UN ALCALDE AL QUE LE GUSTA LA FIESTA
UN ALCALDE AL QUE LE GUSTA LA FIESTA
Rápidamente cualquiera podría colegir
que detrás del despido de Peña Chico del DIF municipal de Mazatlán está la
consecuencia de una ruptura en estos tiempos descafeinados de una pareja
involucrada circunstancialmente en política, un acto de venganza por un agravio
mediático o un distractor cuando el alcalde está en la mira pública por la
compra de las lámparas Led con un costo superior a los 400 millones de pesos
para los contribuyentes porteños. O todo a la vez. En políticos como Luis
Guillermo Benítez se puede esperar cualquier cosa. Pero el asunto parece ir más
allá del ámbito de una alcoba y tiene más que ver con el estilo de gobernar de
este personaje de la llamada 4T.
Que, dicho de paso, llegó y
repitió en el poder municipal gracias al tsunami obradorista y ha hecho
perder la cabeza de alguien que sus amigos lo consideraban un hombre ecuánime y
ahora algunos de ellos lo deploran, les molesta su desparpajo. Pero él por lo
visto está en fuga hacia adelante rompiendo con cualquier asomo de cordura y
austeridad en el ejercicio de gobernar. Asume que el mandato de los votos significa
patrimonialismo a la Benítez. Que cada peso que entra a las arcas municipales
es suyo y puede servir para pagar caprichos y frivolidades.
Y no hay Cabildo, Congreso del
Estado, ni gobernador que se lo pueda impedir y menos sociedad. Por eso viaja
lo mismo a Madrid, a Texas, California y Acapulco para “promover” con su
rubicunda figura la Perla del Pacífico. A Madrid para traer turistas españoles.
A Texas para traer vacunas gratis contra el Covid-19. A California a apoyar al
“gran” campeón de boxeo Zurdo Ramírez. Y a Acapulco para traer más turistas. Pero
no trae a los turistas europeos, no trae vacunas y menos gratis, no trae
turistas californianos y ya veremos si trae de Acapulco.
Eso sí, gasta dinero público, no
hay límite, ni pudor. La crítica se le resbala como agua enjabonada. No
obstante, la realidad se le resiste como sucedió con los protestantes regios y
locales por los desaparecidos, los “levantados” que le complican su fiesta permanente.
Ese Mazatlán “bonito” que busca presumir en sus viajes. Cuando tiene que
“atenderlos” lo hace con evasivas, promesas, mentiras, para que ellos sigan
buscando a sus desaparecidos, no el gobierno. Y lo mismo con los desplazados
que “ni los ve, ni los oye” como lo señala un molesto Miguel Ángel Gutiérrez,
el dirigente del MASS.
Y así, con todo aquello que sale
de su agenda festiva. Y es que lo suyo es la fiesta. La organización del
Carnaval, la Semana de la Moto, el corte de listón en las torres que crecen
como hongos. No hay tiempo para los ciudadanos con sus preocupaciones por la
falta de agua, las aguas negras, el ruido, la recolección de basura, la
delincuencia patrimonial. No se diga para los problemas de empleo, drogas,
violencia, feminicidios, corrupción.
Por eso, lo de Peña Chico es
pacata minuta, a la altura de su ego. Acaso en personalidades como esta no
creerá que ¿visten los conflictos de alcoba?, ¿las rupturas amorosas? ¿la
política con aroma de mujer? ¿el macho man o el alarde de contar con
mujeres y presumirlas entre sus amigos?
Claro, alimenta su propensión a
la exhibición pública, en el último jalón de su vida, esa que esta más latente luego
de los más de 70 años y que tiene desconcertada a la familia y a sus amigos de
siempre. Y es que no era así, dirán, no sabemos que le pasó o el ya se le
pasará, está viviendo su momento de gloria.
Pero es una persona buena. Generosa. Ya verán, nos dicen.
Pero, no están mal estas canas al
aire, si no fuera porque dilapida el dinero público y no atiende los verdaderos
problemas de la ciudad.
Vamos, su arrogancia no le
permite ver lo que está sucediendo en Culiacán donde el Congreso del Estado tiene
sentado en el banquillo de los acusados a su correligionario, el alcalde morenista
Jesús Estrada Ferreiro, y al que podrían aplicársela ipso facto no por
incumplir la ley, sino por corrupción, si se demuestra que detrás de la compra
de las lámparas Led hay un presunto sobreprecio.
Lo que de suceder le van a acabar
las sonrisas, las fiestas, las chicas que hoy lo abrazan comedidamente.
En fin, no sé qué maldición
persigue a Mazatlán en materia de políticos que les cae de todo y todos colores
¿acaso es la fiesta, el valemadrismo, la propensión natural a la ridiculez de
los vecinos o qué?
Al tiempo.
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