EL PERIODISMO BINARIO
EL PERIODISMO BINARIO
Ernesto Hernández
Norzagaray
Un amigo simpatizante obradorista
me envió hace unas semanas por WhatsApp un cartón que lleva el irónico título: La
típica familia indígena mexicana, donde aparece la senadora y aspirante
presidencial Xóchilt Gálvez rodeada de una serie de personajes de la oposición
social y política.
La intención del cartonista es
clara busca con esa imagen “desnudar” a quien todo parece será la candidata
presidencial de la oposición y por ello, buscaría contribuir a detener su paso ascendente
y lo mismo pudiera haber periodistas del otro bando que hagan lo mismo apostándole
a las emociones antes que a la racionalidad.
Y eso me lleva a la siguiente
reflexión sobre lo que podríamos llamar periodismo binario. El debate político
como siempre estará marcado por la pasión y está, si no es bien administrada, podría
ser contraria a la razón, porque está pautada por lo que deseamos o no queremos
que suceda en nuestro imaginario.
Es como una relación de amor o de
odio. Sale lo mejor y lo peor del ser humano. Por eso la lucha política se
inscribe en las coordenadas de la emoción y la razón. Pero, tiempo acá, las
emociones son las que dominan el discurso preparado por asesores y termina
siendo ideológico y, cuando la ideología domina el imaginario colectivo nos recuerda
los peores fracasos de la humanidad (nazismo, estalinismo, polpotismo) mientras
la razón, un bien discursivo escaso, tiende a ser virtuoso porque es el que
construye.
Es decir, ese mundo subjetivo,
marcado por fijaciones políticas y una buena dosis de maniqueísmo histórico es indispensable
para la construcción de ese mundo binario. Y de eso, está lleno nuestro periodismo.
El de aquellos que buscan convertirse en los ideólogos ad honorem y, que,
en su direccionalidad, no dejan pies con cabeza.
Desnudan interesadamente al
oponente y buscan destruirlo mediáticamente, con su falsa ética pautada por una
infundada superioridad moral. Y que, en realidad, es devoción y culto, por lo
que les representa, ese luminoso porvenir. La fijación que marca la pauta de su
relato binario: izquierda y derecha, buenos y malos, progresistas y
conservadores, ricos y pobres. Es decir, ese dualismo y el verbo encendido, insumos
potentes de la polarización.
O sea, no sólo polariza el
presidente, en su conferencia mañanera, también, aquellos que con mayor o menor
inteligencia repiten con enjundia el eco disparado desde el púlpito
presidencial. Su mundo binario, es blanco o negro, no hay espacios para los
grises. Y ahí radica su debilidad, la flaqueza de su argumento, y es que lo
vuelve alimento ideológico para los fieles que reciben la ostia de la narrativa
justiciera, aquella que les brinda seguridad para enfrentar “a los que quieren que
no haya la revolución de las conciencias”, cómo lo dijo doctamente Claudia
Sheinbaum.
Es decir, el mundo alterno al del
resto que vive y sufre en ciudades inseguras, ensangrentadas. En regiones
capturadas por el narco y que están detrás de la muerte de Hilario Mora y de
los cinco jóvenes desaparecidos en Lagos de Moreno o el Estado fallido de
Guanajuato, Michoacán, Guerrero, Baja California, Zacatecas, Tamaulipas o, también,
las narco movilizaciones de Guerrero.
Aquellas regiones que están
sufriendo los apagones por la mala política eléctrica. Y la molestia de los
productores agrícolas que están en picota, por la segmentación social arbitraria
y la ausencia de políticas públicas destinadas a mantener a flote la agricultura
del país.
Y a los que, faltaba más, se les
acusa por protestar de ser parte del conservadurismo, cualquier cosa que eso
signifique, y es que, para el presidente y el periodismo binario, el tema de
hoy es el político electoral de 2024. El resto es secundario. Accesorio. Hoy
interesa sacar adelante y, con el menor número de raspones a Claudia Sheinbaum
o, a quien decida, el presidente de último momento. O sea, dirá, el que “decida
el pueblo”.
La gente que sigue viendo a
Sheinbaum como una pieza del ajedrez presidencial y necesita de ese periodismo
y todo el apoyo del aparato partidario y de gobierno. Ella, sin estos asideros,
andaría como Gerardo Fernández o Manuel Velasco con menos del 10% de intención
de voto. Y es que su perfil serio, académico, no provoca mayores emociones. Su
discurso es plano como una hoja de triplay plagado de lugares comunes. Y es que
la política a ras del suelo es emoción o termina siendo simple parafernalia.
Y el problema es que Xóchilt
Gálvez, hasta ahora la aspirante mejor posicionada de la oposición salpica emoción
por su origen y sencillez, los huipiles y hasta sus groserías, como por habérsele
plantado al presidente López Obrador en múltiples ocasiones y cuando le dijo
emocionalmente: “Me va a entregar la banda presidencial y se la recibiré con
una sonrisa”.
El problema de AMLO es que su
plan B, está peor con Adán Augusto, quien no trasmite ninguna emoción y depende
del aparato partidario y de los gobiernos o de sus “ahorros” en este recorrido
por los estados.
Entonces, el presidente y esa franja
del periodismo binario, ya lo vieron, lo huelen, y están actuando en
consecuencia, buscando a través de las emociones desacreditar a Xóchilt Gálvez
afirmando que su origen es una impostura. Que todo es falso en ella. Su
indigenismo, su historia de pobreza, su viaje del Valle del Mezquital a la
Ciudad de México, el del cuarto de azotea a la UNAM, su relato de apoyo a los
programas sociales.
En definitiva, ese relato
maniqueo, más falso que un billete de 30 pesos. Y esa diatriba hace titubear
hasta votantes ideológicos blandos del obradorismo a quienes no termina de
convencerlos Claudia, con su derroche en cientos de espectaculares y bardas en
todo el país.
Y, recordemos, la política
electoral es percepción. Así ocurrió con López Obrador con su relato contra la
corrupción y su intransigencia frente a los abusos del poder que paradójicamente
son los mismos componentes que hoy están en juego. Y es que Xóchilt, como
mercancía electoral, es lo mismo que López Obrador. Se vende bien y la gente hasta
ahora la compra. Ya lo estamos viendo en los apoyos y que está en la final del
Frente con la priista Beatriz Paredes.
Y eso, generó ya preocupación y
ha sido puesto en marcha un plan de contingencia, donde este periodismo está
haciendo su mejor esfuerzo para destruir el mito que rápidamente escaló en las
encuestas de percepción. Y no le falta talento, pero el problema radica, que
está dirigido a los suyos. A los leales al obradorato. El resto está entre la
indiferencia y la expectativa sobre lo que viene. En tanto, eso sucede,
seguirán apareciendo los cartones binarios que me envía mi buen amigo y, al que
le agradezco, para reflexionar sobre los actores de la agitada polarización.
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