LA CORRECCIÓN DE INEGI A LOS LÓPEZ
LA CORRECCIÓN DE INEGI A LOS LÓPEZ
Ernesto Hernández Norzagaray
El Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (INEGI) dio a conocer esta semana el esperado un informe(https://www.inegi.org.mx/app/saladeprensa/noticia.html?id=8027) sobre la
mortalidad en México entre 2011 y, septiembre de 2022, y en particular, el comportamiento de esta variable
sociodemográfica durante los años más álgidos de la pandemia por el Covid-19.
Muestra números que nada tienen que ver con
los que ofreció en su momento la secretaria de Salud sobre las muertes causadas
por el Covid-19 pues, las de INEGI, distan de las cifras presentadas por el
subsecretario Hugo López-Gatell, quien, siempre, las manipuló para estar a tono
con la postura reduccionista, minimalista, del presidente López Obrador.
Acaso ya olvidamos expresiones como aquella del
presidente: “No afecta en nada” en respuesta al estudio realizado por Bloomberg
o aquella, de marzo de 2020, cuando el presidente en la conferencia mañanera
afirmó: “Miren, lo del coronavirus, eso de que no se puede uno
abrazar; hay que abrazarse, no pasa nada, o sea, y así, o sea, nada de
confrontación, de pleito”.
Y más adelante, el 12
agosto: “Me voy a poner el tapabocas cuando ya no haya corrupción, eso fue lo
que dije. Entonces, me toman una foto con el cubrebocas en el avión y entonces
ya no hay corrupción. No dije ‘cubreboca’, dije ‘tapaboca’… Si a mí me dicen
los especialistas, los médicos, que ayuda que yo aparezca con el cubreboca, lo
voy a hacer, no tengo por qué no hacerlo. Ahora, lo que me han dicho es que no
es indispensable en lugares abiertos y cuando se mantiene la distancia”.
O aquel ensueño del 17
de noviembre de 2020: “Nosotros ya tenemos una estrategia que nos ha
funcionado, que consiste en garantizar a todos el derecho a la salud, que la
atención médica y los medicamentos sean gratuitos”.
Y así, se ha ido, hasta
insistir, recientemente, que tendremos un sistema de salud como el de
Dinamarca.
Es decir, entre el
desparpajo y los chascarrillos trágico-cómico, estaba una realidad no apta para
bromas.
El informe de INEGI, que no debió gustar en
el gobierno, establece una línea del tiempo para ver el comportamiento de la
mortalidad año con año.
Y en este ejercicio de aproximaciones, hasta
2020 tenía variaciones “normales” en función del tamaño de la población y de
los males que más aquejan a los mexicanos, de manera de que era previsible que
aumentaran con la pandemia como sucedió en todo el mundo.
Así, mientras López Gatell, afirmó que la
mortalidad en general durante el periodo de enero a agosto de 2020, había sido
de 488 mil 343 el INEGI documenta que fueron 673 mil 260, es decir, hay una
diferencia de 184 mil 917 más fallecidos.
En relación con el Covid-19, en ese mismo
periodo, el subsecretario de Salud, señaló que habían sido 64 mil 414 los
fallecidos mientras el INEGI menciona que fueron 108 mil 658 los que perdieron
la vida por haberse contagiado del virus. Estamos hablando no de unos cientos
sino de decenas de miles, de 44 mil 514 fallecidos que muestra la ligereza con
la que se manejaban las cifras.
El informe de INEGI, recordemos, tiene como
soporte a las Oficialías del Registro Civil y los Servicios Médicos Forenses y
sus equivalentes estatales, que estaban al alcance del presidente y el
subsecretario, sin embargo, echaron mano de lo más útil para su narrativa
minimalista que eran los reportes hospitalarios.
Veamos la tendencia, durante los tres
trimestres de 2019, es decir, antes de que estallara la pandemia murieron 557
mil 189 personas; en ese mismo periodo de 2020 la cifra se disparó hasta los
777 mil 936; y en el 2021, fueron 887 mil 201 los decesos y en 2022, hay una
corrección, una tendencia a la baja, pues cae a 636 mil registrados en las
fuentes de INEGI.
Cierto, eso no significa que todos ellos
hayan muerto por Covid-19, pero, no hay duda de que los picos de muertes de
2020 y 2021 se explican por la pandemia y, sobre todo, que en muchos sentidos
podríamos decir que somos una “sociedad enferma”, por la cantidad de diabéticos
e hipertensos que tenemos producto de un estilo de vida y malos hábitos que
minan la salud.
Los estados que sufrieron más los efectos de
la mortalidad en general, y en particular por el Covid-19 fueron por cada 10
mil habitantes: Morelos (60.38), Zacatecas (57.69), Veracruz de
Ignacio de la Llave (56.45) y Ciudad de México (56.23) y las tasas
más bajas fueron en Quintana Roo (33.72); Baja California Sur (38.82) y
Campeche (40.81).
El impacto en los grupos vulnerables es el siguiente: 56.33 por ciento (358 mil 764) correspondió a
hombres y 43.59 por ciento (277 mil 648) a mujeres, y dentro de los grupos de
edad el 59.60 por ciento correspondió al grupo de 65 años y más, además, en
todos los grupos de edad, la mortalidad entre los hombres fue mayor que el de
las mujeres.
De
acuerdo con la tasa de defunciones registradas y ocurridas, según entidad
federativa, por cada 10 mil habitantes arroja que el promedio nacional fue de
49.97 y con este promedio tenemos que Sinaloa se ubica en los estados con una
de las tasas más bajas con solo 37.39 solo por debajo de Guerrero y Quintana
Roo.
Ahora
bien, de acuerdo con el modelo cuasi-Poisson se esperaba que en Sinaloa durante
el periodo ocurrieran 46 mil 755 fallecimientos, sin embargo, hubo, 60 mil 25
muertos lo que representa un exceso de mortalidad de casi un 23 por ciento más
de acuerdo con el modelo entre la semana epidemiológica de la 01 a la 38 de
2020 a 2022.
En
definitiva, lo que podemos extraer de las cifras oficiales del INEGI, es que el
manejo cuantitativo de gobierno federal durante la pandemia fue eminentemente
político, es decir, se buscó minimizar la dureza del golpe del Covid-19 que
estaban sufriendo las familias mexicanas mandando mensajes emocionales ante la
falta de recursos e insumos para atender la ola de enfermos que se agolpaban y
morían en las instituciones de salud pública y privadas lo que indica la
ausencia de una política de emergencia que atajara los daños en el sistema de
salud y el aparato productivo.
Hoy,
felizmente, vemos que cada día muere menos gente por el virus SAR-CoV-2 e INEGI
lo demuestra con cifras más reales y no puedo dejar de recordar para el caso
sinaloense, que el ejercicio hecho por Noroeste de ir por las cifras históricas
de fallecimientos en el Registro Civil fue la acertada porque nos permitió
tener números más acorde con una realidad espantosa.
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