IMELDA CASTRO, HACER PRESENCIA

 IMELDA CASTRO, HACER PRESENCIA

 

Ernesto Hernández Norzagaray

 

Imelda Castro, la senadora morenista, es una mujer que no se le puede dejar de reconocer su ser voluntarioso, habilidoso, audaz, oportuno, pero, también, calculador, claro, algo le han enseñado los años en la grilla política.

Y vea porque digo lo anterior, en lugar de venir a rendir cuentas a los sinaloenses sobre la racionalidad de sus votos a favor de la militarización del país, del plan B de la reforma electoral que busca ventajas para su partido, de la negativa de su fracción a nombrar los comisionados faltantes del INAI que ha provocado una parálisis en la toma de decisiones y de los veinte votos, uno cada media hora, a favor de esa miscelánea legislativa a todas luces provocadora y, sobre todo, su postura frente a los ataques sistemáticos de su partido y bancada senatorial al INE, TEPJFE, INAI y la Suprema Corte de Justicia y en particular, a Norma Piña, la ministra presidenta. ¿Qué cree?

Viene a Sinaloa muy campante a decirnos sin rubor alguno que está a favor de que se nombre el comisionado que le hace falta para operar legalmente el INAI y, claro, opina sobre el tema más socorrido de las últimas semanas en Sinaloa, la armonización de la ley General de Educación Superior que atenta contra su autonomía. Y de paso, como no, se lanza contra el cacicazgo cuenista en la UAS.

¿Y qué vemos? Repite la narrativa oficial sin que por decoro matice los argumentos claramente anticonstitucionales de la iniciativa universitaria morenista y sobre lo del cacicazgo cuenista hace pedagogía del poder.

No se pronuncia y menos acompaña, por supuesto, a los productores agrícolas en su demanda de precios de garantía justos para los granos. Y no lo hace porque, seguramente, en su imaginario no hay beneficios políticos o es tema que no acepta intrusos, es del gobernador.

Hacer este tipo de presencia pública, es una mala costumbre que dejo la cultura priista y que la mayoría de los legisladores la utiliza oportunistamente, buscando reflectores para tapar lo que votan en la Ciudad de México, cuando votan sin leer iniciativas muy importantes para la vida pública de los mexicanos -ahí tienen, también, al oscuro diputado Juan Torres, buscando hacerse visible a través de la denuncia del nuevo Acuario de Mazatlán como negocio privado, sin que lo pelen ni los privados, ni en el tercer piso del Palacio de Gobierno.

Una legisladora de estas características no parece merecer ganar respeto porque evade su rendición de cuentas a los sinaloenses. No justifica sus votos en línea presidencial. Apuesta al olvido y al uso de la coyuntura para cubrir sus pecados legislativos. Va a lo fácil, hablar de lo local escogiendo los temas más rentables mediáticamente, para evadir lo nacional, que es donde está su principal jurisdicción legislativa y lo extraño, es que los reporteros, no le pregunten sobre las razones de sus votos sino sobre lo trillado, lo del día.

Imelda, seguramente, piensa que lo está haciendo bien, su trayectoria y aura de gente de izquierda la lleva a pensar que los sinaloenses no están observando su juego de latitudes. Es decir, en el centro vota siempre en la línea presidencial y en la periferia estatal, busca desviar la atención mediática pensando quizá que los sinaloenses están dispuestos a perdonar sus votos contra la nación que, afortunadamente, la Corte los ha revertido y por eso la línea presidencial, nuevamente en plan de venganza, dice que hay que cambiar el mecanismo de  elección de los ministros para que estos sean votados y, seguramente, si en 2024, se cumplen, esperemos que no, las expectativas alegres del presidente tendrá el voto ya no de la senadora sino, y quien sabe, de quien la suceda.

Y es que ella trae agenda para el 2024 y se ha puesto a trabajar en ella, lo cual está bien, es lo que hacen todos los políticos, pero antes debe rendir cuentas y sin montajes de acólitos, ante públicos y prensa exigente no complaciente con su rendimiento legislativo -A Rubén Rocha senador se le va a reconocer su contribución al debate y entramado institucional en materia de educación, pero, me pregunto con seriedad, ¿qué podríamos reconocerle a ella?

Ha acatado acríticamente la línea de Palacio Nacional y cuando ha sido noticia nacional lo fue por una mala razón, su firma apareció en la compra millonaria de los libros del senador y líder Ricardo Monreal. Esos ejemplares bellamente editados fueron financiados a sobreprecio con el dinero del Senado de la República (Sinembargo, dixit) y nunca, terminó por aclararse la legitimidad del nombre y firma de nuestra senadora. Aunque, claro, ella siempre lo negó.

En definitiva, se siguen cumpliendo esas malas costumbres del viejo PRI, que recomendaba a los políticos con representación hablar, distraer, mantener visibilidad para la siguiente promoción y eso es lo que está haciendo nuestra senadora. Y, no faltará quien le diga: Imelda, entre gitanos no nos leemos la mano.

 

 

 

 

 

 

 

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