LA AFILIACIÓN DE EBRARD
LA AFILIACIÓN DE EBRARD
Ernesto Hernández
Norzagaray
Una de las sorpresas que ha
dejado las elecciones internas de Morena no ha sido solo la violencia que hubo
en su proceso interno que podría estar previsto por simple tradición en la
izquierda sino por la afiliación de Marcelo Ebrard, el secretario de Relaciones
Exteriores, que, desde el triunfo electoral de este partido en 2018 ha jugado
un papel importante en las relaciones internacionales sin estar formalmente
afiliado al partido de gobierno.
Y es que mire, se ha vuelto una
costumbre en nuestro sistema burocrático que muchos funcionarios de primer
nivel no pertenezcan al partido del gobierno. Son esos personajes una suerte de
utility beisbolero capaz de servir en cualquier posición en que se le
ponga incluso en las administraciones contrarias. Se ha dicho, para justificar,
que son profesionales y no importa tanto la adscripción política, como las
capacidades para desempeñarse con eficiencia en la hacienda pública o en las políticas
destinadas a la educación. O cualquier otra. Teóricamente el resultado siempre sería
el mismo.
Es una herencia maldita que viene
desde el porfiriato cuando Ives Limmantour que había leído a fondo el Discurso
sobre el Espíritu Positivo de Augusto Comte, el llamado padre de la sociología
pugnaba como el maestro porque la ciencia debería dirigir el destino de los
gobiernos. Esta idea bizarra rápidamente fue criticada y superada por visiones
menos tecnocráticas, clasistas o elitista y se pensó el gobierno como ejercicio
programático.
Y la prueba de que así sería está
en que durante una buena parte del largo periodo priista era condición
indispensable ser militante del partido. Desde el gobierno de Miguel de la
Madrid las cosas cambiaron y los altos funcionarios, se les seleccionaba en
función en una mezcla de recomendación, compadrazgo y credenciales académicas.
Por ejemplo, muchos de los altos
funcionarios de los gabinetes económicos de De la Madrid a Peña Nieto, se
formaron académicamente en la Universidad de Chicago, donde el célebre Milton Friedman
enseñaba las políticas neoliberales de ajuste estructural y con la llegada de
López Obrador al poder teóricamente estos tuvieron que abandonar sus cargos y
sus jugosos emolumentos lo que dio paso una nueva generación de economistas más
acorde con las políticas neopopulistas de este gobierno.
En esa línea Marcelo Ebrard fue un
utility contumaz. En el PRI se desempeñó como su secretario general en el D.F. (1988 a 1992), secretario
general del Departamento del Distrito Federal (DF) de 1992 a 1993 y como subsecretario
de Relaciones Exteriores de 1993 a 1994 durante la administración de Manuel
Camacho Solís.
Fue diputado federal del PVEM en la legislatura 1997-2000. En
los primeros años del gobierno de López Obrador en el Distrito Federal fungió
como asesor político de López Obrador y en 2002 fue nombrado secretario de
Seguridad Pública del DF, pero en diciembre de 2004, es destituido por el
panista Vicente Fox por aquel linchamiento de policías ocurrido en la Delegación
de Tláhuac -hay que recordar que esta secretaria no dependía del jefe de
Gobierno de la capital sino del titular del Ejecutivo federal.
Al dejar esa secretaria asume la secretaria de Desarrollo
Social del gobierno del DF y renuncia al cargo para ser candidato a jefe de Gobierno
por el PRD y es electo, como nuevo jefe de Gobierno para el periodo 2006-2012.
Al concluir su gestión preside la Red Global de Ciudades
Seguras de la ONU y renuncia a ella en febrero de 2014, para buscar el
siguiente año, la presidencia nacional del PRD y al no alcanzarla renuncia a
ese partido en febrero de 2015. Luego vendrían los problemas con la línea 12 del Metro que lo
llevaron a un virtual exilio en Francia hasta ser llamado por López Obrador para
ocuparse como titular la Cancillería mexicana.
El pasado
domingo Ebrard decidió finalmente afiliarse a Morena lo que no hizo cuando fue
diputado del PVEM. La explicación de esta decisión para cualquiera es natural
por la posición administrativa en que se encuentra y mejor, aún, estar considerado
por el presidente López Obrador para eventualmente ser el candidato presidencial
de Morena.
La
afiliación de Ebrard deja claro que solo será candidato presidencial por su
partido. No cabe la alerta que lanza Gustavo de Hoyos a los dirigentes de la
alianza Va por México en esta misma sección de opinión.
Más
bien, de seguirse manteniendo al margen de las estructuras de Morena debilita
la posibilidad de ser considerado en la decisión final. Sobre todo, porque
Andrés Manuel se la debe, luego de que renunció a su aspiración para que él
fuera candidato presidencial en 2012 y su perfil de un político moderado, más
conciliador, le ha ganado simpatías en los sectores que Andrés Manuel ha venido
perdiendo por su política de confrontación y polarización.
Es probable
que la disputa en los comicios presidenciales de 2024 para amplios sectores sociales
y políticos no sea percibida como en 2018, entre proyectos de nación, sino pragmáticamente
entre perfiles políticos que tengan como objetivo serenar a la nación mediante
un cambio en el discurso y políticas públicas en aquello que más preocupa a la
media de los mexicanos.
Y aquí hay
dos momentos encadenados que no debemos perder de vista: El discurso que
pronunciara el presidente López Obrador la noche del 15 de septiembre desde
Palacio Nacional que podría ser en un tono independentista, soberanista y, no
habría que el descartar, que anuncie la salida de México del Tratado de Libre
Comercio porque a su juicio podría decir que no sirve a los intereses de
México.
Si esto
ocurre será una bomba que estallará y estremecerá las relaciones con los
vecinos del norte e impactará, como no, en los trabajos del Congreso Nacional de
Morena que se celebrará en la ciudad de México el 16 y 17 de septiembre.
Y de lo
que ahí resulte, dependerá de quien podría ser el mejor candidato de Morena para
la presidencia de la República. Y es que está cada vez más claro, si el
presidente quiere pasar a la historia como lo hicieron especialmente Benito Juárez
y Lázaro Cárdenas necesita este tipo de discurso y tensión y ya veremos, cuál
será la respuesta de los congresistas donde habrá de chile, dulce y manteca.
En
definitiva, Marcelo Ebrard al afiliarse a Morena pone en juego todo su capital
político en algo que se prefigura lejos de sus credenciales políticas, aunque,
cierto, en política nunca hay algo definitivo.
Al
tiempo.
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