LOS GOBIERNOS PASAN, LOS PERIODISTAS QUEDAN
LOS GOBIERNOS PASAN, LOS PERIODISTAS
QUEDAN
Ernesto Hernández
Norzagaray
Las expresiones de Azucena Uresti
de que existen “circunstancias especiales”, “momentos de definiciones” y que “el
periodismo está bajo acoso” se encuentran detrás de su renuncia después de 20
años de haberse incorporado al grupo editorial Milenio.
Estas expresiones inevitablemente
remiten al Poder, es decir, aquellos poderosos que tienen en sus manos la
capacidad de presión, intimidación y chantaje.
Y la actividad profesional de
Uresti, no ha estado exenta de presiones y amenazas, sino ha sido parte de su
batalla desde la amenaza de muerte que recibió el 19 de agosto de 2021 presuntamente
por el líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y la crítica cargada de
misoginia del presidente López Obrador el pasado 8 de enero.
En esta, última fecha, la gota que
rebosó el vaso fue la cobertura informativa sobre los ataques con drones artillados
de la Familia Michoacana contra los habitantes de la comunidad de Buenavista de
los Hurtado en el municipio Heliodoro Castillo, del estado de Guerrero, que
habría dejado 30 personas muertas según lo documentó el Centro
de Derechos de las Víctimas de Violencia Minerva Bello.
La amenaza del Cártel tapatío no fue
más allá gracias, seguramente, porque Azucena Uresti tomó cautela informativa y
personal o, porque los miembros de la organización criminal quizá consideraron
que un ataque a una figura tan relevante del periodismo nacional tendría un
costo elevado y después de dos años y medio dejaron pasar la “afrenta”.
Entonces, las alternativas se reducen
al presidente López Obrador quien insistentemente afirma que es respetuoso de
la “libertad de expresión” y, podríamos estar de acuerdo porque en general la
amplia mayoría de los que estamos en medios realizamos nuestro trabajo sin cortapisas,
pero, no sucede lo mismo, con un segmento mediático al que considera parte de “la
mafia del poder” y, que constantemente, fustiga en sus conferencias mañaneras.
Y, vaya que sí, ese periodismo
altamente mediático, lo tiene muy molesto por la información que manejan, el
tono de la trasmisión y el alcance que tienen en la formación de la opinión
pública, cómo sucede en estos días, con las revelaciones polémicas que ha hecho
Carlos Loret de Mola de los hijos mayores del presidente López Obrador.
Quienes, presuntamente, estarían participando
en negocios vinculados a la venta de medicinas del sistema de salud de Chiapas y
balastro para el tendido de vías férreas del Tren Maya, lo que podría explicar las
reacciones del presidente en materia de iniciativas legislativas como las presiones
a los directivos de estos medios de comunicación.
La cuestión es que Azucena Uresti,
como ella ha dicho, decidió cerrar un ciclo de 20 años en Milenio Noticias para
continuar fortaleciendo su trabajo de cinco años en Radio Fórmula lo que considera
que no era incompatible, cómo, no lo fue, en todo este tiempo de compatibilizar
ambas colaboraciones.
Pierde, sin duda, el Grupo Milenio, pues
su imagen queda maltrecha porque existe la percepción de que sus directivos se
rindieron ante el presidente López Obrador, cómo antes sucedió antes con
Televisa que para congraciarse decidió desprenderse de algunos de sus periodistas
“estrellas” que ahora están en otros medios haciendo el periodismo que saben
hacer frente al poder político.
Y, perdemos todos, porque el
periodismo crítico es otra institución, poco mencionada, de las más decisivas en
el proceso de cambio democrático, y es que sin un periodismo fuerte e
independiente no es posible hablar de democracia en ningún país.
O acaso, ¿alguien podría regatear la
contribución que hicieron y hacen en la diversidad a nuestra democracia las
revistas Proceso, Etcétera, Nexos, Letras Libres o los diarios La Jornada,
Excelsior, Reforma o Milenio sin dejar de recordar periódicos que picaron
piedra en medio de dificultades en los estados y municipios?
Igual, cómo olvidar el papel en esta
tarea de construcción de libertades de Julio Scherer, Francisco Vega, José
Pagés, Manuel Buendía, Vicente Leñero, Jesús Blancornelas, Manuel Becerra
Acosta, Carlos Monsiváis, Miguel Ángel Granados Chapa y, un largo etcétera, que
son una fuente de inspiración para la generación o las generaciones que hacen el
periodismo que exige una sociedad tan diversa como la nuestra.
Justo, ese es el problema en el que
está metido el presidente López Obrador, cuando fustiga a quienes no comparten
su visión de México y, menos, cuando se trata de las presuntas corruptelas en
que pueden estar comprometidos sus hijos o destacados miembros de su gabinete o
su partido, porque la confrontación, no sólo es contra tal o cual periodista,
si no contra lo mejor de la historia del periodismo que se hecho en este país
desde el siglo XIX.
Y es que, a periodistas como Azucena
Uresti, ni siquiera la acusa como Loret o a López Dóriga de ser parte de la “mafia
del poder” sino por producir ella y su equipo coberturas de temas que muestran el
fracaso de este gobierno en materia de seguridad pública.
Entonces, representa una derrota moral
de un presidente que sigue diciendo que “respeta la libertad de expresión” mientras,
una mano invisible, hace sentir su peso en los despachos de los directivos de los
medios de cobertura nacional.
Afortunadamente el presidente ya no
tiene tiempo para lograr lo del PRI intolerante -y, aun, este, toleró
resquicios por donde se filtraban voces crítica- y, cerrará, su sexenio, diciendo
una cosa en la tribuna pública y haciendo otra en contra de periodistas.
Sería lamentable que si Claudia
Sheinbaum llega a ganar la presidencia de la República siga con está mala
relación con este periodismo vital y, privilegie su relación, con un periodismo
que no le interesa el fortalecimiento de la opinión pública, si no congraciarse
con el poder presidencial a cambio de contratos, prebendas y canonjías.
En definitiva, el periodismo, al que
ataca el presidente, cuando se vaya seguirá ahí haciendo su trabajo y eso, nos
permite cerrar este texto parafraseando a Joseph Fouché, cuando este personaje
de la revolución francesa se refirió a las policías: “los gobiernos pasan y las
policías quedan” y esto traducido al periodismo crítico podríamos concluir sin
temor al equivoco que “los gobiernos pasan, los periodistas quedan”.
Al tiempo.
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