LAS TRAMPAS DE LA FE
LAS TRAMPAS DE LA FE
La política como actividad humana
está llena de trampas y la verdad es que estas, son parte consustancial a ella,
la historia la registra, como sucede con la traición intrínseco a la naturaleza
humana.
Y ese argumento se sostiene en la
idea de que la política la hacen personas de carne y hueso con todas sus
virtudes y todos sus defectos, cómo lo demostraría magistralmente el florentino
Nicolas Maquiavelo, y sin dejar de reconocer o mejor porque lo reconoce el barón
de Montesquieu buscaría acotar esa parte venal de la naturaleza humana con
instituciones sólidas en el ya lejano siglo XVIII (léase, Diálogos en el
Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, del francés Maurice Joly) ideas revolucionarias
que luego redondearían el ginebrino Juan Jacobo Rousseau y el inglés John Locke.
Sin embargo, hay de trampas a
trampas, grandes y pequeñas, justas e injustas, o para usar nuestro argot político:
marrullerías, golpes bajos, mapacherismo. En fin, la política es una caja de
Pandora, donde los pasivos buscaran convertirlos en activos propios y los
activos en ejercicio de poder. Pero, en tiempos electorales, aparece una
modalidad que adquiere una dimensión que raya en lo religioso, en un asunto de
fe y deseo de convertir esa fe en éxito electoral.
Quizá, porque detrás de esa fe,
hay un proceso bioquímico, neurológico, que se yo, capaz de alterar la
racionalidad de algunas vidas o más puerilmente, cuando atiende a una
aspiración laboral, un estatus con un cheque en mano, un segmento, así sea, pequeño
del poder o de cercanía con el Príncipe y su círculo rojo.
Esa visión de adormecimiento del
raciocinio no se queda ahí como estatua. Se convierte en gestos, posturas, imposturas,
palabras, estigmas, imágenes, memes e ideas más o menos emocionales que hoy,
vemos galopar libremente en el hipódromo de las redes sociales y con distintos
ropajes de lobo o de cordero.
Y ese hipódromo, que por momentos
es un coso romano o, mejor, siempre es un coso romano con su audiencia y su
griterío, leones rugiendo, gladiadores dispuestos a morir en la raya, espadas
destempladas, denuestos contra la potencial víctima que se convierten en un templo
de lealtad al líder, al candidato omnipotente y todopoderoso, que vendrá a
poner orden en un estado de cosas fuera de control. Y es que al otorgar al
candidato el carácter de quintaesencia el imaginario le asigna poderes extraordinarios.
Y este lo asume y cuadra perfectamente ofreciendo soluciones a diestra y
siniestra.
Es ese momento culminante cuando el
matiz inteligente, ese rasgo ponderado y prudente, importa en clave de coalición
electoral que, como se sabe, la suma, la coalición tiene como objetivo el éxito
en una contienda por los votos o al menos es el argumento para justificar otro
tipo de alianzas que no están a la vista del gentío sino de los verdaderos
círculos de poder, de los que verdaderamente mandan, los llamados poderes fácticos.
La alianza de Morena con el PAS,
se ha dicho a los cuatro vientos, es pragmática y busca ganar cientos de miles
de votos y la mayor parte de las elecciones en juego. Es más, si se puede todo,
reducir a la nada la coalición “Va por Sinaloa” y, más fácilmente, al resto de
la oferta que no superó el dígito.
Solo que hay un problema muchos
de estos hombres y mujeres arrastradas por esta fe renovada están convencidos
de que el PAS es un lastre para el ideario humanista de la llamada 4T. Que Cuén
y el PAS, representa un ángulo de la política siniestra en nuestro estado. De
caciquismo político. Y tienen razón. Entonces, unos lo resuelven con el mismo pragmatismo
“no me gusta, pero se le necesita para ganar”, otros, en cambio, salen con esa
dialéctica rara por selectiva pero inútil de que “apoyo a Rocha, pero no a Cuén
y menos al PAS”. O, en otro lado, dirán apoyo a Rocha, pero no a Estrada
Ferreiro.
Claro, apoyo a Rocha, pero no al
Químico Benítez.
Y así…
Es decir, desde este tipo de
posturas selectivas se desprenden una realidad alterna, la necesidad de estar presente,
pero guardando una sana distancia con los “malos” necesarios, ser parte de, aun
cuando, sea con cierta incomodidad por los compañeros de viaje.
Y lo curioso, es que, desde esa
trampa rara, inquietante, van contra todo y todos aquellos que no están metidos
en ese redil, y representan la negación de su fe y le sobrevive la lealtad al líder,
al candidato, al proyecto.
Ven a las voces críticas como sospechosas del
virus malévolo de prianismo y es cuando aparece la guerra de calificativos y descalificaciones,
como una forma de blindar sus certezas atormentadas, a su candidato, su idea simple
del poder.
Pero, la crítica al poder seguirá
ahí, como lo estuvo antes, lo está hoy y después del 6 de junio, por estos o
los siguientes críticos, y todo intento de negarla es en vano para la salud de
nuestra sociedad hoy amenazada por la intolerancia y ese mundo binario, de
buenos y malos, corruptos y no corruptos, priistas y morenistas, neoliberales y
no neoliberales, y más, lo que esto represente en ese mar de interpretaciones.
En definitiva, la experiencia
electoral de este año nos revela quizá como pocas veces en nuestra historia una
polaridad intensa desde donde se conjuga la lucha por el poder con actos de fe
militante, y trampas que llevan a justificar con todo el sesgo lo que en otras
circunstancias serían inaceptables, materia de repudio.
Justamente, para no meterse en
ese tipo de trampas, un grupo de universitarios presentó un manifiesto en
contra de la alianza Morena-PAS y en ese documento oportuno, alertó sobre los
riesgos que representa para Sinaloa y la UAS, el triunfo de esta coalición, que
algunos hombres y mujeres de fe, la justifican con el discutible argumento, de
que con ella llegará la izquierda por primera vez al gobierno de Sinaloa.
Y no se trata, de llamar a votar
por la coalición “Va por Sinaloa”, ni por las otras candidaturas, sino
contribuir a la reflexión para que cada uno vote a conciencia y libremente. O
no vote. Al tiempo.
Comentarios
Publicar un comentario