LA CULTURA VIKINGA
LA CULTURA VIKINGA
Magnhild Mattinsdal es una joven misionera
noruega radicada en Mazatlán desde hace unos años como parte de una
congregación religiosa internacional y dentro sus actividades comunitarias esta
establecer puentes con instituciones que tienen que ver con los problemas de la
sociedad donde ellos trabajan. Y resulta imposible no reconocer que uno de
ellos es el tema de la seguridad y la acción de la policía municipal.
Ella que es una mujer inteligente
y habla perfectamente español se ha metido a ese mundo muchas veces
escalofriante y, por lo que me ha dicho, abrió un canal de comunicación con los
oficiales de la policía local que constantemente esta metida en problemas de
percepción por la manera en que actúan en un entorno marcado por la
desconfianza.
Pero, ella razonablemente, actúa
con el fin de estimular a estos cuerpos institucionales cubiertos
frecuentemente por personas broncas que hacen uso de la violencia para imponer
la “ley”. Y, bueno, con su modesto, pero, importante trabajo, ha abierto un
espacio de comunicación entre la policía de su país y la de nuestro municipio.
La semana pasada trajo a Mazatlán
a un oficial de la policía noruega y tuvieron, según lo que trascendió en la
prensa local, un intercambio de experiencias. Me llamó la atención la
declaración del oficial noruego que afirmó que nuestra policía estaba mejor
dotada que la de su ciudad. Que contaba con recursos técnicos que no tenían en
su país. Un poco de cortesía y mucho de cierto.
Mi hijo Pascal, que vive en Oslo desde
el año pasado, cuando leyó la nota me escribió diciéndome que era obvio que así
fuera porque en Noruega los índices de criminalidad son de los más bajos de
Europa y del mundo.
Ergo, la policía, no necesita un
gran aparato de seguridad. A lo sumo debe tener un servicio silencioso,
invisible, para tener control de la situación en caso de salirse del cauce. Escribo
esta nota desde Oslo y luego de pasar unos días me doy cuenta de cómo es el gobierno
y el noruego promedio.
El primero tiene gobernantes muy
legitimados en las urnas y actúa con base en la confianza en el ciudadano. Un
ejemplo, es el Metro punto de encuentro y medio de transportación de la mayoría
de sus ciudadanos, bien, este es de puertas abiertas. No hay filtros
electrónicos como los existentes en el Metro de la Ciudad de México y
cualquiera puede ingresar en sus espacios.
¿Cobran?, claro que sí, el
gobierno cobra el equivalente a 1800 pesos al mes para usar todo el servicio
público de trasportación (Metro, autobuses, tren y embarcaciones que te llevan
por islas que están al lado de la capital noruega), cualquier mexicano o
mexicana asegurara que entonces nadie paga el transporte.
Pero, no, el transporte público
es sustentable, la gente lo paga y activa una aplicación que todo mundo trae en
su celular. Solo esporádica y aleatoriamente tiene que exhibirla si aparece un
inspector.
Hay multas altas para quien es
sorprendido viajando sin el pago correspondiente -en una semana de estar aquí no
he visto a ningún inspector- lo que demuestra que la confianza pública se
compensa con la actitud responsable del ciudadano.
Y así, en todos los ámbitos de la
vida en comunidad. A nosotros nos hace falta ese sentido de comunidad y eso se
traduce una separación del ciudadano de lo público. Lo siente ajeno o mejor
como un asunto del gobierno. Por eso, tenemos basura en las calles o provocamos
ruido impunemente, y vemos una policía que frecuentemente se desatiente de lo
que establecen los reglamentos de civilidad y buen gobierno.
Y tenemos la sensación de un caos
muy organizado que constantemente provoca quejas de los vecinos. Se que se dirá
que es nuestra idiosincrasia. Que somos tolerantes con el caos. Hay algo de cierto
en esto, por nuestro escaso respeto de la ley, y por la idea de que se puede saltar
con una “mordida”.
Y lamentablemente este deterioro
se viene profundizando muy rápidamente en perjuicio de la convivencia en el
espacio público. Quizá, por eso, es importante el esfuerzo de Magnhild y los
misioneros de buscar el contraste con el otro. Recordar la alta responsabilidad
que tiene la policía municipal. Que es la institución que por ley debe ser la
salvaguarda de los reglamentos públicos que nos hemos dado para garantizar la
gobernanza en nuestras ciudades si es que queremos, ir más allá de los discursos
y mejorar la vida de los gobernados.
Gracias Magnhild, por tu labor generosa
en beneficio de Mazatlán, algo aprenderemos de sus acciones comunitarias.
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