EL CAMINO
EL CAMINO
A la memoria del amigo
Gaby García Elenes
Con la suspensión precautoria de
los derechos partidistas al alcalde de Mazatlán y la emisión de la convocatoria
del PRI para seleccionar candidato a gobernador se aclara y aparentemente se distiende
el panorama político electoral en el estado.
En cosa de días tendremos el
registro de los dos candidatos con mayores probabilidades de ganar la elección
constitucional. Las encuestas de intención de voto, hasta ahora, así lo perfilan.
Los sobresaltos de inicio se habrán disipado y vendrán los nuevos arreglos y
los subsecuentes momentos de tensión propios de la política electoral.
Rocha Moya, tendrá que lidiar con
los problemas derivados de un partido joven y lo que hay está construido con
los tabiques emocionales de los poderes de facto en el morenismo y con la
ausencia notable de una estructura electoral en los 18 municipios.
Aquellos subproductos que pudieron
haber creado los alcaldes o los funcionarios federales y estatales morenistas con
el poder otorgado. Sea por el dedo del presidente López Obrador o por el
tsunami obradorista. Que llegaran, sin duda, brindando apoyo, pero a cambio de posiciones
antes y después de la elección.
Sé que un despistado podrá decir que
eso no existe más en Morena y quizá sea cierto, en el papel, pero estamos
todavía en una cultura de grupos, tribus, que se activan en épocas electorales
con sus ambiciones. El “nuevo hombre” morenista no existe.
Y es que estos, se saben indispensables
para armar la estructura electoral y querrán ir por lo suyo y para los suyos,
aunque sus alcances organizativos sean de dudosa calidad.
Es, por eso, qué en el CEN de
Morena, no ven con desagrado -cómo si lo ve el llamado, grupo opositor interno-
la candidatura común con el PAS. A algunos
liderazgos morenistas no les gustan las maneras de control en la UAS de Cuén Ojeda,
pero, si, la hipotética estructura político-electoral montada en los municipios
y las sindicaturas del estado. Dicho de paso, esa estructura filo universitaria
que no ha sido suficiente para obtener triunfos importantes de mayoría relativa
y, por lo tanto, el PAS siga siendo un partido de RP.
Y para justificar ese estatus la
narrativa cuenista es como sucedió en 2018 que acusó de “simulación y traición”
a cuadros dirigentes regionales y por eso les fue, como les fue. O sea, mal, aun
así, Cuén Ojeda habla hoy de una militancia pasista de 140 mil miembros, que “ningún”
otro partido tiene en el estado, y con esas cuentas felices, si fueran reales podría
si cada uno de ellos suma dos votos tendría 420 mil, suficientes para estar en
la jugada ganadora.
Vamos no necesitaría a otro
partido o candidato. Pero, los números reales de Cuén son los 240 mil que
obtuvo en coalición con el PAN como candidato al Senado en 2018 y los 260 mil en
2016 como candidato a gobernador. Y, de ahí, para abajo en las otras
nominaciones pasistas, como lo muestra que en está legislatura solo tenga a su
esposa como diputada de RP y prácticamente nada en los cabildos. Esa es la
realidad, no la que vende Cuén o la que quieren comprar aquellos que buscan una
candidatura común.
Si el CEN de Morena, con Rocha
por delante, deciden pactar esa alianza con fines electorales no será de
gratis. Cuén pedirá posiciones de representación y respaldo para su grupo político
en la UAS, que hoy está bajo observación por el affaire López Hernández, el
director de Recursos Humanos que está siendo investigado por la Unidad de
Investigación Financiera de la SHCP por “narcotráfico y lavado de dinero”.
Se podrá argumentar en contra que
cada cosa en su lugar. Pero, viéndolo en términos estrictamente electorales, la
estructura político-universitaria pasista no es que haya simulado en 2018, sino
que, en su mayoría, como en todo el país, votaron en línea por la coalición “Juntos
haremos historia”.
Y, aunque es de dudar, que se
repita ese Tsunami hay suficientes elementos -venidos de las prácticas de coerción
existentes en la UAS- que animan a pensar que una parte importante de ese voto
seguirá siendo para Morena, al menos el de gobernador por cuestiones no ideológicas,
sino pragmáticas y esperanzadoras.
Eso, es lo que no está viendo Rubén
Rocha, cuando debiera apostar por simple congruencia personal y política, por el
capital político del obradorismo y formar un gobierno de la 4T en Sinaloa.
Más, cuando recientemente AMLO, se
pronunció en contra de las universidades que tienen “dueño”, que son verdaderos
“estados de excepción” y, para acabar con esa situación anómala, requiere que eche
una mano para recuperar el espíritu de libertad en el desarrollo de la ciencia,
las artes, las tecnologías y no una alianza, para qué persista esta anomia institucional.
En cambio, el PRI, y sus aliados PAN y PRD,
tienen como principal desafío, modificar la percepción en una franja importante
de la sociedad de que es una alianza electoral para restablecer el régimen de abusos
y privilegios que el presidente López Obrador ha venido desmontando para una
refundación del Estado mexicano.
En, Sinaloa, a diferencia de
otros estados del país, donde gobiernan miembros emanados de los partidos
coaligados, el gobernador está considerado como uno de los mejor valorados en
las encuestas de percepción de los ciudadanos de su estado, y eso, es un plus,
que bien administrado mediáticamente puede matizar los negativos que trae la
coalición ¡Va por México!
Mejor, todavía, si persiste el
conflicto interno de Morena, que podría llamar a que los votantes indecisos giren
a posiciones electorales menos estridentes ante la incertidumbre que pudieran
generar las disputas morenista y es que una cosa es clara, López Obrador, no
estará en la papeleta y peor, si el INE suspende definitivamente las conferencias
mañaneras, durante abril y mayo, su influencia en un contexto de crisis
económica y sanitaria estaría por verse.
Y eso, podría significar desamparo
simple y llano, para muchos candidatos de Morena poco conocidos entre la
población objetivo.
En ese sentido, será de
fundamental importancia el perfil del candidato que ya podría tener decidido el
gobernador, que cómo ha dicho Jesús Valdez, dirigente estatal del PRI, puede
ser incluso un candidato ciudadano, sin ligas vinculantes con los partidos
aliancistas, para desde una candidatura “sin pasado” construir el regreso a Palacio
Nacional y conservar el poder en Sinaloa.
En definitiva, este escenario que
pinta una avenida polarizada, y de sostenerse animaría al voto útil, será el
que habrá de definir el próximo gobernador y ojalá, sea el que necesitaremos
los sinaloenses para los próximos años que serán especialmente difíciles pero
desafiante, como el camino, que descubrió Jack Kerouac.
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