GOBERNAR Y MANDAR EN TIEMPOS MISERABLES

 

GOBERNAR Y MANDAR EN TIEMPOS MISERABLES

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

El asesinato de Gisela Gaytán, candidata morenista a la alcaldía de Celaya, alcanzó una visibilidad mediática que no han tenido los 21 asesinados ocurridos desde noviembre hasta esta semana.

Tampoco los asesinatos de ocho aspirantes morenistas a un cargo de elección popular y son parte de esa lista terrible en democracia. Este nuevo asesinato tiene algo de excepcional. Y es que el presidente López Obrador, quizá, conmovido por la muerte de esta joven guanajuatense la hizo suya en la conferencia mañanera, pero, no en el vacío, ni buscando culpables en las coladeras del crimen organizado sino en los responsables institucionales locales que deberían haberla protegido y no lo hicieron oportunamente.

El espectáculo mediático es lamentable. La presidente del Instituto Electoral de Guanajuato dice que trasmitió a la Fiscalía la solicitud que le hizo hecho Morena para proteger a Gisela. Y el titular de esta dependencia responde que no recibió la solicitud. Alguien miente. Pero, eso, ahora solo importa, en la medida en que se revisen los protocolos de protección de candidatos y logren evitar que escalen las amenazas y los asesinatos políticos en Guanajuato.

Libia Denisse García, candidata al gobierno del Estado por la coalición “Fuerza y Corazón por México y Guanajuato” y Alma Alcaraz, candidata de la coalición “Juntos haremos historia” han sido amenazadas de muerte y están expuestas cada día que salen a continuar su campaña por los votos.

Y eso debiera ser suficiente para que las autoridades de la federación y del estado de Guanajuato sumen esfuerzos para garantizar en lo sucesivo unas elecciones libres de asesinatos y dentro de los parámetros de calidad democrática.

No abona a este propósito el discurso del presidente López Obrador quien acusa airadamente al gobernador, al fiscal y, a la presidenta de la OPLE local, de ser los responsables de la muerte de Gisela Gaytán.

Los responsables no son ellos, aun cuando haya burocratismo, sino los autores intelectuales y materiales del asesinato que están al acecho para hacer daño al proceso electoral y a los actores políticos.

Entonces, cuando el presidente López Obrador afirma que el gobernador Diego Sinhue Rodríguez, “gobierna, pero no manda”, además, de ser una descortesía entre poderes, hay un error semántico mayúsculo: El gobernante de este estado o de cualquier otro, gobierna con base a la Constitución y las leyes reglamentarias que de ella emanan. Es lo que se jura todo gobernador o gobernadora electa al tomar posesión ante el Poder legislativo. Y con base en esas leyes, toma decisiones públicas para atender los problemas de su comunidad.

Entonces, un gobernador no manda, gobierna, acotado por las leyes. Quienes si mandan sin ningún control legal son los que asesinaron a Gisela Gaytán y, antes, a muchos otros, sin visibilidad, porque a la mayoría de ellos se les trató como una mala estadística y no pasaron por el cernidor de la conferencia mañanera.

Y, justamente, lo que está en juego, en cada elección en democracia, es que sigamos teniendo un país donde los gobernantes tomen decisiones respetando las leyes. No que los criminales impongan su voluntad o, peor, que criminales y políticos sean uno mismo.

El presidente López Obrador debería revisar sus conceptos y categorías antes de hacer señalamientos de ese calibre. Pero, esa confusión de conceptos no fue lo importante. Lo importante es que una vez más se volvió a meter al proceso electoral y toma partido. Politiza el asesinato. Deja de verlo como un asunto de carácter judicial para convertirlo en uno político electoral. De medición de fuerzas con los adversarios locales. Incluso, enturbia el ambiente al sugerir que quienes “mandan” actúan porque se les tolera e incluso, se les protege.

Cuando, perfectamente, este reclamo, podría también aplicarse a estados gobernados por Morena con serios problemas de violencia criminal, pero, dirá, que son distintos, “son gobernantes honestos”. 

O, acaso, ¿los índices de homicidios dolosos de Guanajuato son muy diferentes a los que se cometen en Chiapas, Guerrero, Michoacán, Morelos, Tamaulipas o Veracruz?

Sabe que no hay diferencias sustantivas pues los limites de operación de los cárteles son imaginarios pues, de otra forma, no se explicaría estados donde operan dos, tres y hasta cuatro organizaciones criminales que todos los días alteran la vida pública cuando se disputan los territorios con secuelas de muerte y abandono.

Por eso, las expresiones de AMLO deben situarse hoy en su justa dimensión que es la electoral. En Guanajuato hasta antes del crimen de Gisela las encuestas de intención de voto ofrecen una atmosfera de alta competitividad entre las dos grandes coaliciones.

La suma “encuesta de encuestas de PollsMX”, ajustada al 28 de febrero, favorecía en la elección de gobernador a la coalición PAN-PRI-PRD, con un 49% de intención de voto mientras la coalición formada por Morena, PVEM y PT traía el 45% lo cual habla de un empate técnico. Cualquiera de ellas puede ganar.

Con esta tendencia el asesinato de la candidata a la alcaldía de Celaya cae como anillo al dedo al presidente López Obrador quien la utiliza para intentar darle vuelta a las preferencias electorales.

Lo está haciendo, más allá de consideraciones morales o éticas, se impone la política pura y dura, saltándose todo tipo de barreras legales como también los llamados del INE, para evitar el activismo que mantiene desde antes del inicio del proceso electoral y tiene como objetivo, ganar la presidencia de la República, la mayoría del Congreso de la Unión y ganar los estados gobernados por el PAN.

Es una apuesta fuerte racionalmente hablando. Finalmente, la política siempre será la captura de oportunidades, buenas o malas y la muerte de Gisela, si para algo parece que servirá, será para debilitar la imagen del adversario y fortalecer a los candidatos propios.

Y en esta circunstancia de cálculos, lo que menos importa, es que se haga justicia en este asesinato oprobioso, a la familia y compañeros de partido de Gisela.

Los guanajuatenses tendrán la última palabra el 2 de junio sobre quien debe gobernarlos.

Al tiempo.

 

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