28 de febrero
28 de febrero
En unos días estaremos cumpliendo
el primer año en que la prensa sinaloense relataba que había llegado al estado
un hombre que venía de Europa y traía un regalo envenenado, el del virus SARS-COV
2, mejor conocido entre los grandes públicos como Covid-19.
A esa persona luego de ser identificado
en el aeropuerto de Culiacán se le había confinado en una de las habitaciones
del Hotel Executivo y ahí estaría en cuarentena, incluso un poco más, para
estabilizarlo y ponerlo luego en un avión con destino desconocido.
Nunca se supieron sus datos generales
pero su presencia fue suficiente para alarmar a una población que estaba al
pendiente de lo que sucedía en otras latitudes del mundo y los incrédulos, que
hoy son una especie desaparecida a golpe de chingadazos, hicieron de ese
confinamiento forzado bromas, memes, burlas.
En ese momento era imposible imaginar
los estragos que estamos viviendo en estos días previos al cumplimiento de un
año, había incertidumbre, pero la gente oscilaba entre el miedo y la duda por
ese bicho que brotó inesperadamente en un mercado de Wuhan en China o, cómo
sospechan otros, de un laboratorio destinado a cambiar de fondo las rutinas del
mundo.
Todavía su origen no es del todo
claro, incluso, la OMS es prudente al mencionar en forma contundente sus
pesquisas y mejor juega a la ambigüedad.
No sería descartable que la
aparición del bicho sea un producto de un programa de investigación destinado a
crear un virus, cómo parte de las guerras bacteriológicas que no son nuevas en
el mundo contemporáneo, sino una realidad, una suerte de combate sostenida en
las tesis neomalthusianas de que los alimentos no se producen al ritmo que
crece la población.
Han sido parte de las nuevas
guerras que ocurren en distintos países, pero, claro, ninguna de ellas ha sido
tan letal, tan universal e indiscriminada.
Al momento de escribir esta nota los
contagios de Covid-19 alcanzan decenas de millones y los fallecimientos se
cuentan oficialmente por millones entre los sectores más vulnerables, aunque no
son exclusivos de ellos, pues conforme pasa el tiempo vemos reconocemos su
transversalidad en géneros, edad, raza, religión, países, climas.
Nadie parece estar fuera de su
impacto masivo y lo peor, es que ningún país, puede asegurar que estaba
preparado para poder hacerle frente con oportunidad y efectividad.
Es más, son los países más ricos,
quienes viven con mayor agudeza los estragos de los efectos del virus y la
ausencia de políticas públicas eficaces, cuando han sido insuficientes para
detener su avance intergeneracional y, aquí dicho de paso, parece caerse el
argumento de que a mayor número de prueba es posible un mayor control
sanitario.
Hoy, mismo, tenemos la vacuna y no sabemos a
ciencia cierta si habrá de servir no sólo contra el Covid-19 si no, sobre todo,
contrarrestar con eficacia los efectos inéditos de las mutaciones del virus que
se están presentando en distintos países.
De ahí que el debate
internacional se sitúe en el dilema no resuelto de si la salida de este drama humanitario
está en lo que cada país pueda hacer para salvar a su población o si esta respuesta
debe ser global de manera que se eviten las mutaciones pues como dice el
portugués Antonio Guterrez, Secretario General de la ONU, podrían producirse en
el “sur global” mutaciones más letales.
Mientras son peras o son manzanas,
el virus sigue rompiendo fronteras y las salidas son nacionalistas, “primero los
nuestros”, cómo se lo dijo Joe Biden a López Obrador cuándo este le pidió apoyo
para conseguir más vacunas para la población mexicana.
Incluso, el propio Guterrez,
señaló que el 75% de las vacunas se han concentrado en diez países lo que
muestra una tendencia que deja en desamparo a decenas de países que están
marginados de los beneficios de la investigación farmacéutica.
Quizá, debiéramos acostumbrarnos
a ver como el problema se hace más complejo y compromete mayores recursos
públicos, en un contexto donde hay y podría haber una mayor caída de la
recaudación fiscal y cuando esto sucede el dinero público se vuelve también un
bien escaso.
En definitiva, estamos contentos,
hay esperanza entre todos aquellos que ya están recibiendo la vacuna, sin
embargo, debemos estar conscientes de que esto podría venir a cuenta a gotas,
poquito a poco, por la creciente demanda en el mundo de vacunas anti Covid-19 y
eso sin considerar, que el tiempo corre a favor de las mutaciones que ya están
presentes y si eso, no se controla, estamos fritos porque el problema puede
escalar provocando un mayor daño.
Espero equivocarme, a un año de
aquel 28 de febrero.
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