LA TORMENTA PERFECTA
LA TORMENTA PERFECTA
Sebastián Jünger, un periodista y escritor estadounidense publicó
en 1991 un libro celebre que llevaba por título La Tormenta Perfecta (The
Perfect Storm), que la acuñó con nombre singular porque trataba sobre los distintos
eventos que llevaron al llamado Halloween Nor´Easter, es decir, una tormenta en
la costa este de su país que tuvo efectos devastadores.
Esta expresión proveniente de la meteorología después ha sido
adoptada por economistas, politólogos y periodistas para describir gráficamente
aquellos fenómenos donde se combinan diversos factores que podrían desencadenar
verdaderas crisis económicas y colapsos políticos.
Veamos con un ejemplo este proceso de construcción de una eventual
tormenta perfecta en la política sinaloense.
Rubén Rocha Moya, el gobernador constitucional, alcanzó el
triunfo con la mayor legitimidad democrática que haya tenido un candidato en las
elecciones de la transición a la democracia.
Fueron 624 mil votos los que recibió y una diferencia de 2 a
1 con respecto a su inmediato competidor, el senador Mario Zamora, que hicieron
un triunfo indiscutible, solo con un detalle no menor, los alcaldes de los
municipios más poblados habían ganado ampliamente también las elecciones
gracias a Morena y la alianza que sostuvieron con el Partido Sinaloense más el apoyo
del poder fáctico en el estado.
Esto significó y significa que sienten y actúan como si el
triunfo no se lo deben al gobernador sino al presidente López Obrador y a ellos
mismos, por ser alcaldes reelectos en Culiacán y Mazatlán.
Entonces actuaron en consecuencia, haciendo un gobierno con
una escasa coordinación con el estatal provocando en los primeros meses no
pocos roces que salieron a la luz pública y que, para muchos, significaba localmente
una balcanización del poder morenista.
Y eso resultaba inaceptable para cualquier gobernador que
busca tener el control político y empezó una cruzada para enmendar la plana
dentro del morenismo y los aliados electorales que estaban en la estructura de
gobierno, buscando evitar que entre ellos se formaran otro tipo de alianzas que
terminaran perjudicando al gobernador y la gobernabilidad del estado.
Primero, fue tratar de disciplinar al enfant terrible
del morenismo Jesús Estrada Ferreiro, alcalde de la capital del estado, que
estaba gobernando en un escándalo permanente por sus continuos dislates,
puntadas, ilegalidades y su afán desmesurado, y hasta grosero, de tomar
distancia del gobernador Rocha Moya que tenía que lidiar con problemas
irresueltos -cómo es el caso de las viudas de los policías muertos en activo o
las tarifas del predial- lo que terminó llevando el caso al Congreso del Estado
para resolver un pedido de juicio político que está en trámite y habrá de
resolverse en los próximos días o semanas.
El segundo ha sido con el líder del Partido Sinaloense,
Héctor Melesio Cuén Ojeda, quién hasta esta semana se desempeñó como secretario
de Salud, quien fue desplazado del cargo por “tener dos demandas contra
periodistas”.
El gobernador acusó, además, de combinar las funciones de
secretario con las de dirigente político a lo que este responde que no ha
desatendido sus funciones de secretario.
Lo cierto es que desde el tercer piso se ha operado con el
fin de disminuir su fuerza política en el gobierno y la representación del PAS
en el Congreso del Estado y en las alcaldías, donde están miembros de su
corriente política mediante un proceso de atracción a las filas de Morena o
mejor del rochismo morenismo lo que ello signifique.
Así van tres alcaldes que se han cambiado a Morena, tres diputados
que se han convertido al rochismo morenismo legislativo y eso ha mermado esta
representación política, sin embargo, el desafío más importante en esta tarea
de zapa es la UAS con la “deuda que tiene con el SAT por más de mil quinientos
millones de pesos”.
Para nadie es desconocido que la UAS es la principal
fortaleza del grupo político del secretario de Salud, por lo que ahí suceda,
podría terminar beneficiando o afectando esta estructura de poder. La respuesta
hasta ahora ha sido institucional de las autoridades de la UAS.
Sin embargo, empieza a exhibirse un distanciamiento con el
gobernador por la alianza abierta, que el hoy exsecretario sostiene con el
alcalde Estrada Ferreiro, al que defiende en el proceso de juicio político “por
no haber suficientes elementos que lo justifiquen” y eso, resulta insoportable
al primer círculo de gobierno que no acepta el argumento de los dirigentes del
PAS de que una cosa es la responsabilidad institucional de su líder y otra
cosa, muy distinta, la del partido.
“Yo no negocio con mis subalternos” dijo el gobernador hace
unas semanas cómo una forma de ajustar a su secretario de salud y su partido,
pero aquel no acusó recibo, siguió en lo suyo, visitando hospitales y administrando
las vacunas.
Pero en este contexto de tensión política un ingrediente
violento aparece en las semanas Santa y de Pascua, con algunos levantamientos
de jóvenes regiomontanos y muertes que ocurrieron en Mazatlán, además, de la
detención de un capo muy importante en la estructura operativa del CJNG y, días
después, el asalto y desarme de miembros de la Guardia Nacional en el
libramiento carretero de la sindicatura de Villa Unión.
Complica más la situación del gobernador el asesinato del
reconocido periodista Luis Enrique Ramírez que inmediatamente puso a Sinaloa en
el foco de atención y esa imagen terrible ha dado vuelta al mundo y está siendo
visible donde está y donde no está la atención política del gobierno morenista
sinaloense.
Y en estas circunstancias adversas para el gobierno de Rubén
Rocha la experiencia recomendaría estar enfocado en los problemas de seguridad
y percepción de la marca Sinaloa.
Sin embargo, el gobernador vuelve sobre los temas locales
buscando quizá un efecto distractor para consumo de los coterráneos pero que
poco o nada dice a los de fuera del estado que sigue recordando el cadáver de
Luis Enrique.
Evidentemente la línea del gobernador es mantenerse en la
discusión pública de lo local y eso tiene lógica en su proyecto de lograr el
control del estado que está visto no lo tiene, quizá, en la idea de que teniéndolo
puede controlar el resto.
Sospecho que fue la lógica de muchos gobernantes en entidades
federativas que hoy son un verdadero infierno para sus habitantes, incluso,
algunos de ellos, con causas penales en México y los Estados Unidos.
La tormenta perfecta está configurada si se quiere episódicamente
y reclamará mucho oficio político del equipo del gobernador, para armar una
estrategia integral y no perder el tiempo de gobierno en infiernitos que, a la
larga, podrían terminar siendo anécdotas amargas ante la dimensión de una devastación
multifactorial como la reportada por Sebastián Jünger.
Al tiempo
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