EL LÍDER Y EL MITO
EL LÍDER Y EL MITO
Ernesto Hernández
Norzagaray
¿Cómo negar la avalancha
obradorista que se dejó ver sobre la avenida Reforma de la Ciudad de México?
¿Cómo no aceptar que el cálculo coloquial que dicen hizo Martí Batres, el
secretario de Gobierno de la gran ciudad, que habían asistido a la
manifestación “un chingo y dos montones más”? ¿Cómo no aceptar que
probablemente hayan asistido ese millón 200 mil que hicieron no precisamente
imparcialmente las autoridades de la Ciudad? ¿Cómo no reconocer la fascinación
que sigue provocando López Obrador, sin quitar uno solo, de los asistentes que
pudieron ir bajo presión desde Tijuana o Ciudad Chetumal?
Vamos ¿cómo quitar la sensación
de placer por haber cumplido de los cientos de miles de seguidores que
aguantaron estoicamente un largo viaje por tierra, la trasnochada, los
apretujones, el sol, el hambre, el calor, la sed, las ganas de orinar con tal
de acompañar, venerar, estar cerca y tocar a su líder? ¿cómo ser tal por cual de
amargar el día a quienes ven y verán siempre en aquella movilización la
manifestación de un pueblo que va más allá de la política y raya en lo
religioso?
Porque si lo vemos bien, todo se
centró en el presidente López Obrador. Él fue el que convocó luego de la
manifestación ciudadana del 13 de noviembre. Él fue quien decidió el guion
donde él sería el protagonista principalísimo. El que saldría de Palacio
Nacional y encabezaría la marcha, aunque a todas luces -basta ver las imágenes
de la muchedumbre- las masas lo rebasaron al punto que se le dificultaba avanzar
en el trayecto al zócalo. Sería además él quien pronunciaría un largo discurso
repitiendo mucho de lo que diariamente dice en su conferencia mañanera y que,
más allá de aquello, demostró que su aura le dota de una capacidad física
extraordinaria y no sólo la de él, sino de cientos de miles de sus seguidores,
a los que se les olvido hasta la sed y el cansancio.
Y AMLO luego quien ese día y los
siguientes, sería el protagonista de la historia nacional. Él que se equipara a los mitos de Hidalgo,
Morelos, Juárez, Madero, Magón y Cárdenas.
Porque cada personaje de la historia tiene su lado humano y su lado
mítico. Aquel que le atribuyen las masas o ahora, los medios de comunicación.
El que es indivisible. Aquel que no se trasmuta. Y ese es uno de los problemas
del mito encarnado. ¿Cómo transferir esa aura a otro u otra persona? Al mejor
para continuar la transformación de México. No hay forma. O más difícil como
ese millón 200 mil que se trasladó al centro de la Ciudad de México, de la
República, para acompañarlo y endosarlo a quien a su juicio mejor lo representa
para sucederlo. No hay manera.
Eso en política siempre divide.
Ahí está el senador Ricardo Monreal que ya declaró que él se va, que aparecerá
en la boleta electoral, aunque luego dio un paso atrás. Y no se va solo en
medio del repudio de los “talibanes” del movimiento, cómo los ha calificado
Alejandro Rojas, el suplente del senador, sino se llevará al menos un
gobernador, una parte de las bancadas del Congreso de la Unión y si es cierto,
aquello, por lo que se le acusa de ser culpable de los votos perdidos en 2021 en
la Ciudad de México también podría llevarse algo de ello.
Es el problema del mito
convertido en hombre. Es religioso e intransferible. Además, tiene una
irradiación limitada. Basta hacer números a vuelo de pájaro. En la zona
metropolitana del Valle de México habitaban en 2018, según INEGI, cerca de
veinte millones de habitantes. Hoy seguramente lo superan.
Entonces, que, a la marcha, de
este domingo, y la ciudadana del 13 de noviembre, hayan asistido ese millón es
significativo pero no pinta en ese universo de sus potenciales electores que
debe rondar entre 12 y 13 millones en la zona metropolitana con la Ciudad de
México, los 56 municipios del Estado de México y el municipio de Hidalgo
(Tizayuca).
Esto es, que los quienes no
asistieron de esta región, fue porque no están de acuerdo con los gobiernos de
la 4T, no les interesa o son de ese mundo de los indecisos. Y ese es el gran
interrogante de los comicios de 2024. Incluso, la duda el Estado de México y
Coahuila de 2023.
Por eso, las estrategias de
Morena y de la oposición buscan capturar ese elector por las buenas o por las
malas. Vamos ¿Cómo votara la mayoría de esta región? ¿Cómo lo hizo en 2018 o
cómo lo hizo en 2021?
La marcha del pasado domingo
grosso modo movilizó a funcionarios, empleados, beneficiarios de programas
sociales y sobre todo a los fieles a AMLO. El resto se podría haber quedado en
casa esperando el partido de México contra Argentina o, simplemente, no está en
el círculo del aura del mito.
Por eso, no hay que perder
objetividad al analizar lo ocurrido el domingo pasado. No sólo se trata, como
lo dice el periodista Jorge Patterson, de “lo que no estamos viendo” que es la
impronta mítica de AMLO. Sino de esas zonas de silencio o que ya dieron el paso
hacia a la oposición como sucedió en la Ciudad de México.
Sustraídas al mito obradorista
que dieron probablemente la vuelta sin retorno. Que buscan otras opciones
distintas a Morena. Y eso se manifestó en la marcha capitalina del 13 de
noviembre. Que dicho de paso pudo ser mayor o equivalente el número de
capitalinos, subrayo capitalinos, en las calles que los del antepasado domingo.
O sea, no hay nada escrito. La ciudad de México o mejor la zona metropolitana
del Valle de México podría volver a ser una nueva competencia cerrada con un
desenlace imprevisible.
En definitiva, la manifestación
del obradorismo fue de singular apoyo del líder para demostrar que es capaz
todavía de movilizar a cientos de miles de todo el país. Que lo acompañen y
vitoreen. Enaltecer su mito que es lo que más cuida una personalidad como esta.
Estar del lado bueno de la historia. Que ninguna manifestación opositora lo
ponga en entredicho. Por eso la convocatoria personalísima. No fue Morena, fue
él. Si lo hubiera hecho Morena el mito se hubiera politizado y es que el mito
necesita del incienso de la imagen, la voz, el rictus del líder.
Y eso, si lo entienden Sheinbaum,
López y Ebrard, saben que no se transfiere menos por la osmosis de la marcha
que dos de ellos no aguantaron el trayecto. ¿Cómo no reconocer…?
Al tiempo.
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