PREMIO ROBERTO PÉREZ RUBIO
PREMIO ROBERTO PÉREZ RUBIO
Ernesto Hernández
Norzagaray
En el arte hay figuras
carismáticas, inspiradoras para las nuevas generaciones y con una capacidad extraordinaria
de convocatoria aun, después, de desaparecer de la faz de la tierra. Y es que, estas
figuras, han dejado su ancla en la vida de otras personas que buscan trascender
el ámbito de lo fugaz e irrelevante.
¿Quién en el campo de las artes
plásticas, por ejemplo, no reconocería la inspiración que provoca un lienzo de
Picasso, un Modigliani, un Miró, un Pollock o un Botero? o, en un sentido más
doméstico, ¿un Tamayo, un Toledo, un Rivera o un Siqueiros? Y mejor, sinaloensemente
hablando, un ¿López Sáenz, un Lenin Márquez, un Kijano, un Santiago, un Pérez Rubio?
Bien, pues está atmosfera de
atracción, estuvo presente desde la emisión de la convocatoria de la primera
edición del Premio Roberto Pérez Rubio hasta la entrega al joven Say Alejandro Rendón
por parte de las autoridades del ISIC.
En la entrega se dijo que hubo un
registro de 48 obras y, de esas, se seleccionaron 27 para que el jurado
integrado por Jannette Berritini, Héctor Monge y Khan Guerrero determinaran el
artista plástico ganador.
Pero, antes de continuar hablando
del premio, ¿Quién fue y que hizo Roberto Pérez Rubio? Nos dice el Sistema de
Información Cultural del Gobierno de México que:
“Estudió
Arquitectura y Artes Plásticas en México (Distrito Federal), en 1953, dos años
más tarde ingresó a talleres libres de arte en la Universidad de Arizona
(Estados Unidos). En 1957 y 1961 instaló sus estudios en Big Sur y Carmel
Highlands, California, respectivamente. En 1964 ingresó a la Universidad
Autónoma de Sinaloa e impartió clases de artes plásticas y de antropología. En
1966 fue director del Museo de Antropología de Sinaloa y coordinó excavaciones
arqueológicas en Los Mezcales (Sinaloa).
“Durante
1973 formó el Grupo Arte, en Culiacán, con el que realizó pintura política. En
1986 fundó Arte Activo, primera galería sinaloense, y, junto a un grupo de
pintores, fundó también la Galería Matisse, ambas en Culiacán. Entre sus
exposiciones individuales destacan: Hot Springs Gallery, Big Sur (California);
Pintura abstracta sinaloense, Casino de Culiacán; Mermeid Gallery, Escultura
marina, Pacific Grove (California); Berkeley Art Gallery, Paintit Black,
Berkeley; Raíces latinoamericanas, Merrit College, Oakland; Texturas rústicas
al aire libre, Yelapa (Jalisco); 10 geometrías matéricas, Galería Arte Activo,
Mazatlán; Se ruega no cerrar los ojos, Museo de Arte de Sinaloa; Sala de
exposiciones Morgan, San Francisco (California); Homenaje a Chillida, San
Sebastián (España; Exposición abierta/ Open atelier, Biarritz (Francia);
Estudio abierto, Mendionde (Francia), Manifiesto estético, Galería Arte Activo
Actual, Mazatlán.
“Ha
participado en múltiples exposiciones colectivas, entre las que sobresalen:
American Federation of Arts, Monterey; Peninsula Chapter (California); Red Wood
Gallery, Big Sur (California); Pintores sinaloenses, Poliforum Cultural
Siqueiros, México (Distrito Federal); Tres pintores sinaloenses, Galería
Matisse, Arte Contemporáneo, Culiacán (Sinaloa); La plástica sinaloense, Centro
Cultural José Guadalupe Posada, INBA, México (Distrito Federal); Arte, objeto y
pintura, Edificio Coppel, Mazatlán (Sinaloa); ¡Viva el arte!, Centro Histórico,
Mazatlán (Sinaloa)”.
A esta semblanza
artística, solo habría que agregar a la obra de este mochitense ilustre, que fue
pionero en la creación de jardines públicos y privados en el puerto por el
respeto que siempre tuvo por la flora regional, la del trópico, lo que le
permitió mejorar la imagen de la ciudad, pero, también, un promotor temprano,
de la recuperación del Centro Histórico de Mazatlán con la apertura de la
Galería Arte Activo en los albores de los años ochenta.
Así, la semana pasada, el Museo
del Arte de Mazatlán, fue el escenario perfecto para rendir un homenaje post
mortem a uno de los suyos y hasta dijo Miguel Jardines, delegado del ISIC
en el sur, que habían hecho una propuesta para convertir el Premio en una Bienal
que le daría otra dimensión y visibilidad a la obra del artista, además, de que
traería beneficios para la ciudad cuanto permitiría ver más artes visuales.
En tanto eso ocurre, si es que
ocurre, porque también es un asunto de dinero, y en cultura siempre es resta, habría
que evitar algunos fallos que fueron visibles en esta primera edición del
Premio de marras, creo, que el jurado quedo a deber a los artistas que fueron
convocados, primero, ninguno de ellos estuvo presente para legitimar su trabajo
y el del premiado; segundo, fue Fito Arriaga, un funcionario del ISIC, quien
escuetamente, si escuetamente, dio el nombre del ganador; tercero, el más importante,
y la mayor deuda con la memoria de Roberto Pérez Rubio, los artistas plásticos
convocados, incluido el mismo ganador, que el jurado dejo mucho que desear
cuando no elaboro un dictamen razonado de porque escogieron la obra del joven Say
Alejandro y no cualquier otra, entre los que había varios de excelente factura.
Y, por último, fue un error que el jurado fuera de puros amigos de Roberto,
restó profesionalismo.
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