UN FIN ANUNCIADO
UN FIN ANUNCIADO
Se veía venir. Le había estado jalando
los bigotes al tigre. No medía las consecuencias de sus actos. Seguía en su
burbuja egocentrista, todopoderosa, intransigente. Tenía para todos y todas. Buscaba
emular de dientes afuera la biografía de López Obrador. Pero no era López
Obrador, es Luis Guillermo Benítez Torres, Luis. Una figura política más en los
2500 municipios del país. Sólo eso. Pero él no reparaba. Estaba cómodo en su
ladrillo. En el pedestal que el mismo se había construido y, en algún momento, pensó
que la candidatura para gobernador era cuestión de tiempo. De un gesto, un
apretón de manos o una seña discreta de su jefe político.
Pero está nunca llegó. Y eso lo
desesperó y, entonces, quizá en su foro interno imaginó que está vendría
indirectamente a través del dirigente nacional. De Mario Delgado. Y vio crecer
esa posibilidad cuándo empezó a ser llamado a la Ciudad de México y quedó,
entre los cinco aspirantes que serían medidos en la encuesta institucional y de
dónde saldría el elegido para la defensa local de la 4T. Era cuestión de tiempo,
de las formalidades de la política, para que un día saliera Delgado a decir: “quien
ganó la encuesta fue Benítez Torres, alcalde de Mazatlán”. Y este gozoso le
levantará el brazo triunfante, epopéyico.
Sin embargo, eso nunca sucedió,
lo que ocurrió fue una llamada del dirigente nacional de Morena que sin su
permiso grabó y en ella, aquel, le dijo comedidamente que no podía ser el
candidato a gobernador por la denuncia que existía en el tribunal electoral en
materia de violencia de género, pero le brindó una cortesía consoladora cuándo
le ofreció que podría buscar la reelección obvio sujeto a la competencia interna
y a como evolucionara la demanda ante el tribunal federal. Y eso le sacó de
quicio. La pareció una ofensa.
Y, más, cuando el dirigente
nacional salió a decir a los medios de comunicación que el abanderado de la 4T en
Sinaloa, sería el senador Rubén Rocha. Eso lo descompuso más y tronó la pluma
que traía en la mano. Alegó que no le habían avisado, que quería ver los
resultados de la encuesta porque él la había ganado y era una maniobra del
dirigente para excluirle. Entonces, se puso el traje de guerrero y llamó a la
rebelión, bajo la bandera de que no había transparencia en el proceso interno y
que se relegaba a los fundadores de Morena en el estado. Y, con esas banderas, abandonó
su función pública y se fue a recorrer el estado para denunciar a Mario Delgado
y de paso cuestionar la posibilidad de que Morena fuera en candidatura común con
el PAS. Se hizo acompañar de la senadora Imelda Castro y las diputadas federales
Merary Villegas y Yadira Marcos. Más algunos diputados locales, funcionarios
municipales y operadores regionales del morenismo.
Se le veía cómodo, exultante con
la carga de pueblo y en el acto de Mazatlán, hasta asomaron las lágrimas
contenidas. Cuando la muchedumbre gritaba ¡Químico, Químico! sentía en ese
momento encarnar los sentimientos de la nación, los de López Obrador en su
cruzada por la regeneración del país.
Y, comprendió, que estaba destinado
a luchar y regenerar a su propio partido. ¿Cómo no exigir transparencia en la
encuesta? No importaba que la opacidad sea la marca de su gobierno. Que
obstruya las funciones de ley de la Síndica Procuradora. Entonces, ¡Transparencia
sí…pero en los bueyes de mi compadre! Y, así, el ruido creció, mientras los
adversarios se sobaban las manos ante la división que se estaba creando en la
competencia principal. Y aquello activó las alarmas del CEN de Morena.
Qué, dicho de paso, la protesta
sinaloense se salía del guion que habían seguido los morenistas inconformes de otros
estados. Aquellos que buscaron los canales institucionales para hacer valer sus
derechos partidarios. Por eso, la Comisión ad hoc de Morena, no le tembló la
mano para sacar un expediente empolvado donde Elsa Bojórquez, la Síndica Procuradora,
apoyándose en el estatuto solicita que el alcalde Benítez Torres sea llamado a
cuentas por violencia de género y obstrucción de funciones. Y se la aplicaron
ipso facto. Suspendidos sus derechos partidarios y ahora, si quiere permanecer
en Morena, tendrá cinco días hábiles argumentar en contra para revertir la
decisión partidaria sino esta fuera.
Si no, antes, coincide con el
fallo negativo del tribunal electoral federal que automáticamente lo pondría
fuera de la política y en una lista negra ominosa del INE. Le esperan al
alcalde días muy amargos y a su grupo de incondicionales. Esperemos que los
ciudadanos no suframos por su amargura.
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