LORET DE MOLA, UNA PIEDRA EN EL ZAPATO
LORET DE MOLA, UNA PIEDRA EN EL ZAPATO
Ernesto Hernández
Norzagaray
A falta de una oposición a la
altura del presidente López Obrador, está Loret de Mola y su equipo de
investigación que, rutinariamente, ofrece información fresca y polémica sobre
los tejemanejes de la elite del poder morenista.
Aquella que se metió en un berenjenal
cuando su líder afirmó que el movimiento hecho gobierno operaría bajo el
principio de “no mentir, no robar, no traicionar” que lo ha llevado a la máxima
distinción del “no somos iguales” para diferenciarse de los políticos “corruptos
y venales” del PRI y el PAN.
Y afirmó, que se metió en un
berenjenal, porque es casi imposible que ese principio se cumpla en el
ejercicio de los gobiernos y menos en los de agregación como es el morenista
que, además, de los apetitos naturales del poder incluyó en funciones importantes
de gobierno a personajes de chile, dulce y de manteca que le dieron su propio
toque a un sistema político que sigue siendo el mismo con sus manías y
tentaciones, con sus rutinas y complicidades.
Ante esta oferta del poder morenista
era previsible que la prensa más crítica tuviera un gran desafío para demostrar
que en todos lados se cuecen habas más allá de los patrocinios.
Y no sólo Loret de Mola y su equipo
de investigación, sino, también los periodistas de Proceso, Animal Político, Carmen
Aristegui, entre otros, que han encontrado ahí un nicho periodístico de gran
valor para su explotación y sería estúpido en estas empresas exitosas, hacer
como que no existe o creer que este gobierno está libre de corrupción, cuando
simple y sencillamente, los escándalos de corrupción venden en sociedades
plurales.
Pero, además, ese ejercicio cotidiano,
presta un servicio muy importante a nuestra democracia y sus contrapesos contribuyendo
con su información a una sociedad mejor informada y capaz de distinguir entre
las fakes news y las true news para tomar buenas decisiones en los
asuntos públicos.
Obviamente este trabajo de
escrutinio de lo público fastidia a los hombres y mujeres del poder porque no
pueden controlar que sus “secretos” se ventilen en la escena pública provocando
daños a sus símbolos e imágenes y más cuando contradicen el relato de la “pureza”
del presidente López Obrador exhibiéndolo en sus aciertos y errores, cuándo no la
corrupción simple y llana en el poder.
Y lo preocupante, es la reacción,
pues el presidente en lugar de utilizar esa información para salir a dar la
cara y exhibir la “corrupción” de este periodismo o, mejor, aprovecharla para limpiar
de arriba hacia abajo la corrupción haciendo valer sus dichos “regeneradores”
se va contra el mensajero o los mensajeros con todo tipo de insultos y
descalificaciones que solo sirve a sus seguidores más fieles, pero al resto deja
pasmado e incrédulo.
Es decir, con esa reacción lo primero que arroja
es que tenemos un personaje muy emocional y reactivo, que pone por delante su
molestia cuando lo que se esperaría de un jefe de Estado es que lo racionalice
y de respuesta puntual a los señalamientos producto de investigaciones
periodísticas.
Así lo vimos, en la reciente solicitud
formal que Loret de Mola hizo al presidente López Obrador para entrevistarlo,
es decir, hacerle una batería de preguntas donde muchas de ellas tienen que ver
con las investigaciones propias sobre casos de corrupción y era una gran oportunidad,
que tenía el titular del Ejecutivo para demostrar la presunta falsedad de los
hallazgos del periodista de Latinus y su equipo de investigación.
Sin embargo, el presidente López
Obrador, lo desacreditó y se salió por la tangente caminando la ruta más penosa
en la vida de un político que es el insulto y ante esa metralla verbal, el
periodista, dio a conocer las preguntas que pretendía hacer a su eventual
entrevistado, preguntas duras, que ante el rechazo violento han quedado en el
imaginario de los mexicanos para que cada uno elabore su respuesta.
La última evidencia de Loret de
Mola ha sido información que busca destruir el mito de que tenemos un presidente
austero, franciscano, pobre, que solo trae 200 pesos en su cartera, y lo hace
con un ejercicio administrativo sencillo.
Ya que las leyes hablan de remuneraciones
y no sólo de salarios y prestaciones en la función pública, habría que añadir
al salario del presidente que ronda los 162 mil pesos mensuales más todo
aquello de lo que disfruta gratis al vivir en Palacio Nacional (departamento,
alimentos, electricidad, agua, tintorería, empleados básicos) y, asociado estos
gastos, a costos promedio por metro cuadrado de la zona del Centro Histórico,
alcanza “conservadoramente” una cantidad aproximada de 405 mil pesos mensuales.
O sea, es la suma de todo
aquello, que pagaría cualquier persona en forma proporcional a su vivienda y que,
a simple vista, los ingresos nominales y prestaciones que recibe por ser presidente
serían insuficientes para cubrir ese total de gastos familiares. Y la respuesta
del presidente, fue la misma, se molestó y no tomó el toro por los cuernos.
Los escándalos políticos son
consustanciales a las democracias que tienen como pilares la transparencia y la
rendición de cuentas –la información de Loret de Mola, nos dice, proviene de
peticiones de información pública y el presupuesto de egresos de la federación-
y, donde los medios de comunicación independientes tienen una fuente de datos
que les permite generar noticias, artículos, reportajes, pero, sobre todo,
opinión que podría influir para bien en el diseño e instrumentación de las
políticas públicas.
Y eso, tiene un gran valor, en un
momento en que se ha vendido la idea de que las instituciones autónomas no
sirven y hay que desparecerlas. Llama la atención especialmente el ataque en
contra de la comisión del INAI que está incompleta y, justamente, es la que
suministra información oficial valiosa para los periodistas. Entonces, está
claro, de lo que se trata, cuando se pretenden dejar inoperante a una
institución de la democracia comprometida con la rendición de cuentas y la
transparencia.
Lo cierto es que aun en condiciones
adversas, mientras sigamos siendo una democracia, y subrayo una democracia no
una autocracia, el periodismo buscara siempre los medios para hacerse de
información que sirva de contrapunto a la narrativa presidencial basta volver
la vista hacia los estados donde un periodismo cercado por políticos y poderes
fácticos no renuncia y hace su trabajo para aportar buena información.
En definitiva, el periodismo crítico
en un sentido amplio está haciendo su tarea y algunas de ellas debiera también estar
realizando la oposición partidaria para abonar a la rendición de cuentas y la transparencia
en la función pública.
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