ESCANDALOS SIN CONSECUENCIAS
ESCANDALOS SIN CONSECUENCIAS
Los escándalos políticos generalmente los produce y distribuye
el periodismo de investigación, sin embargo, lo que hemos visto en las últimas
semanas, es que desde el gobierno federal ha buscado invertir esa regla exhibiendo
la presunta corrupción de los priistas Alejandro Moreno y Enrique Peña Nieto.
Están cuatro libros escritos por periodistas y académicos que
hoy tienen más menos éxito en librerías y plataformas comerciales digitales, como
son los casos de Raúl Olmos La Casa Gris, todo lo que revela el mayor
escándalo obradorista; el de Jesús Lemus El Fiscal imperial: El Eslabón más
oscuro de la 4T (Harper Collins); y de Manu Ureste, Zedryk Raziel y Arturo
Ángel: El caso Viuda Negra: el asesinato que pone al descubierto la mayor
red de lavado de dinero en el peñismo (Grijalbo) y no menos importante el
de Nayeli Roldán y Manuel Ureste: La Estafa maestra, la historia del
desfalco (Planeta), a todos, ellos les antecede una gran cantidad de artículos
periodísticos que demuestran que el escándalo político llegó para quedarse en
la vida pública mexicana.
Y que bueno. Si consideramos que este tipo de periodismo de
fondo se asocia regularmente a la revelación
de aquellas conductas contrarias al interés público por individuos que tienen
responsabilidades institucionales.
Sea
que esas conductas se realicen a través de actos de corrupción donde funcionarios
públicos obtienen beneficios personales, familiares, amistosos, grupales o que los
partidos políticos que alteran las normas vigentes, los sistemas de valores y los
códigos morales colectivos.
Y
esto, solo puede ocurrir en democracia, donde existe, aun con todos sus
enemigos, periodistas que ejercen con mayor o menor responsabilidad el derecho
a saber.
No
es casual que en sistemas abiertamente autoritarios no haya escándalos
políticos o aun ahí, el periodismo, libra una batalla, todos los días, en la búsqueda
de la verdad a costa frecuentemente de persecución política y en algunos casos
la pérdida de la libertad.
Es
por eso, que hay que distinguir entre el insumo que favorece el periodismo de
investigación y el que proviene de las fuentes de gobierno:
Uno,
revela, lo que ocurre en las cañerías del poder con el fin de provocar
reacciones, al menos, en la conversación pública mientras, el otro, cuando trata
de dar “adelantos” informativos busca venganzas, mandar mensajes o sacudirse a
sus adversarios con el objetivo de obtener beneficios políticos generalmente de
corto y mediano plazo.
Alejandro
“Alito” Moreno, el dirigente nacional del PRI, es un personaje vulgar,
impresentable, notoriamente corrupto, es el personaje perfecto en una estrategia
para acabar lo que resta del otrora imbatible y poderosísimo PRI, y es
curiosamente su ex correligionaria Layda Sansores, la gobernadora de Campeche,
su victimaria, cuando exhibe sin pudor alguno gota a gota, audio tras audio, palabra
y palabra, hasta desnudar completamente su catadura política.
Aquel
solo atina a responder, como una suerte de fuga hacia adelante, que lo que busca
el presidente López Obrador y la gobernadora Sansores, es golpear a la
coalición PAN-PRI-PRD, distraerlos con la exhibición pública de estos audios y
que están editados para perjudicarlo, cuando es claro que sigue la máxima del
karate de la mejor defensa es el ataque. En un descuido, los ataques terminan haciéndolo
candidato presidencial.
El escándalo
de las transferencias millonarias y las empresas ligadas a Peña Nieto se cocina
aparte y al parecer Pablo Gómez, el titular de la UIF, tenía la autorización por
su jefe político de mostrar un adelanto de este trabajo de su antecesor en una
conferencia mañanera, sin embargo, más allá de la “bomba mediática”, sería el
presidente quien controlaría sus efectos y, por alguna razón que ha sido motivo
de gran especulación, a las horas decidió dar marcha atrás diciendo que en su gobierno
“no se persigue a nadie”.
La
pregunta que está en el aire, entonces es ¿para qué ventilar información que ni
siquiera se ha entregado a la fiscalía general de la República? Además ¿Por qué
hacerlo luego de varios meses de saberse de esas transferencias en efectivo y
los problemas fiscales de unas empresas a las que presuntamente estaría
vinculado el hoy ciudadano Peña Nieto?
Se
ha especulado mucho, en términos políticos, sobre la actuación del presidente
López Obrador y me parece que la más certera es aquella de Jorge Zepeda que el affaire
Peña llama a recordar que es una pieza destinada a “romperse en caso de
emergencia”, la lectura es doble, el pacto de silencio, que existe, hasta ahora,
entre ambos personajes, no es para siempre, pues depende de las circunstancias y
los intereses en juego.
Y
las circunstancias son que el presidente quiere todo el espacio político para él,
mejor, frente a las elecciones del próximo año en el estado que es la corona
del priismo que prohijó al expresidente. O sea, es un “estate quieto” tú y el
grupo de Atlacomulco.
El
escándalo político, recordemos así lo reflexiona el politólogo John B. Thompson,
sirve para dos cosas: Una, para disciplinar a los actores políticos mediante la
potencial exhibición pública de sus fallos, debilidades, flaquezas y hasta
tentaciones privadas, y de esa manera, acotar a la potencial oposición
cualquiera que esta sea y en ese tipo de mensajes, paradójicamente, aquel
priismo, hizo escuela y ahora, diríamos, coloquialmente, se le da una de su propio
chocolate.
La
otra, lamentablemente, no está en la agenda política, viene de su papel
virtuoso, el escándalo al exhibir las debilidades del sistema político sea
corrupción o calidad de la política y los políticos, deberían generar mejores
instituciones de manera que la sociedad pase de la espectacularización a la racionalización
institucional de la vida pública.
Es
decir, los sucesivos hechos escandalosos, a los que nos tienen acostumbrados los
grandes medios de comunicación, han creado una atmosfera contaminada de impudicia
y cínicos en la amplia mayoría de casos sin consecuencias, es decir, aun
construyendo un escándalo político sólido -cómo han sido el de la Casa Blanca, la
“verdad histórica” de Ayotzinapa, la Estafa Maestra o la Casa Gris- la
constante ha sido la impunidad y es ahí, donde radica el fracaso de la oferta
de AMLO en materia de la lucha contra la corrupción y la impunidad. Y es que al
menos en percepción, la corrupción ya lo alcanzó a él y a su familia.
Al
tiempo.
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