LOS CONTRAPESOS
LOS CONTRAPESOS
Ernesto Hernández
Norzagaray
La Constitución Política mexicana
contempla en su arquitectura institucional los contrapesos entre los poderes públicos
y, estos, están en la separación de poderes, en el ejecutivo, legislativo y el
judicial, incluso, los estados de la federación.
Esto hay que tenerlo en cuenta
porque es el juego virtuoso en nuestra democracia “vía elecciones” para que
ninguno de ellos sea más poderoso y capaz de terminar imponiéndose uno sobre el
otro o los otros.
Si uno de estos poderes somete a
los otros poderes, cómo sucedía con aquel PRI omnipotente y omnicomprensivo,
que gobernó el país por 71 años, estaríamos empezando por reeditar lo que definió
Mario Vargas Llosa como la “Dictadura Perfecta”; Enrique Krauze como la “Presidencia
Imperial” o, Giovanni Sartori, politológicamente hablando del “sistema de
partido hegemónico” o, con una cierta dosis de ironía como lo que llamó Luis
Javier Garrido: “El partido de la Revolución institucionalizada”.
Andrés Manuel López Obrador, no
es el primer presidente del país, que busca no sólo poner su sello personal a
su gobierno sino trascender los límites de su mandato sino de nuestro presidencialismo.
Acaso, ya no olvidamos del
maximato que ejerció Plutarco Elías Calles hasta que Lázaro Cárdenas lo echo
del país o el intento de Luis Echeverría al dejar en la presidencia a su “amigo
del alma” y este también lo terminó enviando al extranjero como embajador de
México a las Islas Fidji; o, más cercanamente, Carlos Salinas, cuando habló de
un proyecto transexenal de 25 años para “consolidar el proyecto” y al terminar
su sexenio tuvo que salir huyendo con rumbo a Irlanda dejando detrás varios cadáveres
y a su hermano “incómodo” en la prisión de Almoloyita.
Más tímidamente, Enrique Peña
Nieto cuando habló del “nuevo PRI”, la “nueva” generación de políticos
mexicanos hoy varios de ellos presos por corrupción (los panistas Fox y
Calderón, ni siquiera intentaron permanecer, creo, por su escasa visión de
futuro y Calderón ha “decidido” cambiar de residencia a España en lo que se
define el affaire García Luna), así, podría suceder, con López Obrador que
podrá imponer a su partido y aliados a la candidata o candidato a la
presidencia, incluso, ganar la elección presidencial pero no tiene asegurado un
renovado maximato y su permanencia en el país. Ya lo adelantó sutilmente Marcelo
Ebrard cuando aseguró que la 4T seguiría, pero, con “sello personal”. En el
detalle, está el diablo, nos ilustra la sabiduría popular.
En democracia, no hay otra que
nos salve de esos grandes proyectos transformadores, revolucionarios,
personalizados, que no sea la creación y el fortalecimiento de las instituciones
públicas, esa es la lógica y el pacto político, que ha dominado nuestra
historia de los últimos cuarenta años.
Por eso, da gusto, lo ocurrido en
la elección de la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la
Judicatura Federal, que en una votación en libertad, decidió que fuera la
ministra Norma Lucía Piña Hernández, una mujer progresista por sus posiciones
en temas como el aborto, el consumo recreativo de la mariguana, etc. aunque, también,
está el polémico apoyo que dio a la militarización del país hasta 2028 pero, sus
votos, están fuera de la órbita de control del presidente López Obrador, que ya
sabemos tenía como alfil a la ministra Yasmín Esquivel Masso y, basta un dato
para saber el porqué de su preferencia, mientras la ministra Piña Hernández ha
votado a favor el 17% de las iniciativas del Presidente, Esquivel Masso, lo ha
hecho en el 67%.
No hay que dar muchas vueltas
para darse cuenta porque el interés del presidente y la defensa de la ministra Esquivel
Masso, cuando el portal Latinus, reveló que su tesis de licenciatura en Derecho
era producto de un plagio y Enrique Grue, el rector UNAM, lo ha confirmado, aun
cuando están a salvo los derechos de la todavía ministra. Quien, todavía, en la
habilitación de la nueva presidenta de la Corte aseguró que su tesis era la
original y no la que se defendió un año antes de su titulación.
Si se confirma lo dicho por el
rector se impondría la lógica y el principio básico del Derecho: Primero en
tiempo, primero en derecho.
Pero eso, ya lo resolverán las
autoridades universitarias, y políticamente el destino de la ministra Esquivel
se volverá paulatinamente irrelevante, simple materia administrativa, igual, si
Guillermo Sheridan actuó motu proprio o movido por los intereses oscuros de los
“conservadores, adversarios” del presidente López Obrador.
Yasmín Esquivel no le sirve ya al
presidente López Obrador y, seguramente, languidecerá su defensa de quien pudo
haber cometido un “error” de juventud y hoy se impone la narrativa de que como
se respeta la separación de poderes fue que los ministros votaron en libertad y
decidieron que fuera su presidenta la ministra Piña Hernández.
No obstante, la decisión de la
mayoría de los ministros genera una tensión adicional que no habrá de pasar
mucho tiempo para que el presidente acorde con su estilo provocador enderece la
crítica contra las resoluciones de la Corte que tiene una agenda importante que
resolver dada la gran cantidad de acciones y controversias constitucionales
recibidas en el último año. A propósito ¿cuál será el orden de la agenda
inmediata de la Corte?
Ahí está el quid de la cuestión
cuanto supone, para no ir más lejos, la constitucionalidad de las reformas del
llamado Plan B que disminuye las competencias y recursos de ley al INE en la
antesala de una elección presidencial.
Sería un gran mensaje que la
Corte entrara al fondo en dicho plan y, por razones más que obvias, se
pronunciara a favor o en contra de este tema que pone en entredicho los
principios rectores del INE: legalidad, certeza, imparcialidad,
objetividad, independencia y máxima publicidad.
Que, de asumirse y resolver en cualquier
sentido, significaría que las reformas del llamado Plan B tendría que ser
desechadas o consideradas constitucionales.
Y eso demostraría con mayor
claridad, su autonomía, frente a los otros poderes.
Pero, no adelantemos vísperas, la
votación de los ministros de la Corte ha dejado solo claro, qué es mucho, que
están más allá de un sexenio, de un personaje providencial y cualquier forma de
pensar única, por lo tanto, alimenta la idea democrática de que las resoluciones
futuras de la Corte estarán en el marco de lo que establece la Constitución y
las leyes que de ella emanen.
Nada más, nada menos.
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