TIEMPO DE ASESINOS

 TIEMPO DE ASESINOS

 


Rubén Rocha Moya, gobernador constitucional del estado de Sinaloa, ha salido a calificar de histórica la consulta pública para que las comunidades indígenas se pronunciaran sobre la instalación de la planta de amoniaco en la Bahía de Ohuira y, si, es histórica, por varias razones, es la primera consulta constitucional que se realiza en Sinaloa, es histórica porque en ella participan las comunidades indígenas del norte del estado especialmente las que habitan las zonas ribereñas, pero, también, es histórica porque nunca se había atentado en Sinaloa contra un ecosistema como sucede en esta ocasión “con todas de la ley”, y también es histórica, porque nunca se había montado un operativo para decidir sobre el destino de un valioso hábitat que es la fuente de manutención de miles de familias que viven de las capturas en esta región y, peor, es histórico, que los habitantes hayan votado en contra de sus intereses de mediano y largo plazo. En definitiva, es histórica, porque se impuso el gran capital sobre las comunidades indígenas con el aval de políticos que obtendrán sus beneficios.

Por eso, quizá, detrás de ese calificativo histórico, hubo una sonrisa de satisfacción pues el gobernador nunca escondió su simpatía por este proyecto de inversión suizo-alemán que tiene detrás al presidente López Obrador y a los exgobernadores, Francisco Labastida Ochoa y Mario López Valdez.

Han ganado nuevamente las élites políticas del estado a través de una labor sistemática de convencimiento de varios meses y, quizá muy pronto, sabremos lo que ofrecieron para obtener el “sí” en estas comunidades indígenas empobrecidas que votaron dispuestas a sacrificar, no solo su futuro, sino el de sus próximas generaciones, que, algún día, les reclamaran porque les heredaran más pobreza de la existente.

Está visto que con estas inversiones notoriamente contaminantes se ponen en juego, no solo el presente, sino el futuro de estas comunidades, que no fueron capaces de defender los que sus ancestros les heredaron y que son su signo de identidad o, sea, cuando la planta los empiece a expulsar porque los empleos prometidos serán para un pequeño sector de los pobladores y seguramente los menos calificados, el resto, tendrá que mudar de la pesca a otras actividades económicas incluso a otras regiones del país.

La planta de amoniaco recordemos es una de las más importantes del gobierno de López Obrador y tiene en perspectiva una inversión pública y privada multimillonaria que no podría fracasar y, por eso, desde la primera consulta, aquella fraudulenta, se puso en marcha todo tipo de recursos al servicio del convencimiento de los pueblos indígenas incluida la operación política el día de la consulta.

Esta claro que un estadista, cómo lo decía Winston Churchill, debe velar por la próxima generación y no por la próxima elección, cómo lo estamos viendo con mira al 2024, con está obra y otras depredadoras del medio ambiente, el gobierno mexicano, se salta todo lo suscrito en materia de conservación del medio ambiente en los tratados internacionales.

Y lo hace, en aras de un éxito momentáneo, que, a la larga, hará de esa bahía una suerte de cementerio pues acabara seguramente con todas las especies marinas que ahí habitan y, por supuesto, con el sustento de miles de familias sinaloenses.

Es clara la intención que representa el haber promovido la inversión en este lugar por los suizo alemanes, nunca les permitirían hacerlo en la ribera del Rhin o en las lagunas azules de Lucerna, pero, si confirmado, en la Bahía de Ohuira, para ello cuentan con el apoyo y el entusiasmo de esa clase de políticos que, como lo escribió alguna vez Franz Fanón, en su memorable libro Los Condenados de la Tierra, sus ideas no son propias, sino producto de un colonialismo cultural que asumen, claro, con beneficios económicos directos derivado de este capitalismo depredador. Pregunto ¿habrá alguna diferencia entre estas decisiones y aquellas con que el presidente López Obrador fustiga a quienes “vendieron la nación en el llamado periodo neoliberal”?

Labastida y Malova, seguramente, levantaron ya las copas para brindar por la “buena decisión” de las comunidades indígenas, han cumplido con sus patrones, gracias, al apoyo del presidente López Obrador y del gobernador Rocha Moya, que ha sido conquistado con la retórica del “progreso” y muestra que nada queda de aquel ecologista de los años ochenta que escribía para denunciar la explotación de los trabajadores agrícolas encargados del cultivo y cosecha del “tomate amargo”.

Había que cumplirle al presidente López Obrador y por eso, nunca se cansó de decir, que estaba de acuerdo con el proyecto al grado de que los militantes gloriosos del ¡Aquí no! le tuvieron que conminar a que dejara de hacer declaraciones tendenciosas que evidentemente tenía como objetivo persuadir a los miembros de pueblos indígenas.

Con el resultado en la bolsa el gobernador da un paso atrás y, aclara grillescamente, que el Gobierno del Estado no es autoridad para calificar el resultado de la consulta y esta calificación corresponde a la Federación a través de la secretaria de Gobernación, el IMPI y la Semarnat, o sea, el gobierno federal, en todas estas instituciones han sido juez y parte en la organización y será de calificación de la consulta. Eso debería llamar al rubor, a una suerte de pena ajena, pero no, son tiempos de cinismo. O mejor, como tituló Henry Miller, uno de sus celebrados libros: Tiempo de Asesinos.

Quiero pensar en el sentimiento de frustración de esos mayores y jóvenes, hombres y mujeres, que dieron la batalla contra una consulta que nunca debió existir y lo hicieron a través de la organización social: ¡Aquí no! pensando, seguramente, en la siguiente generación de los pueblos indígenas que extraen el sustento diario de estas aguas y muy pronto, dejaran de ser, lo que hoy es la bahía.

Son todos ellos herederos de esa tradición de lucha que existe en el norte del estado desde Felipe Bachomo, quien recordemos, fue sacrificado “cómo ejemplo” por defender las tierras de las comunidades indígenas que estaban en la mira de los poderosos de la época y de esa estirpe, también Don Carlos Ramón García Ceceña, que luchó al lado de los trabajadores del campo y fundó la SICAE como una estrategia para mejorar las condiciones de vida de los ejidatarios cañeros y que al final fue traicionado.

En definitiva, las mayorías, en tiempos de desesperación social, suelen rendirse ante el canto de las sirenas y el garlito de un mejor porvenir termina en lo inmediato, pero dejando de ver el futuro.

Al tiempo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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