LA REVANCHA

 LA REVANCHA

 


 

Rubén Rocha Moya, gobernador constitucional de Sinaloa, calificó la marcha de los seguidores de AMLO como “revancha” y una revancha, en el argot boxístico, no puede provenir sino de un adversario derrotado, que dio la pelea, pero finalmente fue derrotado.

Si en el imaginario del morenismo se ve una derrota es porque impresionó el alcance de las movilizaciones ciudadanas en el país y no salen todavía de su asombro porque muy probablemente están viendo ya el ocaso de su jefe político y con él la idílica Cuarta Transformación.

 La primera reacción, fue la negación en boca de Martí Batres, el secretario de Gobierno de la Ciudad de México, que redujo la movilización a 10-12 mil asistentes. Quizá lo hizo traumatizado por el posible efecto que tendría en la eventual candidatura presidencial de Claudia Sheinbaum y en la suya, si aspira al relevo de su jefa actual.

Y también lo repitió Claudia desde Tuxpan, Veracruz, en su campaña de posicionamiento de imagen.

El presidente López Obrador corrigió la plana a Martí y a Claudia, pero mantuvo la postura de minimizar, invisibilizar, la gran marcha sobre la ciudad que alguna vez fue el bastión irrebatible de la izquierda.

 Sin embargo, estaban encendidas las alertas en Palacio Nacional y buscaron tener control de los daños ocasionados por los cientos de miles de manifestantes y la expansión mediática que dio rápidamente vuelta al mundo.

Y cuando se esperaba que el presidente López Obrador daría un paso atrás para leer diez veces el mensaje al derecho y al revés y dar una visión de Estado, lo único que se le ocurrió al equipo o mejor al propio presidente, fue movilizar a sus bases en una movilización de contraste.

Pero, de entrada es débil esta iniciativa de contraste, por cuatro razones constatables: Una, porque la organiza el gobierno como reacción y pone a su servicio todos los recursos públicos que se necesiten para llevar gente al Zócalo de la Ciudad de México; dos, a la plancha del Zócalo y los accesos le caben a lo sumo 180 mil personas que será muy vistoso pero no alcanzara la vistosidad del domingo pasado por la columna de la protesta sobre la avenida Reforma y la explanada del Monumento a la Revolución; tres, en el acto “informara” el Presidente mientras en el otro fue José Woldenberg, un ciudadano reconocido que alertó sobre los riesgos de continuar la ruta trazada en contra del sistema electoral, el INE y la democracia; y, cuatro, el presidente va a defender sus logros mientras los de enfrente defendieron las instituciones de la democracia.

Es decir, el presidente está acorralado y pierde capacidad de reacción política a no ser que su mejor carta sea el incesante incremento de la polarización con sus estereotipos, clichés y motes que le han llevado a perder apoyos en toda la escala social.

Los más recientes fue por calificar groseramente a los asistentes del domingo pasado como fifís, cínicos y corruptos.

Ya en el mismo morenismo hay fracturas por ese discurso polarizante en especial del grupo que rodea al senador Ricardo Monreal que ha dicho “no a la regresión en el INE” aunque, dice, que asistirá a la concentración del presidente, seguramente, para seguir atrayendo los reflectores como sucedió el pasado domingo cuando no asistió al “acto fifí” pero se hizo visible en un restaurante cercano a la gran manifestación ciudadana.

O sea, la revancha no augura buenos resultados, el “derrotado” llegará a la contienda con porra, con mucha porra, pero lastimado y sin reflejos, además, con una esquina incapaz de haber diseñado una estrategia eficaz para ganar la pelea desde antes de subirse al ring.

 El referí será imparcial y sordo para escuchar el ruido, la estridencia, de la audiencia morenista que busca desesperadamente un nocaut sonoro que no se ve que lo pueda alcanzar.

Pero, no faltara quien diga, que es solo una pelea más del presidente López Obrador y su camino está lleno de victorias simbólicas.

Que vendrán más batallas y decisivas para el futuro del país.

Y que la próxima se escenificará en el Congreso de la Unión donde se medirán las fuerzas legislativas sea para la reforma constitucional en materia electoral o la reforma a la ley secundaria y en 2023 para elegir a tres nuevos consejeros electorales.

Cierto, ahí la batalla no será en la calle, sino en las sedes del poder legislativo, que si le creemos a la dirigencia priista a través de “Alito” Moreno que está vez no traicionara y sus votos de diputados y senadores serán en contra de cualquier intento de capturar el INE podríamos estar hablando de una derrota anunciada.

Sin embargo, con Alito, hay que ser cauteloso pues puede dar la sorpresa de una nueva reversa política vergonzante y con un alto costo político.

También están las elecciones en el estado de México y Coahuila, hasta hoy gobernados por el PRI y donde el presidente López Obrador busca que estos estados estén en manos de Morena y las tendencias así parecen favorecerle sin embargo lo grave no es tanto que gane, sino que se repita lo hecho en otros estados donde la coalición “Juntos hacemos historia” ha ganado gracias a la actuación impune del crimen organizado.

Sin embargo, cualquiera que sean los resultados futuros lo cierto es que hay una insurgencia ciudadana que va más allá de los partidos y sus personajes, que hoy lleva a reflexionar a toda la oposición para definir sus estrategias y acciones futuras.

Y a todas luces, se ve por ahora más inteligente la oposición que el cenáculo de Palacio Nacional que apuestan todo a la confrontación mediática que está visto gana entre los adictos al obradorismo, pero resta entre los simpatizantes conservadores. Que los hay y han ganado la calle.

En definitiva, las marchas del pasado domingo, vistas en clave de revancha como lo señala el gobernador sinaloense no parecen tener futuro pues manda el mensaje de un presidente que está perdiendo reflejos para leer la coyuntura y tomar así mejores decisiones.

Llenar el Zócalo era un ejercicio poderoso del AMLO opositor que fortalecía al convocante y a su movimiento, pero hoy, ese movimiento convertido en gobierno, se verá muy mal verlo acarreando personas para lograr lo que antes necesitaba solo la invitación del líder y aquello se convirtiera en una fiesta política.

Al tiempo. 

Comentarios

Entradas populares