EN ESTO CREO
EN ESTO CREO
Ernesto Hernández
Norzagaray
“Yo no escribo para agradar ni
tampoco para desagradar. Escribo para desasosegar”, es una expresión que se le
atribuye a José Saramago, el escritor portugués que alguna vez obtuvo el premio
Nobel de Literatura y con la cual me identificó especialmente en los momentos
en que recibo ataques, descalificaciones, reclamos y hasta regaños, críticas de
quienes legítimamente opinan diferente en uno u otro tema.
Cuando me planto frente para
escribir sobre algún tema de coyuntura busco despojarme en la medida de lo
posible de cualquier valoración a priori para hacerlo en libertad aun, y quien
no, con riesgo de equivocarme en mis juicios.
Hay críticas de buena fe que
buscan mejorar la visión de quien escribe y se agradecen sobre todo aquellas
inteligentes.
Hay críticas también desde la
ideología que también se agradecen especialmente de aquellos con las que
compartiste en algún momento una visión del mundo pero que la vida los ha
llevado a caminos diferentes.
Hay críticas también provenientes
de la ignorancia y cierta dosis de fanatismo, que frecuentemente son producto
del extravío que se agradecen, pero ya no tanto.
Hay críticas también de mala fe
que buscan lastimar al que escribe con reproches y agresiones. Son ese tipo de
personas que, con pago o sin él, militan en una corriente y van tras del que
critica a su tótem encarnado y la fe supina.
Hay bots y trollers en las
redes sociales, que ni en cuenta.
A todos ellos quiero decir en que
creo. En donde están mis lealtades. Mis devociones. No temo equivocarme, creo
en el equívoco. Es parte de la vida diaria. Asumo la vida como un aprendizaje
para decidir a cada momento. Y más en una materia tan engañosa y falsa como
frecuentemente es la política partidaria.
Milite en las ideas de la
izquierda ideológica. Afortunadamente en una corriente antiestalinista y eso,
aun con del centralismo democrático, tenía un aire de libertad con sus
corrientes. Me sedujo la utopía revolucionaria con sus iconos redentores.
Admire a los jóvenes ideológicos que estaban dispuestos a entregar su vida por
la sola idea de contribuir al cambio.
Pero la edad, lecturas y
reflexiones terminaron por atemperar mi lado político. Me volví un reformista.
Y es que cuando vino la derrota del comunismo volví la mirada hacia la
socialdemocracia. Un socialismo con cara humana y anclada a la realidad
cotidiana.
La estancia de estudio en la
universidad pública española y la convivencia con académicos, estudiantes y
personas de la calle modularon mis percepciones de la vida y a valorar las
instituciones y libertades.
Unos valores que frecuentemente
no valora y que llega a despreciar la izquierda populista. Aquellos que siguen
pensando en el asalto al Palacio de Invierno. Viendo el país en clave binaria.
Liberales y conservadores, ricos y pobres, mestizos e indígenas, ladrones y
honestos. Cuatroteístas y el resto.
No conciben a la sociedad
mexicana como unidad de lo diverso. Ven la historia nacional binariamente de
buenos y malos. Asumen que esa dialéctica solo puede cambiar por la existencia
de un partido maoístamente hablando “anclado en las masas” o, por la existencia
de un líder providencial, que vendrá algún día a desterrar todos los males.
No les dice mucho la
globalización y su tendencia a homologarlo todo. Es más, frecuentemente, lo ven
como un dato externo ajeno a la realidad que hay que quitarlos del camino para
que suceda la redención largamente esperada.
Sin embargo, la realidad se
resiste es más compleja y más estrechos los márgenes de actuación de los
gobernantes. No es casual que en América latina donde hay varios gobernantes
redentores se les complica para cumplir sus ofertas sociales de campaña y en
algunos casos, más razonables, como es el caso del chileno Gabriel Boric, vira
hacia la socialdemocracia, alejándose de las tendencias populistas en la
región.
Incluso, el propio Nicolás Maduro,
busca hoy un puente para alejarse de la narrativa anticapitalista y congraciarse
con Estados Unidos y Europa. Este fin de semana reanudan en México las
negociaciones entre los representantes del gobierno y la oposición que encabeza
Juan Guaidó en perspectiva de las elecciones presidenciales que se celebraran
en 2024.
En fin, creo en el valor de la
política, entendida como negociación y acuerdo sobre bases éticas, trato de no
ver el mundo en forma binaria, blanco o negro, liberales y conservadores y
menos en clave de lucha de clases que ya sabemos los costos que ha tenido para
muchos pueblos a los que se les ofreció la redención y un mundo mejor a través
de la violencia.
Por eso, escribo para militar en
el terreno de las ideas y desasosegar conciencia.
Comentarios
Publicar un comentario