalición acceda al poder por medios
democráticos, mediante el voto libre y secreto. Solo que hay tiempos y reglas que
son el gran arreglo institucional construido a través de las sucesivas
legislaturas.
Es, donde, no cabe el golpe autoritario
sobre la mesa con el escandaloso: AMLO, ¡vete ya!, el grito desaforado que
busca contagiar enojos por el poder perdido, adelantar del calendario electoral
porque esto urge, corre prisa para el verdadero cambio y convocar a construir esa
anhelada nueva mayoría.
Pero esa oposición apresurada va contra
la decisión de la mayoría, la que votó entusiastamente en julio de 2018 y que es
menos sonora, pues espera pacientemente los tiempos oficiales para volver ir a
votar. Sea por la misma o una opción electoral distinta o emitir sus votos de
forma heterodoxa. Pero, a todas luces, hay desesperación en el llamado de esa
oposición con distinta bandera y claxon, quisiera que el mañana fuera hoy y que
la suerte les cambie frente a las urnas.
Tienen urgencia pues ven la catástrofe
cuando se cae en números negativos la economía, los muertos por el Covid 19 que
crecen exponencialmente y la violencia criminal que tampoco parece tener fin. Y,
es cierto, los números no parecen venir a menos, en ninguno de esos indicadores
de inestabilidad y el panorama se ve incierto y se ensombrece tristemente, pero,
me pregunto cómo muchos, ¿sería mejor si estuviera Meade o Anaya en Palacio
Nacional? Lo dudo, porque simplemente, eran los candidatos del continuismo.
Sin embargo, la situación alarma
a muchos y más cuando se atiza diariamente el “fracaso” del gobierno
obradorista. Cuando se cuestiona la incapacidad de los agentes de cambio que
resultaron de la elección de 2018 y se ofrece la oportunidad de una nueva
mayoría legislativa o, al menos, un gobierno dividido. Unas nuevas alianzas
legislativas e ideas para evitar que la situación no empeore.
Pero, el problema, es que muchas
de esas personas e ideas salvadoras, ya estuvieron en el poder y no tuvieron soluciones
a los mismos problemas incluso menores, porque le tocó un tiempo menos dramático
e incierto. Y, ahora, dicen tener la solución construyendo esa nueva mayoría,
cuando evidentemente los problemas son más veloces, crecientes, complejos, inasibles.
Que debería llamar a la sensatez de
la oposición cómo lo están haciendo en países más responsables donde pone el
hombro, llama al consenso, a ir juntos gobierno y oposición, para mostrar que
ante la dificultad son una fuerza. Pero
no propone mayor cosa, que no sea esa la mágica mayoría, la de quítate “que voy
yo”, la del freno sistemático
Y, esa postura irreductible, es
su gran debilidad y el peor mensaje que envían a los ciudadanos preocupados
incluso aquellos que no se sienten a gusto con AMLO y su partido.
Entonces, estas son unas ideas
derrotadas de antemano, ¿cómo se puede confiar en alguien que quiere el voto si
no es capaz de mostrar un adelanto de para que lo quiere? Se preguntarán muchos
¿qué utilidad le va a dar a mi voto para mejorar mi entorno, mi economía, mi
estatus, mi futuro, mi familia, mi salud?
En esas coordenadas la decisión
del voto podría ser clara bajo la máxima muy mexicana: “Más vale malo conocido,
que bueno por conocer”, que no es el caso, sobre todo viniendo del PAN y el
PRI, 0viejos conocidos del electorado y de tan conocidos, que ahí está la elección
concurrente que los bajó del poder y en las elecciones más recientes, han
seguido perdiendo apoyos en donde durante décadas fueron enclaves de voto blanquiazul
o tricolor.
Ahí, está, como ejemplo las
encuestas de intención de voto que indican que, de las quince elecciones de
gobernador, Morena podría ganar doce y eso muestra donde se encuentra los
ánimos mayoritarios de los ciudadanos y de confirmarse las tendencias de voto
podría ser definitivo para esa oposición y sus partidos.
Tendrían que estar muy irritado
el electorado o que se cometieran grandes errores en la selección de candidatos
de la coalición hegemonizada por Morena para que puede suceder lo esperado o que
la oposición haga algo magnifico, espectacular, que no haya hecho ya, para revertir
el pronóstico del voto.
Y, eso, hoy no se ve en el
horizonte. Lo que se oye es ese llamado a la rebelión en las urnas ante “la
incapacidad de este gobierno” que, a mi juicio de observador, no permea mucho
entre los electores que votaron en 2018 por Morena y sus aliados.
Pues estos ciudadanos intuyen lo
que podría significar la vuelta de personajes vinculados a ese PRI, y ese PAN, que
está bajo la sombra de lo dicho por Emilio Lozoya a los jueces de sus vínculos con
los casos escandalosos de corrupción en la Reforma Energética, Odebrecht y
Altos Hornos. Y ya están apareciendo los primeros nombres. Mostrándose los amarres
monetarios para construir mayorías artificiales a golpe de moches, de compra de
votos legislativos.
En definitiva, la oposición sufre
todavía el descalabro electoral de 2018 y busca asideros para mantenerse a flote,
esperando que las dificultades que ofrece la coyuntura trágica terminen convirtiéndose
en oportunidades políticas y de esa manera, en su imaginario, empiece una
suerte de restablecimiento en el poder de sus fuerzas. Esas por las que los
ciudadanos votaron en contra y lo hicieron por la marca que perciben como una
verdadera voluntad de cambio.
Al tiempo.
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