LA MARCHA DE LA CIUDAD DE MÉXICO
LA MARCHA DE LA CIUDAD DE MÉXICO
Ernesto Hernández
Norzagaray
Asistir a una de las grandes
movilizaciones ciudadanas del siglo XXI en la Ciudad de México no es poca cosa
en un tiempo que frecuentemente gana el individualismo y la indiferencia. Ahí,
estaban, las grandes avenidas de la capital recibiendo a la multitud que
llegaba de todos los rincones de esa gran ciudad solidaria y políticamente
madura, inconformista, rebelde, irreverente.
Ahí, estaban, legiones de la
versión mexicana de los baby boomers con sus distintivos rosa que
pintaban playeras, faldas, pañoletas, lentes y chamarras como el unísono grito de
resistencia democrática; ahí estaban los desencantados de Morena y López
Obrador, los críticos del PRI de Alejandro “Alito” Morena (así lo escuche) y,
en menor grado, del resto de partidos; ahí estaban, los miembros de la
izquierda antiobradorista que salieron unidos, deponiendo sus banderas
doctrinarias, en defensa de las instituciones de la transición a la democracia.
Ahí, estaban, también, las clases
medias depauperadas, desempleadas y empobrecidas aun o por insuficiente, la
pensión de mil 800 pesos mensuales gritando consignas al lado de los perfumados
de las clases medias y altas; ahí, estaban, discretos los organizadores
empresariales y dirigentes de los partidos de la coalición Va por México que
evitaban la prensa para no alcanzar visibilidad ni protagonismo en la marcha
ciudadana.
Ahí, igualmente, estaban,
segmentos de la intelectualidad liberal que salieron a la calle para repetir lo
que dicen en los espacios de los medios de comunicación no oficialistas; ahí,
también, estaban, los académicos que dejaron sus cubículos para salir a
protestar contra la reducción de los presupuestos en materia de investigación y
educación como también por las libertades públicas.
Ahí, estaban, cientos de miles de anónimos que
habían decidido ser protagonistas de la historia y que renunciaron a un domingo
frente al televisor para ver otro clásico de futbol; y ahí, estaban, los
espectadores fifís que se levantaron temprano para desayunar en los exclusivos
restaurantes de Polanco o Reforma e ir a pie y con la panza llena a la gigantesca
explanada del Monumento de la Revolución.
Ahí, se le vio, también, a la
señora de la tercera edad que impotente y enfurecida le salió lo racista y llamó
al presidente López Obrador en un grito estruendoso “indio patarrajada” y,
también, apareció la diputada morenista transgénero María Clemente brincando entre
el gentío para insultar a los “nacos” y nacas” que hacían la marcha en forma
festiva y ordenada.
Ahí, estaban, alrededor del Ángel
de la Independencia, los miles y miles de ciudadanos, que elevaban la voz una
vez más contra gobernantes que no escuchan y solo ordenan, mientras se les acumulan
problemas sin resolver haciéndoles la vida más difícil e infame, lo que
significa leer la democracia en clave de insatisfacción y violencia.
O sea, no a todos los que estaban
ahí los movía razones ideológicas, sino pragmáticas y enojo. De vida cotidiana
por el bajo rendimiento de un gobierno que ofreció mucho y hasta ahora ha dado poco
y mucha distracción.
Al que además le queda poco por
las prisas de la sucesión presidencial. Hoy, todo, está destinado a esa lógica
de gobierno.
Entonces, la respuesta del
presidente en su conferencia matutina rutinaria y la réplica discursiva de los
gobernantes de Morena en todo el país fue penosa, baja de miras,
propagandística.
Y ahora, en esa fuga hacia
adelante, va por la revancha y Andrés Manuel dice que los suyos se manifestaran
el próximo domingo en el Zócalo de la ciudad de México. Y no habrá de tener
problemas para llenarlo como siempre lo hizo en su etapa de opositor.
Pero, ahí no está el problema, las
multitudes en democracia son mensajes de participación y demanda, más cuando
son legítimas producto de insatisfacción.
Entonces, organizar desde el
gobierno una marcha alterna no será difícil con todos los recursos a su
alcance, lo difícil es atender la consigna de la defensa no sólo del INE, sino
de las libertades públicas, que es lo central.
Y bastaría preguntarnos para
estar en sintonía en clave de demandas de la marcha ciudadana, si la
manifestación obradorista defendería. ¿Al presidente, a la 4T o simplemente se
trata de medir su músculo frente al devenir del 2024 y, más recientemente el
2023, en los estados de México y Coahuila?
En definitiva, lo ocurrido el
domingo pasado en la Ciudad de México y más de cincuenta ciudades del país,
forma parte de las movilizaciones en la historia ciudadana de la transición
democrática y el discurso, que pronunció en la explanada del monumento a la
revolución José Woldenberg, hombre de izquierda moderada, ex presidente del IFE
y profesor de la UNAM sintetiza los anhelos de una sociedad que no está
dispuesta a guardar silencio ante algo básico en las relaciones con el poder
como es el respeto en la diferencia y, algo mayor, que es la defensa de las
instituciones de la democracia mexicana.
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