CARTA A IMELDA CASTRO Y RAUL ELENES
CARTA A IMELDA CASTRO Y RAUL ELENES
Ernesto Hernández
Norzagaray
Estimados senadores, me dirijo a
ustedes, en mi calidad de ciudadano libre atento y preocupado por su desempeño
como legisladores en la cámara alta donde al poder posesión del cargo juraron
con el brazo en alto “cumplir y hacer cumplir la Constitución”.
Y no le han cumplido.
Los he visto abyectos y no doy crédito,
votaron a favor de la militarización del país y ahora, sin prurito alguno, lo hacen
contra el sistema democrático.
Y, me sorprende, porque lo hacen
contra sus convicciones democráticas de hace pocos, muy pocos, años.
Aquellas, que les han permitido
acceder a los cargos de dirección partidaria y representación política durante
su dilatada trayectoria en la izquierda sinaloense.
No hay precedente en nuestra
historia democrática de los últimos 43 años que los legisladores federales, y
por simple reflejo los diputados locales, hayan votado a favor de una política tan
regresiva en materia de libertades, derechos y garantías políticas.
Y eso, lo llevaran para siempre en
sus biografías políticas y sufrirán el reclamo cuando sean echados por simple ineficiencia
y rotación de las elites.
Recordemos que las luchas de lo
mejor de la izquierda social y política fue la creación y el fortalecimiento de
las instituciones democráticas del país.
Y, paradójicamente, son ustedes, Imelda
y Raúl, los que con sus votos acríticos están en la tarea de la destrucción
en aras de un “modelo democrático” de dudosa factura que pretende eternizar una
visión de país en menoscabo de la pluralidad política.
Es lo que está detrás del fracaso
de la iniciativa presidencial en materia de reforma electoral y, ahora, del
llamado Plan B o C, que ustedes votaron en una acción políticamente irresponsable
que restará presupuesto, estructura, personal y capacidad operativa al
Instituto Nacional Electoral y a los Organismos Públicos Locales, y que busca
establecer un nuevo sistema de partidos hegemónico en un contexto marcado por la
“colombianización” y la militarización del país o sea en un tiempo en que la
lógica llamaría a la suma en la diferencia.
Y su abyección solo se explica en
la obediencia ciega al líder, al mito obradorista y al deseo de ustedes de permanecer
bajo el aura protectora del movimiento.
En su rendición se han olvidado del
ABC de la democracia que enseña que no es el espacio de los sistemas de
partidos casi únicos y, menos el espacio de las figuras providenciales, sino el
de la voluntad popular expresada en los votos de hombres y mujeres libres que
produce periódicamente representación política y, con ello, contrapesos
institucionales que garantizan los equilibrios y las libertades públicas.
Se que en su irresponsabilidad podrán
argumentar en su defensa que sus votos son por disciplina de partido o por el
proyecto político justiciero de la 4T, incluso, podrán decir que es para
mejorar la vida de los más pobres de este país cuando en estos años la realidad
demuestra que habido un incremento de ellos.
Y rollo no les faltará, algo han aprendido
en sus andanzas y arreglos políticos.
Pero, sospecho, que, en su foro
interno, si pervive algo de su vocación democrática, ni ustedes se la creen y
lo hacen por sintonía de mayoría o mejor por interés para continuar haciendo lo
mismo en su pobre vida política.
O, acaso ¿en los ya cuatro años
de Imelda y en el año de Raúl como senadores, han tenido alguna intervención
por la cual los sinaloenses nos sintamos orgullosos y protegidos por la gestión
de su representación?
Vamos, se sentirán orgullosos,
por haber legislado o hecho alguna gestión que haya redundado favorablemente ya
no digamos a todos los sinaloenses sino a los sectores vulnerables que es el
insumo más poderoso del discurso cuatroteísta.
No, han pasado desapercibidos,
sin pena, ni gloria, como figura muda y escenográfica en los eventos públicos
del Senado o los del gobernador y algunos alcaldes.
Vamos, como figuras estelares de
sus informes protocolarios que lo hacen para presumir sus carencias.
Y así, habrán de terminar su
“gestión”, como senadores de la República.
Ahí está su ausencia, su
invisibilidad y el constante medrar en la política sin dejar nada a cambio.
Sin el coraje para alzar la mano
y decir: ¡Eso no!, no, porque va contra mis certezas y mi vocación democrática.
Prefieren el silencio, la
invisibilidad, el montón, ese montón que, de vez, en vez, hace bola para justificar
su presencia y arengar consignas y maldiciones en ese espacio donde se debería
imperar inteligencia e información, a la hora de discutir los grandes problemas
nacionales y aportar ideas o legislación que mejoren realmente las condiciones
de vida de los sectores más vulnerables de la sociedad.
Vaya, que manera de desaprovechar
la oportunidad que le dieron los votos de los sinaloenses para construir una
carrera parlamentaria digna de reconocimiento y respeto, de pasar a la historia
de los hombres dignos e ilustres del estado y, ante este fracaso que quieren
volver triunfo, tener que soportar ser señalados como remoras de la política,
agachones y miembros del coro fácil del parlamento.
La historia no los absolverá, por
el contrario, los cuestionará severamente por la falta de voz propia en este momento
crucial para la democracia y para que sus convicciones se oyeran y
eventualmente evitará este tropiezo en la vida pública del país.
Y es que, tan sencillo, el país
es más que una voz, por más poderosa que esta sea, tendremos como país que
enderezar los productos de estos actos de prepotencia, egocentrismo, sumisión y
abyección que domina hoy la política nacional.
Porque no hay de otra, es
democracia o es autoritarismo, es democracia o es maximato, es democracia o son
libertades públicas.
No hay espacio para una tercera
vía y en ese dilema histórico Imelda y Raúl, decidieron ir en contra de
las instituciones que en este momento apoyaron para situarse a la diestra del
presidente, cómo lo hicieron nuestros impresentables diputados que literalmente
votaron las reformas sin siquiera haberlas leído.
Claro, dirán sus acólitos, en la
política el bien mayor se impone sobre el menor o más coloquialmente es el arte
de comer mierda sin hacer gestos, pero, senadores: Ustedes, Imelda y Raúl,
han dicho que son diferentes, que nos los confundan con los priistas, panistas
o perredistas, que habrían de hacer las cosas en forma totalmente distintas y,
nunca, atentar contra el pesebre democrático, las reglas de competencia, la
pluralidad política.
Imelda y Raúl, por último,
quisiera hacer esta reflexión, hicieron lo que nunca debieron haber hecho si
quieren un lugar en la historia de la política sinaloense, vendieron su alma al
diablo, al tener visión de corto plazo y someterse sin más, a los dictados y
caprichos de su líder político, ese que se va y ustedes se quedaran, y en lugar
de ver alto, más allá de la coyuntura y más cerca de sus ideales de juventud,
decidieron ir contra su biografía política a la que traicionaron. Y un ser
humano que traiciona ¿qué le queda?
Al tiempo.
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