LA MARCHA DE AMLO …Y MONREAL
LA MARCHA DE AMLO …Y MONREAL
Ernesto Hernández
Norzagaray
Mucho se ha escrito sobre la “revancha”
del presidente López Obrador que se escenificara este domingo en su marcha de El
Ángel al Zócalo de la Ciudad de México para “informar” sobre los logros
alcanzados hasta el cuarto año de gobierno de la 4T.
Están convocados todos, pero hay
“derecho de admisión”, ha dicho el presidente desde Palacio Nacional con un énfasis
curiosamente contradictorio.
Sus detractores han dicho que le
“dolió” la gran manifestación ciudadana celebrada el domingo antepasado y va a
tratar por esta vía de opacarla.
Es muy probable que si le dolió
perder la calle que por décadas fue suya y sus seguidores. Pero, las dos
marchas, son distintas.
La del domingo 13 de noviembre más
allá de sus organizadores tuvo un componente mayoritariamente ciudadano.
Se replicó, además, en más de
cincuenta ciudades del país. Entre ellas las de mayor densidad demográfica.
En tanto, la de este domingo,
está convocada por el presidente López Obrador y eso hace la diferencia entre
las dos marchas.
Están los ciudadanos del malestar
y están los de la gratitud con el poder. Los primeros es una constelación de organizaciones
e individualidades que por distintos motivos no están del lado del presidente
con su gobierno de la 4T y los segundos, seguramente están por razones
ideológicas o los beneficios que reciben a través de un cargo público, un
servicio o una prebenda.
Se ha dicho también que hay en
ellos dos proyectos de país. El bueno y el malo según de donde se vea. El bueno
que en su narrativa reivindica a los que menos tienen y otorga beneficios que
otros les escamoteaban.
Los malos, en cambio, de acuerdo
con esta película justiciera son aquellos que han “robado descaradamente” en
los anteriores gobiernos o peor, los empresarios, que siempre buscaran obtener
beneficios mayores sea a través de negocios espurios o las ganancias mediante la
ley de la oferta y la demanda del mercado.
Hay algo de cierto en ello, sobre
todo en lógica capitalista, Marx en su teoría del valor, habla del dinero que
al ser invertido se traduce en dinero incrementado.
Y la pregunta es, ¿cómo puede
salir un país de este atolladero marcado por la polaridad política? Los buenos
dirán qué distribuyendo mejor la riqueza y en esa lógica, los malos, no tienen
proyecto porque lo único que les interesa es la acumulación de la riqueza y los
malos responderán con aquella máxima panista de “que no se trata de regalar
pescados sino enseñar a pescar”.
Así, una marcha llamara a otra,
más o menos vistosas. Y hasta las calendas griegas. Estamos marcados por el
fatalismo del callejón sin salida. De posturas irreductibles hasta en lo
indispensable como son las instituciones construidas en el largo y sinuoso
camino de la transición a la democracia.
Otras experiencias democráticas
nos enseñan la importancia de los mediadores de uno y otro bando. Ahí está,
como ejemplo histórico. la transición española que sin personajes como Adolfo
Suárez, Felipe González, Santiago Carrillo o el rey Juan Carlos I, o la misma
Comunidad Económica Europea con su cláusula democrática, hubiera sido imposible
terminar con el franquismo -aunque sus detractores dirán hubo y hay franquismo
sin Franco-, pero, lo que nadie puede negar es que hoy el país ibérico tiene un
conglomerado de instituciones sólidas que regulan las diferencias entre las
distintas fracciones que se expresan en su sistema político.
Gabriel Boric, el presidente
chileno, en su reciente comparecencia ante los senadores lo dijo de otra forma,
ante los problemas “nosotros lo resolvemos siempre con más democracia”.
Por eso, en estos días álgidos, o
mejor en estos meses y años de confrontación ¿dónde están los políticos de la
mediación para encontrar rutas no tan costosas en el ánimo de una sociedad,
irritada, fatigada? No sé si estén en las marchas o en el legislativo lo que si
se es que se necesitan.
El país pasa por un momento de
gran polarización política. Alcanza las mesas de los hogares. Las familias
están divididas y hasta algunos amigos, procuran no hablar de política para no
lastimarse.
Y eso ocurre silenciosamente en
todo el territorio nacional. No habiendo manera de conciliar porque el
presidente atiza todos los días contra sus “adversarios” y los medios de
comunicación, hacen no desinteresadamente, la interpretación de estos mensajes
y son con cargo al gobierno y terminan de esa manera por afirmar la
polarización.
Es fácil augurar que de esta
confrontación no saldrá nada bueno, desde la violencia mediática solo hay un
paso a la violencia física. A la lucha de mexicano contra mexicano. Nuestra
historia así lo enseña.
Estamos dando vuelta a la tuerca,
como escribiría el escritor estadounidense Henry James. Repitiendo los mismos
errores. Reincidiendo en el rencor. Atizando todos los días en la tribuna
pública en aras de un triunfo que nunca llegará porque nunca los de enfrente
dejaran de existir. Será en el mejor de los casos un triunfo pírrico,
momentáneo, fugaz. Nunca definitivo. Porque lo definitivo nunca ha sido la
historia. Ni la nuestra, ni la de otros países.
Esto lleva a una reflexión sobre
la iniciativa de “reconciliación nacional” que ofrece el senador Ricardo
Monreal y al que le tundieron inmediatamente desde el obradorismo, el mismo
presidente se ha preguntado molesto como puede abrazar a alguien que es
“corrupto, corruptísimo” y otros, de los que ven todo en blanco y negro, han
dicho que Monreal toma la principal bandera del PAN.
El diario El PAÍS está semana
reveló presuntas negociaciones de él con tres líderes de la coalición Va por
México para que el todavía morenista fuera el candidato presidencial de la
coalición Va por México sí, es cierto, hay que decir que está “deslealtad” es
con cargo al presidente que lo excluyó del proceso sucesorio interno y este, hoy
jugaría sus cartas para el 2024 con la oposición.
Pero esto, que puede ser
buscapiés mediático, hay que ver si está en sintonía con lo que quieren los partidos
opositores incluido MC, que, de acuerdo con esta versión, es condición para que
el zacatecano acepte la eventual nominación.
En tanto eso sucede o no, la
bandera de la reconciliación nacional es un mensaje poderoso que lo podrían comprar
muchos mexicanos hartos de una confrontación que no tiene límites y que llama,
a un alto en el camino en clave democrática, para de esta forma atemperar los
ánimos que se expresaron en la anterior marcha y la que escenificara este
domingo.
Al tiempo.
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