MAZATLÁN Y SUS TARAS
MAZATLÁN Y SUS TARAS
Conversando con un alto
funcionario de turismo del gobierno municipal de Mazatlán me manifestaba su
preocupación e impotencia de ver, como el comercio ambulante, se había venido expandiendo
y comiendo áreas recreativas.
Y que siempre se había cuidado en
beneficio de la ciudad, los porteños y visitantes y que ahora, son tierra de
nadie, la autoridad municipal no puede regular ese comercio porque muchas de
ellas son del ámbito federal y competencia de sus dependencias donde sus titulares
entregan a discreción permisos.
O sea, permisos en áreas que
fueron durante mucho un deleite para sus visitantes y que hoy están pobladas
por tendejones habilitados como “restaurantes” donde basta un fogón con aceite
requemado, cuatro mesas y cinco empleados, para prestar el “servicio” sin
ninguna regulación sanitaria para ofrecer sus productos.
Esta la llamada playa de Los
Pinitos, una playa de escasamente 150 metros -quizá menos- aledaña a la
Facultad de Ciencias del Mar, que, durante mucho tiempo, fue el lugar preferido
de los surfees locales por las olas que se disuelven en su playa y,
ahora, se ha llenado de “negocios” al gusto del quiera hacer lo mismo. La gente
sigue yendo, pero cada día hay menos espacio y los surfees ya se fueron al
norte de la ciudad.
Me decía el funcionario de marras
que el gobierno municipal ha buscado regular infructuosamente para no perder
las playas -aunque, hay que recordar que el titular de Turismo no gobierna con
el ejemplo pues ya amplió su negocio de El Muchacho Alegre por encima de la
ley- pero, cuando lo intenta, se encuentra frente a las dependencias federales
que responden que no es de su ámbito de competencia.
Así, entonces, la ciudad pierde
espacios en beneficio de estos particulares, y exhibe la falta de gestión
pública, para resolver un problema creciente, que llama a tomar medidas
urgentes, por el boom que vive Mazatlán y exige atención inmediata, como
sucede, en otros destinos turísticos de playa que no tienen el problema porque
existe una coordinación eficaz entre el gobierno federal y los gobiernos
municipales.
Algo tronó en el pasado reciente porque
antes eso no existía y los comercios, que tienen décadas de operar en la playa eran
los mismos y las palapas eran los comederos y bebederos populares, la imagen de
la tradición patasalada, el lugar para satisfacer la memoria y, fue así, como
se fue relajando la situación al grado que hoy es un caos organizado.
Un caso muy especial es el de la
Isla del Medio, una playita que en el pasado recibía visitantes a través del
nado -mis hijos con otros intrépidos marinos cruzaban hasta allá desde el restaurante
Costa Marinera- o bien, en el vistoso catamarán, que llevaba y traía llevaba y
traía a la gente y a los que se les recomendaba recoger su basura y traerla para
depositarla en recipientes sanitarios.
Hoy esa playa se ha convertido un
problema por la cantidad de gente que llega y genera una gran cantidad de
basura y ante la ausencia de baños, aquello se convierte en una letrina, y a
nadie parece importarle, aunque los ecologistas, exigen que se tomen medidas urgentes
para evitar que se genere un problema mayor, pero se les oye, más no se les
escucha.
Nuevamente, pregunto, donde están
esas autoridades federales y municipales, que no atinan a sentarse como la hacen
para brindar y comer, y solucionar los problemas de esta anarquía, que se suma
a otras que está trayendo el boom turístico como son los
embotellamientos, el ruido, la basura, los derrames de aguas negras incluso la
violencia en las calles del puerto.
¿Por qué no diseñar y operar una
estrategia de intergubernamental que garantice regulación, vigilancia,
supervisión, sanción, aplicar o rediseñar los reglamentos etc. etc.? ¿Dónde se
encuentra la traba institucional o, mejor, entre los funcionarios que no cumplen
con sus tareas de gobierno en una ciudad donde el orden se cae a pedazos? Acaso ¿es aquello que los funcionarios están en
otra lógica, otro interés y que les interesa la ciudad, en la medida, que en lo
personal les reditúe beneficios? Esperemos que no.
Mientras tanto esperamos que estos
políticos se den tiempo y espacio para atender los problemas del ocurrente llamado
Dubái del Pacífico y, así, a nuestro amigo, se le acabara la preocupación e
impotencia
Al tiempo.
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