22 MUERTOS
22 MUERTOS
Ernesto Hernández
Norzagaray
Hay noticias que sacuden a
cualquiera como es la del choque de una unidad de Autotransportes del Norte de
Sinaloa con un tráiler en la madrugada que terminó con la vida de 22 personas,
dejó 19 heridos y una escenografía dantesca de hierro retorcido con una columna
de fuego y humo que rompió la estela fría, nocturna.
Adentro del autobús estaban los
cuerpos de decenas de viajeros que hasta antes impacto dormían confiados de que
llegarían con bien a su destino, sin embargo, de pronto sobrevino el estruendo,
el sofoco, las llamas, los gritos, las ganas de salir de ese infierno en que se
había convertido ese transporte envuelto en llamas. Algunos lo lograron, los 22
ahí perecieron.
Hace casi diez años quien escribe
vivió una experiencia menos trágica, pero, al fin, trágica, con sus muertos,
lesionados permanentes y la huella indeleble de la desgracia que hoy se me
refresca recordando e imaginando tortuosamente lo que vivieron los viajeros.
Mi experiencia sucedió al despertar
del 25 de abril de 2014 en el trayecto de la autopista Tepic-Guadalajara cuando
el conductor del autobús de Primera Plus al parecer se durmió un instante para
impactar su vehículo contra una pipa que iba a baja velocidad y con ello viví con
mi esposa la mañana más terrible de nuestra existencia y un viacrucis que puso
en juego toda nuestra fortaleza y que seguramente están empezando a vivir las
familias afectadas de esta nueva tragedia en las carreteras sinaloenses.
Leo, las declaraciones de las
autoridades que avisan burocráticamente que habrá de pasar un tiempo antes de
poder determinar la identidad de los fallecidos porque sus cuerpos quedaron
calcinados y es que el chofer fue recogiendo personas a lo largo del trayecto por
lo que no se sabe quiénes son.
Esto representa un fuerte impacto
psicológico y la incertidumbre de saber si uno de esos cuerpos corresponde a la
madre, esposa o el hijo que se esperaba y todavía algunos guardaran la
esperanza de que el ser querido no haya abordado la unidad de transporte.
El grupo que habrá tener un
sufrimiento de más largo plazo es el de los sobrevivientes que están sufriendo
quemaduras de segundo o tercer grado en hospitales buscando recuperarse de sus
heridas o aquellos que tendrán daños permanentes y desde esa condición empezar
el proceso de aceptación de lo sucedido, resolver las preguntas de la no aceptación
¿Por qué a mí? ¿y si hubiera postergado el viaje? En fin, preguntas que se
quedan flotando en el aire sin encontrar la respuesta que devuelva la
tranquilidad.
Serán días largos en los hospitales,
noches de insomnio, sufrimiento al lado del ser querido, tristeza en la
familia, impotencia de no poder hacer algo que supere el estado de
desesperación para volver a la normalidad, al tiempo pasado, que no volverá y
que habrá que ajustarse a la nueva realidad de desasosiego.
Las familias, habrán de tener que
enfrentarse con la burocracia de los hospitales públicos con sus reglamentos
animando a que continúen el proceso de curación en casa “porque pueden agarrar
una bacteria” que complicaría la situación, pero, en realidad, les interesa
desocupar la cama ante la alta demanda que se tiene en estos servicios de salud.
Los más solventes aquellos que
cuentan con un seguro de gastos médicos mayores serán testigos de cómo los
montos asegurados se van consumiendo con rapidez especialmente aquellos que
tienen a su paciente ingresado en salas de terapia intensiva o que el seguro,
no contempla gastos no contemplados en la póliza y hay que echar mano de los
ahorros, vender algún bien o solicitar un préstamo.
Todo esto en medio en agotamiento
físico y mental producto de la tristeza que invade de ver al ser querido
sufriendo las quemaduras o fracturas que provocan noches de insomnio.
Se dirá, bueno, dentro de lo malo
están vivos y los seguros de la carretera, ese que esta con letra chiquita en los
recibos que se entregan en cada caseta de pago y que debe tener la empresa de
autotransporte, o el seguro del viajero, que garantiza a que el usuario en caso
de accidente será atendido con cargo a la empresa.
Sin embargo, ese mundo ideal, deja
mucho que desear porque lo primero que argumentan es que hay que realizar peritajes
antes de hacer efectivo los seguros sino es que empiezan los alegatos de si el
autobús iba o no a alta velocidad, si el estado de la carretera es la culpable
del siniestro, incluso, yo lo viví si se cumplieron los protocolos de
carreteras que fijan que los siniestrados deben ser llevados a la clínica más
inmediata aunque esa clínica a esas horas este cerrada o su equipamiento sea con
lo más indispensable.
La ley está hecha no para
favorecer a los clientes sino a las empresas para que compensen lo mínimo aun
cuando los gobernantes ofrezcan apoyos y amenacen disciplinar a los
responsables. En el caso de muerte por ejemplo cuando lo viví apenas superaba
los 200 mil pesos y todavía los abogados de la empresa ofrecían por debajo de
esa cantidad a el esposo de una mujer que había dejado a dos o tres huérfanos y
es que la reparación del daño se calcula con base a una cantidad de salarios
mínimos.
El caso de los sobrevivientes con
lesiones permanentes, la empresa siempre busca cerrar el asunto negociando una
cantidad siempre a la baja de manera que de aceptarse el problema no es de la
empresa, sino de la familia, que tiene que enfrentar los gastos de médicos,
terapías, insumos y medicamentos por años de manera que empobrece a todos sus
miembros, además, de hacerles la vida miserable.
Y es que el proceso de aceptación
de la desgracia, aprender a vivir con ella, puede llegar a hacer para toda la
vida pues hay que quienes nunca terminan por aceptarla y se hunden en la
depresión, es decir, el accidente tiene efectos multiplicadores en la economía,
las rutinas y, sobre todo, en la cohesión familiar cuando paulatinamente toman
distancia del afectado.
Y se dirá, quizá, que es exagerado
el comentario y las cosas terminan por recomponerse y no tendría manera de
rebatirlo porque este viaje por la oscuridad que las familias han iniciado esta
semana es un desafío a la entereza de las personas y su capacidad de resiliencia
para continuar la vida con sus tropiezos y perdidas.
Solo, una cosa más, porque un
gobierno humanista como el que presume el gobernador Rocha Moya o el Congreso
del Estado no realizó una declaratoria de luto estatal, hubiera sido un gesto
empático con los sinaloenses que están sufriendo y llorando a deudos.
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