MORENA ¿BRAZO POLÍTICO DEL CRIMEN ORGANIZADO?
MORENA ¿BRAZO POLÍTICO DEL CRIMEN ORGANIZADO?
La senadora sonorense Lilly Téllez
ante el pleno de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión acusó que el
partido Morena es el brazo político del crimen organizado, una expresión dura y,
al parecer, sin precedente en las cámaras legislativas.
La lectura que se puede hacer podría
provenir de tres fuentes: la desesperación legítima de ver que el crimen organizado
está interviniendo cada día más abiertamente en la vida pública y por extensión
en los procesos electorales locales; de la impotencia de no poder evitarlo mientras
hay una secuencia de hechos violentos en las distintas regiones del país; y, del
pronóstico, de que Morena y sus aliados, se llevarán al menos cuatro de las
seis gubernaturas, que estarán en juego el próximo domingo.
Las elecciones locales de 2021
mostraron con suficiente evidencia que tenemos un sistema electoral bastante frágil,
poroso, desprotegido y basta un grupo armado para tumbar una candidatura, secuestrar
a dirigentes políticos, inhibir la operación política, asesinar a opositores,
intimidar a los electores y cuadrar los resultados electorales a favor de un
partido y candidato sin que haya consecuencias judiciales.
Ante esta serie de hechos en las
elecciones concurrentes de 2021 se vio claramente la impotencia de los
organismos y fiscalías electorales, del sistema de seguridad pública federal y de
los estados, incluso, más, cuando en la mayoría de estos casos no se ha seguido
un proceso judicial y los culpables no se ve que estén purgando alguna pena
corporal.
Y es cuando, la impunidad de la delincuencia
electoral se transforma en foco rojo en estados que tienen salida al mar (Oaxaca,
Quintana Roo) y, que han sido tradicionalmente lugares de trasiego de drogas procedentes
de Colombia, igualmente, estará en disputa el estado fronterizo de Tamaulipas y
casa del Cártel del Golfo.
Las encuestas de intención de
votos indican que la coalición a vencer es “Juntos hacemos historia” integrada
por Morena, PT y Verde y, que los partidos de la coalición “Va por México” podría
perder bastiones tradicionales de poder como es el caso de Durango, Hidalgo, Oaxaca
y Tamaulipas.
Para darnos una idea del estado
de la violencia basta revisar el último informe de Votar Entre Balas:
entendiendo la violencia criminal-electoral en México que elabora el equipo
de Data Cívica e investigadoras del Programa para el Estudio de la Violencia
(PEV) del Centro de Investigación y Docencia Económica, que arroja información
valiosa sobre la atmosfera de violencia que estamos viviendo en el mes previo a
la elección.
Según DATA-CIDE en la segunda
quincena de mayo ocurrieron dieciocho eventos criminales contra políticos
asociados a la cuestión electoral lo que significa que “si comparamos la
violencia en esta quincena con la anterior, notamos un incremento del 50 % de
hechos violentos”, es decir, estaríamos sumando 27 asesinatos contra actores
directos o indirectos con la política y eso, para dar perspectiva, comparado
con el mes de mayo de 2021 previo a las elecciones concurrentes, “notamos que
existe un descenso del -47.06 %”, lo que da cuenta del drama que se vivió el
año pasado, durante el proceso electoral cuando se acumularon aproximadamente 130
asesinatos directos o asociados a la política electoral.
Ciertamente no todos estos
asesinatos y amenazas han ocurrido en los estados donde habrá elecciones el
próximo domingo de hecho solo dos de ellos ocurrieron en ellos, una la amenaza
de muerte que recibió el gobernador de Quintana Roo y dos, la muerte de un ex síndico
de Oaxaca.
En esta ocasión es menor la
incertidumbre en la competencia electoral pues el escenario es claramente
favorable a la coalición gobernante y eso, en el hipotético caso, de que se
estuviera utilizando a los grupos del crimen organizado para inclinar la
balanza a favor de Morena no se vería la necesidad de hacerlo. O, quizá en esa lógica,
será en aquellos estados y municipios, donde el crimen tiene intereses lo que de
ocurrir los mostraría como hechos aislados que técnicamente no mancharían la calidad
de los procesos electorales.
Sin embargo, lo medular, es que
el crimen organizado cada día está más involucrado en la política y los
procesos electorales y eso como sucedía en el pasado con el PRIAN tendrá
ganadores y perdedores gracias a la ayuda de distinto tipo que prestaban sus operadores
con una lógica distinta.
Como bien lo documenta Luis
Astorga en su libro seminal Drogas sin Frontera (Grijalbo) durante
prácticamente todo el siglo XX, los agentes del crimen organizado estuvieron al
servicio de los gobernantes del PRI y había reglas no escritas de esa relación,
por ejemplo, los capos de la droga no podían aspirar a tener representación política,
aunque derivaría de ello la narcopolítica y tampoco se le permitía meterse contra
los políticos y sus familias, menos “calentar” las plazas donde operaban.
Esa dialéctica de “coexistencia pacífica”
cambió en la alternancia democrática. Ahora, los capos se meten en política y alcanzan
posiciones políticas a través de sus testaferros, además, cooptan, apartan o asesinan
a los políticos que les estorban.
La cartelización que vive el país
ha creado una estructura de poder paralela a la que proviene legítimamente de
los votos y cómo tales, existen vasos comunicantes, porque simple y sencillamente
tienen su cuota de representación política, además, cuentan con el instrumento poderoso
de la coacción violenta para obtener beneficios y alcanzar constantemente
mayores espacios de poder.
Entonces, cuando Lilly Téllez
acusa que Morena es el brazo político del crimen organizado no está lejos de la
realidad, es el resultado de un proceso lento, pero, constante, de apropiación criminal
del espacio político que podría en un determinado momento repetir la
experiencia de García Luna y peor, alcanzar la mismísima presidencia de la
República.
Y es que está dinámica empezó con
el PRI, continúo con el PAN y está hoy en Morena, sólo que con una lógica y
narrativa diferente, sus antecesores pactaban con los barones del crimen organizado
y, ahora, aunque lo hagan, no es indispensable, porque la misma política de
combatir las causas, y la estrategia de “abrazos
y no balazos”, lo hace innecesario, por
eso los miembros de los cárteles están ensoberbecidos y se mueven con entera
libertad por todo el país y llegan a hostigar, amenazar, humillar y hasta
asesinar a los miembros de las fuerzas de seguridad del Estado.
Está política es equivocada porque
ni siquiera avanza en la atención de las “causas” que generan pobreza y falsas
expectativas entre los jóvenes que ven en el crimen organizado una vía para
salir adelante en sus vidas, hoy como nunca vemos como se robustecen los
cárteles con millares de jóvenes, que ostentan orgullosamente el poder de las
armas, el sentido de pertenencia a una organización criminal.
Entonces, los gobiernos no pueden
renunciar a sus competencias constitucionales en aras de un malentendido bien
común y dejar desprotegida a la sociedad, al acecho criminal, porque podrá
decir misa el presidente López Obrador y su partido, pero contribuye a la
percepción que hoy esgrime con desesperación Lilly Téllez.
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