EL ELEFANTE QUE NADIE QUIERE VER
EL ELEFANTE QUE NADIE QUIERE
VER
Ernesto Hernández
Norzagaray
El tema de la inseguridad que
todas las encuestas se refresca periódicamente con nuevos números como el tema
de mayor preocupación y, paradójicamente, no es parte del discurso de las (pre)
campañas presidenciales y cuando lo trata el presidente López Obrador inmediatamente
lo personaliza. Está semana lo hizo cuando preguntó a una reportera sonorense
que lo cuestionaba: ¿Usted recuerda a un presidente que todos los días de lunes
a viernes se reuniera para tener el diagnostico exacto?
Los números son escalofriantes
por los crímenes de alto impacto mediático que todos los días se cometen en
cualquier lugar del país y, al escribir este artículo, ya escaló a casi 173 mil
homicidios dolosos que distribuidos en cinco años significa que cada año del
gobierno de López Obrador prácticamente ha costado la vida de 34 mil mexicanos
y de mantenerse la tendencia al concluir este sexenio superaría los 200 mil
homicidios dolosos. ¿Dónde han quedado los 60 o los 100 mil homicidios dolosos que
López Obrador opositor cuestionaba a Felipe Calderón y Enrique Peña?
Y es que, a mayor violencia,
mayor debería ser el trabajo en la esfera de gobierno revisando el diagnóstico
y la estrategia de seguridad pública en tanto, los aspirantes presidenciales,
dado que sin eufemismos están en campaña deberían de hablar de sus diagnósticos
y eventualmente su oferta para disminuir la espiral violenta.
Sin embargo, les pasan por arriba
las noticias de alto impacto como las de esta semana como sabemos de los cinco
jóvenes guanajuatenses asesinados o la masacre de Texcaltitlán y antes las
balaceras en Cuernavaca, los asesinatos de soldados en Teocaltiche…
En Palacio Nacional y en las campañas,
expresan temor y se minimiza lo que está sucediendo en ciudades, pueblos y carreteras
y calles que se han convertido en escenario de crímenes y donde parecería que
no existen responsables en materia de seguridad pública.
Los relatos de los aspirantes a
suceder a López Obrador son verdaderamente patéticos, ausentes de realidad, por
un lado, tenemos a Claudia Sheinbaum que no se sale ni un centímetro del guion que
le marca el presidente y dice sólo lo políticamente correcto y sintónico;
Xóchilt Gálvez; por las mismas, solo que echando culpas o señalando como llegó
a la candidatura presidencial “gracias al presidente”.
Y habrá, quien pregunte, si no ven
al elefante que está en medio de la sala política que golpea con su trompa
mortal el techo, el suelo y emite sonidos agudos para llamar la atención o ¿acaso,
atenderán realmente la violencia de ese paquidermo hasta en el momento en que
ya no golpee el suelo ni emita sonidos infrasónicos sino, como ocurrió en
Colombia, cuando atacó a los políticos y sus familias?
Se dirá que eso ya pasó y se
normalizó hacia abajo, como lo sabemos por los registros criminales de los
últimos procesos electorales plagados de asesinatos políticos y nada parece
indicar que en estas elecciones concurrentes vayan a cambiar las cosas porque la
violencia ya está golpeando a las instituciones públicas.
Data Cívica y el Programa para el Estudio de la Violencia
del CIDE publicó en octubre el informe: “Votar entre Balas”
(https://votar-entre-balas.datacivica.org/)
correspondiente al mes de septiembre y no sería más que anecdótico, sino fuera
que es el mes en que se instaló el Consejo General del INE, con lo que
oficialmente el 7 de septiembre inicio el proceso electoral federal 2023-2024
y, cómo veremos, llegó acompañada de violencia en contra de actores políticos.
Pero antes. El informe
de marras registra como antecedente que durante el gobierno obradorista se han
registrado hasta septiembre “1459 ataques,
asesinatos, atentados y amenazas contra personas que se desempeñan en el ámbito
político, gubernamental o contra instalaciones de gobierno o partidos.
En México, agrega, la violencia
electoral se ha convertido en una herramienta del crimen organizado para
influenciar la vida pública de estados y municipios” y eso indica que la
política se ha vuelto una profesión peligrosa para quienes trabajan en las
instituciones electorales, los partidos políticos y los que son sus candidatos.
Está documentado, que el crimen organizado, ante la contracción e
inoperancia del Estado, tiene cada vez más incentivos e intereses políticos
para accionar y diversificarse. Y es que sus actividades están ancladas en la
economía y la economía genera intereses políticos, especialmente aquellas
ligadas al lavado de dinero y, en las coyunturas electorales, se manifiestan
capturando decisiones que solo competen los partidos y, actuando, en sus
procesos internos para la definición de candidaturas a los cargos de elección
popular.
Así, en el inicio de este proceso electoral ya empezó a “calentar” el
ambiente político y están los primeros ataques contra personajes de la vida
pública de varios estados.
La firma académica señala que “desde que inició el proceso electoral y
hasta el 30 de septiembre hemos registrado en nuestra base de datos 24 eventos
de violencia política electoral, de los cuales 10 fueron asesinatos. Justo el
30 de septiembre, dos encuestadores de Morena fueron asesinados y otro
desaparecido en Chiapas por la delincuencia organizada. Se trataba de personas
que estaban realizando una encuesta para saber quién debía ser la persona
candidata para la gubernatura por parte de Morena en el estado. Esto podría
reflejar inconformidad o una intención por parte de la delincuencia organizada
en influir en los resultados sobre quiénes tienen posibilidades de ser
candidatas o candidatos y, eventualmente, ocupar la gubernatura en Chiapas”. O,
sólo es un recordatorio, para que no se olvide quien manda en esta región.
En definitiva, el crimen organizado ya está creando un contexto de miedo
especialmente donde habrá elecciones locales el próximo año especialmente en
Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos y Veracruz, estados, a los que habría que
agregar, el incremento de la violencia cotidiana que se vuelvan intransitables.
Lamentablemente, este posicionamiento del crimen organizado no significa
una revisión de la estrategia de seguridad de manera de que los procesos
electorales transiten conforme lo reclamaría una democracia estable y todo
ello, lleva a pensar, que, en 2024, quizá viviremos no sólo las elecciones más
grandes de la historia sino también las de mayor violencia política lo que
debería a la conciliación y no a la polarización. Al tiempo.
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