LA PROVINCIA DEL TERROR
LA PROVINCIA DEL TERROR
Los cuerpos inertes de candidatos
a cargos de elección popular se están apilando ante la notoria incapacidad de los
tres niveles de gobierno. La acción del llamado poder paralelo, o mejor, de los
poderes paralelos, no para, porque esta visto que en cada una de las regiones
donde han sido asesinados existe un grupo criminal distinto que defiende con armas
sus intereses.
O sea, la constante, es que estos
grupos los tienen y buscan que en las zonas donde operan haya al menos un
gobernante que no se meta con ellos y les permita no solo realizar sus
actividades sino también sostener una atmosfera de intimidación permanente
contra los vecinos del lugar. La normalización del terror ante la indiferencia
de los gobiernos.
Y justo, quizá lo que le costó la
vida a Abel Murrieta, candidato de MC a la alcaldía de Cajeme, como bien lo
dice Clemente Castañeda, Coordinador Nacional del partido naranja, fue que el
ex procurador y hasta esta semana abogado litigante “pagó por haber dicho una y
otra vez en su campaña que tenía el valor de enfrentar al narco y que iba a
poner orden en cuanto llegará a la alcaldía” y, es que el sur de Sonora, se ha
convertido en una de las regiones del país más lastimadas por la acción
criminal.
No se quiere reconocer que
estamos ante un problema de violencia que se dejó crecer durante los gobiernos
del PRI y el PAN, pero que ahora, con el gobierno morenista ha escalado en
forma exponencial basta recordar los 63 mil homicidios dolosos desde el inicio
de su mandato.
Sucede en Tamaulipas, pero
también en Colima, en Jalisco, pero también Veracruz, en Guerrero, pero también
en Baja California o la Ciudad de México …
Y el problema de esta pandemia sui
generis es que los gobiernos que van y vienen no tienen el antídoto para
resolverlo solo tienen palabras.
En el mejor de los casos se logra
bajar los niveles de violencia reconociendo a ese otro poder y dejarlo a sus
anchas en las regiones donde operan, esa suerte de orden pactado, esta
derivando en el aumento de otros delitos que hace unos años Edgardo Buscaglia,
el especialista en crimen organizado calculaba en 24 tipos.
Es decir, no es sólo el
narcotráfico sino una mezcla de objetivos criminales que van contra las
personas y sus patrimonios, de manera que ha venido perdiéndose la tranquilidad
de que en otro momento tenía la provincia mexicana.
Hoy, tenemos una provincia marca por
el terror, esto es, ciudades transformadas en centros de operación criminal sin
ningún contrapeso o, quizá sí, esporádico, pero sin resultados tangibles que demuestren
que vamos ganando esta guerra.
Entonces, los discursos de los
políticos son huecos, hueros, López Obrador dice que lamenta el asesinato y da
el pésame a la familia de Murrieta; y lo mismo sucede con la gobernadora
Claudia Pavlovich y el alcalde…pero, esa rutina de pésames que debería
avergonzarlos no avanza un centímetro para impedir que esto siga sucediendo.
Que volvamos a los tiempos, en que las elecciones transcurrían en una atmosfera
de polémica, pero, donde, no había restas humanas.
Ahora hay polémica, basta ver las
declaraciones del presidente en las mañaneras o la corrupción de gobernadores o
alcaldes, para darnos cuenta del grado de tensión que tenemos, pero, hay más,
está la violencia que arrancó la vida a Abel Murrieta.
Es una realidad más complicada en
medio de la polarización cuando ante la gravedad que representa el presidente
junto con los gobernadores y los poderes públicos, deberían estar llamando a un
gran acuerdo nacional contra la violencia que afecta la vida de las familias y
en general la vida pública.
La muerte de Abel Murrieta exhibe
con todas las luces nuevamente las miserias de la clase política, sus hurtos,
pero también la palabrería sin fin, el engaño cómo retórica, los culpables como
coartadas a la ineficiencia, la muerte como signo de impotencia de nuestros
gobernantes.
Estas elecciones ya quedaron marcadas,
no solo por la muerte del político sonorense, sino por las más de cien personas
que directa o indirectamente están ligados a la vida de los estados, como lo
reconoce el mismo gobierno, y lamentablemente, pasados unos días volveremos al
rincón del olvido, a la letanía mañanera, hasta que un nuevo sobresalto nos
sacuda para recordarnos donde nos tocó vivir.
Al tiempo.
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