Maremágnum por la izquierda
Las inconformidades se presentaron
en casi todos los estados de la federación donde Morena ha seleccionado
candidato a gobernador. Dónde los menos han ido con sus reclamos ante las instancias
del partido y los más, a los tribunales competentes, presentando sus quejas
contra la convocatoria o los resultados de la encuesta partidista; otros aspirantes,
además, están movilizados buscando tumbar la decisión central generando una
burbuja mediática que revierta una decisión que no les benefició; uno, más,
amenaza con ser postulado por otro partido en Michoacán y hay una renuncia al
partido de una aspirante en Colima.
Ese maremágnum partidista no es
nuevo, aunque ha venido a menos, con el proceso de maduración democrática. Sea,
en Morena, o también en el PRI, y en el PRD. Quizá, un poco menos, en el PAN,
que es, o era, más institucionalizado en la selección de sus candidatos, pero,
poco a poco, felizmente, nos hemos ido habituando a ver cómo se acatan las
decisiones de los órganos de los partidos, no sin los roces propios de la
política partidista, y cuándo eso no sucede, los tribunales electorales procesan
esas inconformidades y los actores políticos se someten al principio de
definitividad de los conflictos.
Ese, es resultado, de un proceso
lento de construcción institucional, de alternancia en los tres niveles de gobierno
y, por la cada vez más creciente incertidumbre en las competencias electorales,
dónde los resultados ya no están predeterminados como en los tiempos del PRI
hegemónico y se impone la lucha con todos los medios al alcance de la política
contemporánea.
Ahora, la constante, es que los
conflictos al procesarse en los canales jurisdiccionales, ha permitido la
llamada normalidad democrática, con sus ganadores y perdedores, provocando un
mosaico plural en los gobiernos y los congresos estatales, mejor todavía en los
2 mil 500 y pico municipios del país.
Quizá, por eso, las manifestaciones que hoy
existen en Morena, contra de las decisiones adoptadas por la dirigencia nacional
han de terminen cuándo se den las resoluciones partidistas y jurisdiccionales y
empiecen las campañas constitucionales.
Dicho de paso, las candidaturas de
los partidos son potestad de estos y de nadie más, por lo que pensar que un
tribunal jurisdiccional falle y revierta sus decisiones se ve remoto, la Ley
Electoral y de Partidos no establece en específico nada que ver con los
mecanismos de selección de candidatos solo exige que sean democráticos y
transparentes.
Entonces, ese maremágnum que hoy
vemos en Morena no parece tener futuro, más bien será parte del anecdotario de
este proceso electoral y ya lo confirmaremos, cuando se ratifique tantos los
mecanismos de selección partidaria y se registren formalmente los hoy precandidatos.
Claro, eso no evita las disputas
internas, el jaloneo, los golpes bajo la mesa, y que en el ánimo de calmar las
aguas se den negociaciones, pero, eso de suceder en esta ocasión, tiene sus
riesgos pues abriría innecesariamente nuevos frentes de confrontación.
Si nos guiamos por las declaraciones de
quienes han manifestado su inconformidad ante una prensa ávida de saber lo que
sucede en el partido en el gobierno, aquella que busca el titular y las ocho
columnas escandalosa, sabremos que algunos de sus militantes estarán fuera de
su formación política por voluntad propia o se irán a buscar una nominación en otro partido o coalición qué, eso sí, los
pone fuera de su militancia morenista, otros, más, a la vieja usanza buscaran
“negociar” su intransigencia ante el “fraude cometido por el CEN” y buscaran
que les reditúe otra nominación
partidaria o le otorgue blindaje por un desempeño cuestionable como senador,
diputado, alcalde.
Y es entonces, cuándo veremos de
que está hecho Morena, si en aras de calmar el ruido de las aguas tempestuosas,
se ofrecen otras candidaturas a quienes hoy acusan de fraude, sin esperar a que
los órganos tanto partidarios, como jurisdiccionales, hagan su trabajo, no sólo
será cuestionable el militante sino también la dirección partidista.
Por eso, en estas primeras
elecciones como partido en el gobierno, Morena esta obligado a mostrar su
compromiso con la democracia interna, a no transigir ante las presiones de los
grupos de interés regional. Vamos, a no rendirse ante un segmento habituado a
conseguir candidaturas a cómo de lugar.
Soy un convencido de que uno de los
principales problemas de nuestro sistema de partidos es su baja
institucionalización, esa idea autoritaria de que las leyes están “para ser
violadas” lo que termina enturbiando todo y generando una gran desconfianza en
nuestras rutinas electorales por la calidad en el procesamiento de sus
conflictos internos.
La institucionalización partidaria,
recordemos, es un proceso siempre en construcción y más en partidos nuevos,
cómo Morena, que trae detrás una variedad de formas de alcanzar el poder y hacer
política que van desde el “dedazo” priista; pasando por las tribus de la
izquierda que siempre reclaman sus cuotas de poder; hasta las hoy repudiadas,
por algunos militantes, encuestas partidistas de preferencia electoral.
En definitiva, la conflictiva
morenista, esta en una disyuntiva que pasa por transparentar todo lo que hay
transparentar en beneficio, no de las presiones de algunos de sus miembros,
sino el aporte de un partido en el gobierno que debe refrendar su compromiso
con la democracia.
Y, esa, es la tarea principal de
Mario Delgado y Citlalli Hernández, de lo contrario, serán presa de los
personajes, grupos y tribus que siguen en una visión de cuotas.
Y que explican en buena medida,
el maremágnum político que pensamos que dormía el sueño de los justos y, no, pues
cuando despertamos: ¡el dinosaurio todavía estaba ahí!
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