EL ESTILO DE GOBERNAR DE ROCHA
EL ESTILO DE GOBERNAR DE ROCHA
Ernesto Hernández
Norzagaray
Rubén Rocha Moya, llega a su
primer año de su gobierno entre bombo y platillo de sus propagandistas, una
oposición complaciente y la crítica de empresarios por el escaso rendimiento
institucional.
No dedicare en esta colaboración a
lo logrado de su Plan Estatal de Desarrollo (1921-1927) sino, algo más
intangible y difícil de medir, el estilo de gobernar.
Daniel Cosío Villegas, fundador de
El Colegio de México y el FCE, publicó el libro El estilo personal de gobernar
(JM) en los años setenta para comprender a los presidentes del México del periodo
hegemónico, donde el poder absoluto giraba en torno a la figura presidencial y con
el inició una buena costumbre que, a los gobernantes, con o sin mucho poder, se
les analizara en sus atributos y defectos para gobernar a República, los
estados o municipios.
En el
libro de marras Cosío Villegas analiza la personalidad de Echeverría mediante
una tesis que no ha perdido vigencia: cuando los defectos del presidente se
vuelven característica del sistema mismo y cuando la patología del líder se
transforma en la patología del gobierno, se está hablando de un sistema
político enfermo.
Rocha Moya llegó a la gubernatura
de Sinaloa con un triunfo amplio sobre los candidatos invisibles de la mayoría
partidos de la oposición – y hablo de invisibilidad pues la mayoría nunca tuvo
posibilidades de garantizar tan solo el registro electoral de su partido- y eso,
que el abstencionismo superó el 50 por ciento de la lista nominal y la votación,
a favor del hoy gobernador, fue menos del 30 por ciento de ese listado con
credencial para votar.
No obstante, lo obtenido por
Rocha Moya representa a la vista de todos, un capital político nada
despreciable al ganar, dos a uno, a su más cercano competidor, el senador Mario
Zamora quien sufrió el abandono político del exgobernador y actual embajador de
España, además, del operativo criminal que neutralizó a los operadores
electorales de la coalición “Va por Sinaloa”.
Es decir, Rocha Moya, llega al
poder gracias a un partido que recoge mucho de los anhelos de justicia social,
pero probablemente, también, apoyo político y de grupos armados presente en
varios municipios para que al menos no ganaran los candidatos de la coalición
“Va por Sinaloa”.
Con ese antecedente inicia su
gobierno y su primera tarea fue que la gente lo viera alejado de esa sombra y a
cambio como suyo, accesible, franco, práctico y solidario, aunque a la hora de
formar gobierno, lo hizo de manera tradicional, y podríamos decir con cierta
dosis de irresponsabilidad, distribuyendo las secretarias y subsecretarias
conforme a un sistema de cuotas antes que por capacidades probadas y a un año,
claramente, son pocos los funcionarios que pueden sentirse orgullosos de rendir
buenos resultados a los sinaloenses.
No podemos omitir, además, que su
principal aliado y el que aportó más apoyo político, estructura electoral,
propagandistas y votos fue el PAS, al que de entrada le tocaron posiciones importantes
en la administración pública estatal, pero, por razones ingratas de la
política, a solo cuatro meses no solo se les despidió con un argumento sacado
de la manga, sino fue más allá al intentar apoderarse del bastión que
representa la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Esto llevó a Héctor Melesio Cuén, ex
secretario de Salud y dirigente del PAS, a tomar una decisión estratégica que
fue apoyar abiertamente la aspiración presidencial de Adán Augusto López
Hernández, actual secretario de Gobernación, lo que neutralizó cualquier
intento de socavar el poder en la institución Rosalina y a su antiguo aliado.
Y este intento, se inscribe en
una vocación ingrata muy anclada en el ADN de nuestros políticos por tener el
control de todo aquello que respira poder, es decir, los. poderes públicos
(Judicial y Legislativo) e instituciones autónomas, lo que de suceder significaría
eliminar ipso facto contrapesos.
Esto inevitablemente lleva al
análisis fugaz del desempeño del gobierno obradorcita en Sinaloa que Rocha Moya
ofreció en campaña armonizar en el estado.
Y eso, llama a ver, hasta ahora
que tanto se ha cumplido en dar respuesta a los anhelos que fueron depositados
en la urna aquel 6 de junio de 2021.
Cuando Rocha Moya asumió el poder
del estado estaba presente la pandemia del Covid-19 con sus estragos (muertes,
duelo, desempleo, deudas, desaparición de pequeñas y medianas empresas e
instituciones de salud pública tronadas, además, del problema ya crónico de la
inseguridad) lo que exigía una estrategia fuerte de gestión y la puesta en
operación de políticas públicas que dosificaron los efectos de esta crisis
compleja por la cantidad de piezas que se combinaron.
Felizmente los estragos de la
pandemia vinieron a menos hasta normalizarse y que la gente asumiera los daños
con sus costos en vidas y secuelas, lo que redujo la carga para el gobierno del
estado y las instituciones de salud, hoy esto es notorio, en la numeraria de la
pandemia y se ha dado vuelta a la hoja para enfocarse en temas menos espinosos
y exigentes de recursos públicos.
Sin embargo, siguen los problemas
crónicos del estado, si bien el problema de los homicidios dolosos ha venido
ligeramente a menos el de los desaparecidos sigue en aumento; el tema de la
lucha contra la corrupción en la esfera pública tiene un desafío mayor cuando
solo se licita el 8 por ciento de las obras públicas o a la exigencia de más
democracia, lo que tenemos es más gobernadorismo. Y así.
En este vértice se inscribe en la
narrativa que sus propagandistas han dado vuelo de que el gobierno de Rocha
Moya está haciendo políticas públicas con sentido “social, humanista, solidarias”
a despecho de no invertir en grandes obras como si esto fuera un defecto en sí
mismo y no un resorte del desarrollo regional especialmente en las grandes
ciudades donde son más visibles las inequidades sociales.
Y es que el gobierno de Rocha
Moya necesita de esta narrativa emocional para generar percepción de que lo
está haciendo está bien hecho y lo ayudan en ese propósito ciertos medios de
comunicación y periodistas.
Así cobra relevancia luego de los
escándalos políticos y el desgaste que han significado los desafueros de los
alcaldes de Culiacán y Mazatlán para poner a “ahijados” en esos cargos electos
que democráticamente debieron no ser puestos “a dedo” sino mediante una nueva
elección constitucional para garantizar una saludable legitimidad y
gobernabilidad democrática.
En definitiva, el estilo de
gobernar de Rocha Moya se inscribe en las sombras de la política de siempre y
una cada vez será mayor necesidad de propaganda emocional que el gobernante
puede llegar a creérselo, pero, como sabemos, este tipo de “información” a la
larga, abona bien, entre los fieles de la 4T, pero genera un vacío con el resto
de la sociedad, provocando una variante de esa enfermedad de la que habló Don
Daniel Cosío Villegas.
Al tiempo.
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