AUTOCRACIA E INSTITUCIONES AUTÓNOMAS
AUTOCRACIA E INSTITUCIONES
AUTÓNOMAS
Ernesto Hernández
Norzagaray
Las autocracias solo son inteligibles
en un mundo sin contrapesos porque en su imaginario el poder radica en un “líder”
omnipotente y delirio omnicomprensivo. Y es que, en las autocracias, ese líder se
metamorfosea en las instituciones porque este pretende alcanzarlo todo y todo,
es todo.
Entonces, no es casual, que se le
reconozca como una suerte de “rey civil” porque detenta amplios poderes constitucionales
y metaconstitucionales.
Es el mundo ideal del gobernante
autoritario. Aquel que, habiendo llegado al poder por vías democráticas luego,
estas, le estorban en el ejercicio del poder.
Y, por lo tanto, buscara con
todos los recursos del poder someterlas y ponerlas al servicio de su ambición
absolutista.
Así, aprovecha, la representación
que le haya otorgado a él y, a su partido, o movimiento, los votos en
elecciones libres, transparentes y justas para buscar por medio de la política y
la coacción ampliarlos constantemente.
Sea por fórmulas de alianzas
legislativas o mediante la coacción de representantes de otras fuerzas
políticas.
Capturando el Poder judicial,
además, para ponerlo al servicio de sus necesidades políticas. Y, de esa manera,
lo no logrado por la vía electoral intentar alcanzarlo por la poderosa vía
judicial lo que significa una sobrecarga de las instituciones de procuración e
impartición de justicia.
Y así, el autócrata,
constantemente estará en la arena mediática enfrentándose con tal o cual adversario
político; con tal o cual grupo o corporación, el conflicto permanente, además,
opera como distractor de los problemas reales de la comunidad gobernada.
Pero, antes, buscará tener el
control de los principales medios de comunicación utilizando principalmente la
compra de publicidad gubernamental y desde ahí, paulatinamente, imponer su
narrativa para normalizar la relación autoritaria con franjas de los gobernados.
Estos, frecuentemente, distraídos
de la cosa pública, terminan aceptándolo si no afecta directamente sus
intereses más inmediatos (salud, servicios públicos, empleo, seguridad) y, por
eso, el autócrata siempre busca trasmitir la imagen de buen gobernante
utilizando la mercadotecnia y exaltando sus obras sean grandes o pequeñas.
Y es que se trata, ¡oh, mercadotecnia!
sostener una relacional emocional con los gobernados. Enamorarlos con imágenes,
frases, palabras.
Así, aparecerá el autócrata,
sudando la camisa, como ejemplo de entrega, aunque, no resuelva un problema
porque de lo que se trata principalmente es trasmitir la triada trabajo, presencia
y compromiso social; no faltan, por lo tanto, las indispensables frases que
exaltan la imagen de un gobernante “comprometido” generalmente con los más
vulnerables y las mayorías a las que se les busca tener de su lado; y,
finalmente, el autócrata vive de la saliva y para ello utiliza todos los medios
a su alcance para expresar promesas, proyectos, rivalidades, defensas.
Entonces, está lógica de poder autocrático
no deja fuera aquellas instituciones autónomas, es decir, las instituciones que
en México han sido el resultado de arreglos institucionales democráticos. Busca
por todos los medios coartar su autonomía. Sea a través de la selección de sus
integrantes; el presupuesto asignado para sus funciones constitucionales; la
definición de sus competencias constitucionales y reglamentarias y, en el peor
de los casos, cuando aquello no funciona debilitar la imagen de sus integrantes
poniendo en entredicho sus perfiles y la solvencia ética para dirimir los conflictos
que derivan del ejercicio del poder autocrático.
Y, nuevamente, aparece la
dialéctica autocrática-medios de comunicación construyendo una narrativa donde
el autócrata en su aspiración omnicomprensiva se convierte el que da y reparte
justicia, quien da la última palabra sobre lo bueno y lo malo; lo democrático y
los democrático, los amigos y enemigos del pueblo.
En definitiva, los sistemas políticos
personalistas, populistas y autoritarios siempre será una tentación transformar
las democracias en autocracias cómo viene sucediendo especialmente en la región
latinoamericana y, ante esto, es tarea de los demócratas, evitar por medios
políticos que este sistema se imponga como parte de un proceso natural incluso,
que se ofrece como alternativa, ante la crisis de representación que hoy vive
el sistema democrático.
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