TRAICIONES
TRAICIONES
Maquiavelo alguna vez escribió con perspicacia que “el Príncipe,
para conservar su Estado, muchas veces se ve obligado a actuar contra su propia
palabra, agregando, que debe tener los sentidos preparados para virar según lo ordenen
los vientos de la fortuna y las variaciones de las cosas”. Y ese giro es el
fundamento de la traición, o la negación, en la política como lo refieren los
politólogos francés Yves -Roucate y Denis Jeambar en un libro clásico sobre el
tema Elogio de la Traición: sobre el arte de gobernar por medio de la negación (Gedisa).
La traición viene desde el cristianismo, cuando Judas
traicionó a Jesús por treinta monedas de plata, y en la negación del apóstol Simón
Pedro, lo que llevó a concluir a los pensadores galos a que sin esas traiciones
“la aventura cristiana hubiera concluido en el impasse de una secta y no
hubiera cambiado la historia de la humanidad”. Es decir, la traición en
política no necesariamente es mala cuando se le despoja de la moral pues está
asociada lo mismo al bien común, como a la perversión, en función de fines.
Y esa historia de traiciones se repite una y otra vez acá y allá.
La única diferencia que puede distinguir entre los tipos de traiciones remite a
otra máxima maquiavélica: “el fin justifica los medios” que lleva implícito un dilema
ético. Esta práctica está muy extendida en la historia mundial y,
particularmente, en nuestra historia nacional.
Registra, por ejemplo, a Victoriano Huerta traicionando a
Francisco I. Madero para imponer una dictadura militar. A Lázaro Cárdenas exiliando
a Plutarco Elías Calles para avanzar en su proyecto nacionalista. A Luis
Echeverría mandando al ostracismo a Gustavo Díaz Ordaz. A Carlos Salinas que puede
estar detrás del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Ernesto Zedillo exiliando a
Carlos Salinas en Irlanda y encerrando en la cárcel a Raúl su hermano. Vicente
Fox, traicionó, algo más abstracto, la democracia que la gente había votado en
el verano del 2000. Y Felipe Calderón traicionó a este país al entregar la
seguridad pública al crimen organizado.
En Sinaloa, Jesús Aguilar traicionó a Juan Millán quien, nos
dice Arturo Santamaría en su libro sobre el exgobernador, cuando intentaba a través
de él extender su mandato y crear un maximato, incluso, Mario López Valdez hace
lo propio con Juan Millán que lo había llevado a la gubernatura y Quirino Ordaz
traiciona a su partido para salvarse ante el gobierno de López Obrador.
Y en estos escasos siete meses de ejercicio de gobiernos
morenistas en Sinaloa hemos sido testigos de una serie de traiciones con el fin,
nos dicen, de alcanzar la gobernabilidad del estado. Ahí está las traiciones de
Rubén Rocha y Luis Guillermo Benítez a Héctor Melesio Cuén, el primero por
partida doble, cuando este destrabo jurídicamente el paso a su nominación como
candidato a gobernador y postuló el PAS al hoy alcalde de Mazatlán y la segunda,
su salida como titular de la secretaria de Salud, en tanto el Químico Benítez, traicionó
a Héctor Melesio, al no aceptar entregar cargos en la administración municipal
que contemplaba el convenio de coalición electoral.
Y Héctor Melesio, dirán otros, traicionó a Jesús Estrada
Ferreiro, cuando los diputados del PAS no lo acompañaron y terminó con su
desafuero al ser parte del golpe parlamentario para poner al nuevo alcalde por
encima de la voluntad popular. Aunque Cuén Ojeda afirma, que estaba dispuesto
acompañarlo si hubiera sido juicio político, no en el caso del desafuero por presuntos
delitos en el ejercicio de gobierno.
Y, finalmente, el Congreso del Estado, traicionó a los
votantes cualiacanenses al nombrar a un alcalde sustituto, para satisfacer una
ambición de poder y este habrá de estar siempre a la orden de quien lo puso y
no de los electores que votaron por Estrada Ferreiro. O, dicho de otra forma,
la designación de este alcalde podrá ser legal, pero nunca legítimo. Recordemos,
en democracia representativa, la legitimidad solo viene de los votos.
Y la experiencia muestra que la traición no lo determina el “proyecto”
de un mandato sino frecuentemente las venganzas por agravios acumulados bajo la
máxima mafiosa: “la vendetta e un piatto che si mangia freddo” (la
venganza es un plato que se saborea frío). Aunque aquí, algunas veces, las
venganzas se han saboreado todavía, calientes, humeantes.
Se podrá argumentar en contra de que detrás de algunas de
estas traiciones está un bien superior quizá, sí, por ejemplo, la decisión de
Lázaro Cárdenas de desprenderse de Elías Calles y dar fin al Maximato que había
alcanzado a tres presidentes (Abelardo Rodríguez, Emilio Portes Gil y Pascual
Ortiz Rubio) o, localmente, aun con todas las dudas que se le quieran poner, la
ruptura de Jesús Aguilar Padilla con Juan Millán, que dejó en suspenso su maximato
que retomaría en 2010 al apoyar a Mario López y ganar con el PAN y el PRD la
gubernatura del estado (otra traición).
Pero, volvamos, a la traición y la negación, que ha sido la
constante de este incipiente sexenio que conocemos gracias a la prensa libre que
tiene Sinaloa y permite a su gente no chuparse el dedo cuando se afirma que
“Estrada se lo acabó su lengua”, “que se respetó la constitucionalidad de los
actos legislativos”, no, lo que se está viendo es que detrás de todo este juego
del poder se encuentra la obsesión por tener el control político y administrativo
del estado aun cuando esto signifique tener al miedo como principal instrumento
de coacción social.
Todo esto podría esperarse de un gobierno autoritario, pero,
no, de un gobernante con credenciales de lucha democrática. Que hasta tenía
prestigio entre las elites intelectuales del país, pero dirán algunos, le ha
ganado la simple y vulgar ambición, y mejor cuando con el apoyo de una
oposición partidaria sumisa y oportunista, una clase empresarial que no dice lo
que piensa para no meterse en problemas y una sociedad indiferente rendida ante
el temor, el miedo y amenazada a la vuelta de muchas esquinas.
O sea, el poder estatal, tendría que mandar otros mensajes en
clave de fortaleza, para que lo dicho por el pensador florentino tenga sentido de
futuro en Sinaloa, de lo contrario, lo que hemos visto en estos ocho meses será
la constante en este “gobierno de la 4T”, es decir, la traición, por la
traición misma y eso va, contra su virtud en política.
Al tiempo.
Comentarios
Publicar un comentario