LA SALUD DEL PRESIDENTE
LA SALUD DEL PRESIDENTE
Ernesto Hernández
Norzagaray
Escribo estas notas en medio de
los rumores que giran alrededor de la salud del presidente y la versión oficial
de que todo es un nuevo contagio de Covid-19. Que el presidente López Obrador
pronto estará de nuevo en circulación presidiendo sus conferencias mañaneras.
¿Cuál de las dos versiones es la buena?, es la pregunta que muchos mexicanos se
hacen para finalmente quedarse en el limbo de la duda. Tan sencillo como que
aparezca el presidente en un video y los rumores que ya son parte de la
conversación pública se diluyen y se van a otro tema.
Pero no, el presidente no sale a
escena, saldrá, nos dicen, cuando tenga que salir en unos “dos, tres días”. Ya
veremos. Por lo pronto nos queda como materia de reflexión la fe de los más
creyentes y el hoyo de nuestra desconfianza crónica que la llenamos con rumores
de cualquier calibre. ¿Cómo conciliar esos dos mundos que se pasean libremente
por la vida pública?
Algunos dirán desparpajadamente
que los que no creen es “porque no quieren al presidente” y otros con cierta
racionalidad que el problema radica en la polarización en la que estamos
inmersos y otros que es producto de un modelo de comunicación gubernamental
anacrónico. Centrado en una razón de Estado que gravita en un personaje omnipotente
y omnicomprensivo. Nada que ver con una comunicación gubernamental profesional
donde basta en boletín oficial donde se da un parte médico antes que una
declaración política.
Acaso ¿no hemos visto que han
sido varias voces las que han informado sobre el estado de salud del
presidente? Hay varios voceros es decir no hay un vocero oficial. Está el responsable
de comunicación social de la presidencia de la República, el secretario de
Salud, el secretario de Gobernación, la esposa y todos dan su versión de los
hechos, aunque es la misma narrativa. Está en recuperación y dentro de “dos,
tres días” volverá a la escena pública. No sería bueno que hubiera un solo
vocero oficial y no estar sujeto a los matices que cada uno de estos personajes
le impone a su discurso.
Y es que no es poca cosa lo que
está en juego. La salud del presidente es un problema de Estado en un sistema
presidencialista. Y es que sobre esta figura electa recaen las decisiones
políticas de día a día en un gobierno nacional. Por lo que una separación de su
cargo por enfermedad y tiempo indefinido provoca un serio problema de
conducción institucional. No es casual que todos los sistemas presidencialistas
contemplen dispositivos constitucionales y reglamentarios para enfrentar
eventualmente ese vacío sea por muerte o una enfermedad capaz de inhabilitar
física y/o mentalmente al depositario de este poder.
México no es la excepción. La
Constitución establece en el artículo 84 que: “Cuando la falta absoluta del presidente ocurriese en los dos
primeros años del período respectivo, si el Congreso de la Unión se encontrase
en sesiones y concurriendo, cuando menos, las dos terceras partes del número
total de los miembros de cada Cámara, se constituirá inmediatamente en Colegio
Electoral y nombrará en escrutinio secreto y por mayoría absoluta de votos, un
presidente interino, en los términos que disponga la Ley del Congreso. El mismo
Congreso expedirá, dentro de los diez días siguientes a dicho nombramiento, la
convocatoria para la elección del presidente que deba concluir el período
respectivo, debiendo mediar entre la fecha de la convocatoria y la que se
señale para la realización de la jornada electoral, un plazo no menor de siete
meses ni mayor de nueve. El así electo iniciará su encargo y rendirá protesta
ante el Congreso siete días después de concluido el proceso electoral”.
Así mismo el artículo
mencionado señala que: “Cuando la falta absoluta del presidente ocurriese en
los cuatro últimos años del período respectivo, si el Congreso de la Unión se
encontrase en sesiones, designará al presidente substituto que deberá concluir
el período, siguiendo, en lo conducente, el mismo procedimiento que en el caso
del presidente interino. Si el Congreso no estuviere reunido, la Comisión
Permanente lo convocará inmediatamente a sesiones extraordinarias para que se
constituya en Colegio Electoral y nombre un presidente substituto siguiendo, en
lo conducente, el mismo procedimiento que en el caso del presidente interino”.
Dado que estamos en la segunda
hipótesis ¿algo tendrá que ver que en el Senado de la República esté estudiando
una iniciativa de reforma presentada en noviembre pasado por senadores del PT
que busca reducir la atribución del Congreso de la Unión para nombrar
presidente sustituto ampliando de dos a cuatro años el plazo para que en ese
lapso se convoque a nuevas elecciones y solo en los dos últimos años, el
Congreso sea quien designe presidente sustituto en caso de falta absoluta del
mandatario.
Algo que es indiscutible es que
el presidente tiene “achaques”, cómo el mismo lo ha reconocido en público, y
eso en un contexto de constante tensión y stress, opera en contra de su salud.
Las últimas semanas han sido especialmente intensas por una agenda complicada y
donde se le vio al presidente visiblemente alterado por cosas que resultan
rutinarias en la relación de poderes, como es el caso, del desayuno donde la
presidenta de la Corte conversó sobre la Guardia Nacional con la secretaria de
Seguridad Pública y Participación Ciudadana. No menos molesto se le vio con
relación a la infiltración norteamericana a la facción criminal de los llamados
“Chapitos” del Cártel de Sinaloa.
En definitiva, en tanto se devela
el estado de salud del presidente López Obrador los rumores están a la orden
del día y solo se detendrán hasta que este haga su aparición pública para
retomar la conducción de los asuntos políticos del país.
Ya cerrado el texto el presidente
López Obrador finalmente salió a escena con un semblante descansado y un aire
compasivo, y con el filo suave cuando afirmó con José Zorrilla dijo: “El muerto que vos matáis, goza de
cabal salud”
Al tiempo.
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