LAS NARRATIVAS DE ANDRÉS Y CLAUDIO
LAS NARRATIVAS DE ANDRÉS Y
CLAUDIO
Claudio X. González, el
multimillonario X, en su campaña contra López Obrador acaba de salir a la plaza
pública con una tontería: “La llamada
4T [Cuarta Transformación], una gran farsa, acabará mal, muy mal. Hay que tomar
nota de todos aquellos que, por acción o por omisión, alentaron las acciones y
hechos de la actual administración y lastimaron a México. Que no se olvide
quién se puso del lado del autoritarismo populista y destructor”.
Y aquella chispa encendió rápidamente la pradera mediática.
Se le calificó de todo desde fascista hasta estalinista. Y bien merecido lo
tenía. No se puede ir por la vida impunemente hablando como hacendado del siglo
XIX y llamando a hacer una lista negra de quienes “alentaron” el “autoritarismo
populista y destructor”.
No, creo, vivimos en una democracia sin hacendados, donde queremos
muchos que cuenten las instituciones. Con poderes facticos disminuidos, aunque,
no desaparecidos. Sin listas negras, ni apandados. Se vio mal, muy mal, el empresario
metido hoy de político opositor y activista de la alianza variopinta de “Si por
México”. La machaca mediática no ha dejado de cobrar el yerro y se le ha
cocinado a fuego lento por revivir las listas negras del inefable Gustavo Díaz
Ordaz o las del torturador y asesino Miguel Nassar Haro.
La crítica vino de un lado y regresó encendida por otra. Se alineo
el obradorismo al grito del unísono: ¡Anótame en tu lista!, reclamó Claudia Sheinbaum.
Y el presidente, como no, entró al quite con sonrisa burlesca y generalizó para
sacar tajada: “Que se sepa que no tienen vocación
democrática, que los domina el afán autoritario lo de Claudio es ‘vamos a
empezar a hacer una lista’ o es lo que insinúa”, y eso lleva inevitablemente
al dilema ellos o nosotros. O, como les exigió a los priistas cuando los puso
ante el dilema para la reforma eléctrica ¿están con Lázaro Cárdenas y Adolfo López
Mateos o con Carlos Salinas de Gortari? Que en realidad les dijo: están conmigo
o con ellos.
Y fue la yucateca
Dulce María Sauri, no Alejandro Moreno, el dirigente priista, quien salió al
paso del falso dilema: “El PRI está con Lázaro Cárdenas, el PRI está con Carlos
Salinas de Gortari y lo está porque ambos como presidentes de México supieron
en función de su tiempo y circunstancia responder por un País que buscaba
construir alternativas de futuro”.
Y ya no es el señor X, sino el presidente López Obrador,
quién busca dividir entre buenos y malos mexicanos. Entre los de una lista y
otra. Al final ambos atizan a la balcanización social. A que cada uno de los
mexicanos decida con cual narrativa quiere estar en esta coyuntura de la
historia nacional.
En la de Claudio o en la de Andrés Manuel. En la de los
conservadores o en la de los nuevos liberales. Y ese es el país que se ha
construido con el dinero de los Claudio o con el dinero público, que se gasta
en cada mañanera. Atizan unos y otros al fuego de la balcanización social. Y
frente a ese fuego está una sociedad hirviendo en su propio fuego cotidiano
para optar entre uno y otro bando. Entre una bandera y otra bandera. Entre un
relato y otro.
Obnubilan la conciencia nacional con fuertes dosis de
discursos emocionales. Unos desde el fatalismo y otros desde la esperanza. Y lo
sorprendente es que uno y otro tienen una dosis de razón. La situación no está
como la narrativa oficial busca trasmitir en su publicidad esperanzadora, pero,
tampoco, tan mal, como ese Claudio colectivo, cuando intenta instalar la duda,
la frustración, el fatalismo.
Todavía hay espacio para la inteligencia colectiva y para poder
salirse de ese falso dilema que acrecientan los filoadherentes mediáticos de uno
y otro bando. Ese discurso binario de conservadores y progresistas; de anclaje en
el pasado y sin visión de futuro. De los que están con el pueblo y los que
están en contra de él.
Quizá, está en esa respuesta silenciosa, ordenada, que acomodó
silenciosamente las manzanas en el canasto electoral del pasado 6 de junio. En
la baja participación en la consulta nacional para enjuiciar a los expresidentes.
Y la incertidumbre para todos de lo que se espera, no en la consulta de revocación
de mandato, que recordemos necesita de un grupo promotor y, para activarla, el
apoyo, con firma, de tres millones de mexicanos en edad de votar.
Ya los partidos de “Si por México”, han dicho que no se activarán
en esa consulta, que se esperarán las presidenciales de 2023-2024. Y no veo que
el obradorismo se active para conseguir esos tres millones de firmas para medir
la textura y consistencia del 60 por ciento de apoyo que trae el presidente
López Obrador en las encuestas de percepción.
O sea, en este mandato presidencial, es altamente probable
que no haya consulta de revocación de mandato por simple cálculo político de
ambos bandos y por una sociedad, que, en agosto pasado, vio con desdén y desconfianza
ese tipo de rutinas democráticas.
Y ese silencio colectivo atiza, eso sí, la “incertidumbre
democrática” de la que habla el politólogo polaco Adam Przeworski, en uno de
sus libros, y que se da en sociedades democráticas altamente polarizadas. Ese,
es, el futuro que resulta de estas narrativas que balcanizan y terminan por
agrupar en torno a una emoción, un emblema, una narrativa o una figura pública
a los contingentes de votantes.
Entonces, no se trata solo de lo que digan las narrativas en
pugna y adláteres mediáticos por la audiencia nacional, por el control de la
mayoría de los votos, sino los silencios y desdenes, que han aparecido en medio
de la bruma democrática.
Esa es la lectura que falta y se hace más visible en la
medida en que aumenta el ruido del fanático que acríticamente se alinea a un
lado y otro, de la línea imaginaria, que separa a los buenos de los malos
mexicanos, ese mundo binario, que aun con todo, nos sirve para activar la
conversación y para que haya brotes, cada día mayores de reflexión de lo
público, no de lo que digan o dejen de decir dos cuates, que buscan atraer para
si los reflectores y erigir desde ahí una narrativa de salvación nacional, redentora,
excluyente, sino tomar distancia del simplismo y la manipulación de la esfera
de lo público.
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